PIDE LO QUE QUIERAS. 2/5

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Había llegado un poco tarde a la mañana siguiente, ese día teníamos una reunión con unos calientes. Se suponía que era la última venta del año y que podía coronarnos con nuestra central si la conseguíamos antes del cierre de año. Me vestí lo más profesional y aburrida que pude: pantalones grises pegados de estilo alto y una camisa blanca. Quería dar una buena imagen, a pesar de lo que había pasado con mi jefa yo estaba bastante centrada en mi trabajo.

Llegando a la oficina y saludé a todos. Los clientes ya habían llegado así que fui a la sala de juntas y preparé todo lo que me hacía falta. Entraron en la sala dos hombres y una mujer, todos compañeros de Alexandra de la Universidad, además de mi compañero Julio y, por supuesto, mi jefa.

—Buenos días. ¿Cómo has dormido? — Me dijo en un tono pícaro y sonriendo, aparte de guiñarme el ojo.

La muy lista, sabía que era bella, atractiva y seguramente, antes de ser madre de familia se tiraba el día jugando a ligarse a quién quisiera. Por un lado, me daba rabia, pero por otro hacía que todo este asunto tuviera más morbo todavía, me gustaba está especie de "jueguito" que había entre nosotras.

La reunión fue bien. La única más cautelosa fue la mujer, Martha, y bueno, realmente era lo normal ya que ella era la mayor inversora en todo el asunto, así que mi jefa propuso que fuéramos a comer con ella. Julio se borró, alegando que tenía que recoger a su hijo. El resto de socios tenían otra reunión importante. Así que me vi de nuevo acompañada de mi jefa, aunque ahora teníamos acompañante.

Ya que ellas se conocían decidí apartarme un poco y dejé que hablaran entre ellas limitando un poco mi interacción. Llegando al restaurante mi jefa, pidió una botella de champán porque decía que teníamos que empezar a celebrar el trato, mientras le lanzaba miradas y sonrisas a Martha, quién a su vez le decía, —Alex, todavía el trato no está cerrado, chica, tienes que trabajar más para hacer; es decir, un champán no me es suficiente.

Durante la comida desfiló el vino y el champán en partes iguales, yo volvía a estar un poco mareada e intentaba no hablar demasiado, hasta que Martha me obligó a hablar.

—Amanda y ¿Qué tal es Alex cómo jefa? —Y mi jefa se anticipó para contestar.

—Ya sabes que yo siempre he sido muy perra...

Yo le metí fuerza a ese comentario y me sorprendí diciendo  —Si, un poco zorra sí ha sido, sobre todo al principio—Y Alexandra contestó en un tono más desafiante, —Yo creo que soy más zorra cuanto más me conoces —Lanzándome una mirada magnética.

Martha rompió decidió intervenir en esta tensión entre Alexandra y yo.

—Desde luego ustedes tienen pinta de congeniar bien, no sé si solo será pura fachada.

—Bueno, quédate a comprobarlo, yo creo que ninguna tenemos plan para esta tarde y podemos ir a tomar un buen cóctel a la terraza del restaurante—Dijo mi jefa.

Subimos a la terraza. Ellas seguían pidiendo copas y yo sentía que cada vez estaba más abierta a lo que sucediera. Empecé a fijarme en Martha, era morena, cabello largo ondulado, alta, tenía unos ojos enormes negros, y facciones un tanto fuertes, pero cuando se reía era muy dulce. También tenía un cuerpo de escándalo. No tarde mucho y empecé a fijarme en sus pechos, generosos que se ajustaban perfectamente a la camisa roja que llevaba. Pantalones altos, ajustados a la cintura, le realzaba su esbelta figura, tenía las caderas anchas, un trasero soñando, se veía que la mujer le daba atención a su físico, de esas mujeres que llaman la atención por su carácter e incluso con el cuerpo, muy exuberante. No le hacía falta enseñar escote para ver que tenía un buen par de senos, ni tampoco lucirse demasiado para ver sus curvas. Su cara era de mujer experimentada, algo que siempre me había llamado la atención.

Mientras la observaba irse al baño mi jefa me dijo: —Vaya mujerón, ¿Eh? — La condenada me había agarrado mirándola embobada.

—Si— le contesté con descaro. Total, para qué andar con rodeos y decidí jugármela y entrar en acción, Bendito alcohol en mi sistema. —Tengo ganas de comerme los senos a las dos, no sé a qué están esperando para irnos a un sitio más íntimo.

Ella me sonrió y me dijo que había reservado una habitación en el hotel de enfrente. ¡Zorra! ¿Lo tenía planeado?, ¡Ahh! La verdad es que no le di importancia, me encantaba estar en esa posición. Solo pensaba en desnudarlas y meterles mi mano en su sexo mojado. No podía parar de pensar en toda clase de fantasías.

Alexandra se fue a pagar a la barra y yo me levanté para ir al baño para apurar a la amiga de mi jefa. Nada más entrar se aproximó, me tomó con una mano de la barbilla y me besó, noté el sabor del champán que en ella sabía mejor, su lengua traviesa me invadía y yo solo pensaba en su boca recorriendo mi cuerpo. —Te esperamos fuera, no tardes —me dijo.

En cuanto salí fuimos directas al hotel. Nada más entrar me rodearon entre las dos, empezaron a desnudarme, a besarme, una enredada en mi pecho izquierdo y en mi trasero, la otra en el pecho derecho y explorando mis labios húmedos. Era una fantasía hecha realidad, me tumbaron en la cama, se desnudaron y me abrieron las piernas, empezaron cada una por el interior de cada pierna con mordiscos y lamidas, hasta que se juntaron en mi sexo, y empezaron a besarse entre ellas al lado de mis labios mojados, yo no aguantaba cogí la cabeza de jefa y la atraje hacia mí. La senté en mi cara y yo intentaba meterle mi lengua y mis dedos mientras Martha hacía lo mismo conmigo. Cómo nos corrimos las tres. Mi jefa mientras estaba entretenida con mis labios húmedos, me tocaba despacio, sutilmente, sabía que acababa de correrme y que la zona estaba sensible, así que, en lugar de ir violentamente, me tocaba despacio y yo gemía de placer entre su sutileza, mi deseo de ser penetrada y los pezones erectos de Martha me llevó a tener otro maravilloso orgasmo, corriéndome de nuevo pero esta vez con más fuerza. Pero con todos y las dos corridas quería más. Así que mi jefa sacó un arnés y se lo puso, es una locura, Martha se puso encima de mí, a cuatro patas, nos besábamos apasionadamente y mi jefa empezó a penetrarla. Ella se moría de placer, gemía a la vez que me besaba, y mientras la penetraba yo le acariciaba el clítoris por delante. Noté como ella también bajaba su mano y acariciaba el mío. En ese momento las tres estábamos en sintonía, no queríamos parar, pero era inevitable ir hacia un orgasmo común que nos dejaría fuera de servicio durante horas.

Dormimos durante un par de horas, con mucha paz, como si no hubiéramos dormido en días... ¡Trato cerrado!

Continua.

Censurado Vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora