EL RETRATO DE MI MADRE (4/5)

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Había terminado de leer cuando me sobresaltó el sonido del reloj de pared de la biblioteca, sin darme cuenta el tiempo había volado y el último autobús había pasado hace un buen rato; no me quedó más remedio que llamar a mi novio para que viniera a buscarme, aunque debió ser de las pocas veces que me había alegrado de un olvido así.

Sin perder el tiempo agarré mi celular y le escribí un mensaje lo más caliente que se me ocurrió, al punto de adjuntarle una foto de mis senos con el brasier, así seguro se motivaría a llegar más rápido. No tenía intención de esperar sin hacer nada, me quité los pantalones para estar más cómoda y volví a la lectura del diario mientras me tocaba.

Querido diario:

Como esperaba, el juez me adjudicó la casa de la playa; viendo la cara de idiota de mi exmarido al escuchar la sentencia, sentí una alegría desmesurada, total, él se lo había ganado. Sonia había venido conmigo, por una parte, a saludar a su amigo y por otra habíamos decidido ir a la playa a celebrarlo y de paso buscar una nueva decoración para la casa, pues no quería que nada me recordara a la vida que tenía con ese infeliz.

Tuvimos mucha suerte porque el clima estaba a nuestro favor, había un sol espléndido, el tráfico estaba suave y eso hizo que el viaje fuera placentero; en poco tiempo ya estábamos sentadas sobre las toallas preparadas para disfrutar del día. El calor era algo agobiante y obligaba a echar protector solar, por supuesto que mi amiga se ofreció a colocármelo, se sentó detrás, untó sus manos y las apoyó sobre mi espalda, sus movimientos eran circulares, suaves, recreándose; permanecí en silencio disfrutando de aquel relajante masaje, incluso cuando disimuladamente intentaba tocar con la punta de sus yemas mis pechos, tenía decidido que ese día le permitiría cualquier cosa.

El resto de la mañana la pasamos tomando el sol y riéndonos con los comentarios que hacíamos de los pocos hombres que pasaban por delante, imaginando la forma y tamaño de sus miembros, tal y como hacíamos cuando éramos jóvenes, era bastante divertido escucharla.

Ya por las horas del mediodía recogimos para irnos a almorzar, teníamos preparada la comida y solo era poner la mesa servir algo ligero, una ensalada y una buena botella de vino. Quizás la celebración había sido algo excesiva por mi parte porque me bajé más de la mitad de la botella y empecé a sentirme mareada; con su permiso me eché en el sofá mientras ella se quedaba recogiendo y limpiando la mesa. Al poco caí rendida en un sueño profundo.

Recuerdo en mi mente la imagen de aquel hombre en casa de Sonia con su cuerpo atlético sobre mí. Mis pechos estaban duros con la presión de sus manos, mi excitación crecía por dentro como un volcán. Empecé a sollozar de placer al sentir su lengua húmeda en mi vagina que me mojaba por completo, lamía de arriba a abajo de una manera que gozaba al máximo con sus movimientos. El deseo me invadió, bajé la vista buscando ver de nuevo ese enorme miembro, quería sentirla de nuevo en mi boca, poco a poco fui recuperando la conciencia sin dejar de gemir. Al abrir los ojos ligeramente, no era aquel hombre sino ¿Sonia? la que estaba comiendo mi vagina por completo.

La excitación del momento me hizo dudar de lo que veía, pero lejos de asustarme me dejé llevar, después de estos días se había ganado el derecho a poseerme.

Inmediatamente cerré los ojos para que pensara que seguía metida en un sueño. Cuando se centró en mi clítoris no quería que parara, movía rápidamente su lengua presionándolo con sus labios, podía sentir su boca abierta saboreando mis flujos, hasta que finalmente logró que me corriera hasta tal punto que me costaba seguir disimulando. Al acabar Sonia se marchó a la habitación sigilosamente mientras yo volví a caer dormida.

A media tarde desperté, mi acompañante, estaba viendo la televisión y me miró con el temor de ser descubierta, la saludé alegremente y me puse a preparar unos aperitivos como si no hubiera pasado nada, aquello borró su tensión y enseguida empezamos a preparar los planes para esta noche mientras terminábamos de ver una película. Durante la misma no dejé de pensar en lo sucedido, la primera experiencia con una mujer me había resultado maravillosa, aunque no esperaba que fuera de esa manera; me preguntaba en silencio, «Sería capaz de hacer lo mismo, si sería igual de placentero», tenía la idea de salir de dudas. Decidí sorprenderla al igual que había hecho ella, el lugar elegido era mi preferido: la ducha. La habitación era muy grande y por petición mía habíamos decidido poner una ducha enorme, donde el agua caía por un agujero del techo en el medio, era ideal para cualquier práctica sexual que se hiciera.

Fue entonces cuando entré completamente desnuda en el baño de forma silenciosa mientras se duchaba, aproveché que se estaba terminando de lavar el cabello y tenía los ojos cerrados para colocarme detrás y abrazarla, en un principio se asustó creyendo que un desconocido, al verme se tranquilizó entre las risas de ambas hasta que se hizo un silencio roto por el sonido del agua caliente cayendo por nuestros cuerpos.

Su mirada se fijó de nuevo en mis ojos, esa acción me ponía nerviosa, realmente no tenía claro lo que estaba haciendo, pero no iba a echarme atrás, se inclinó y me besó, poso sus labios sobre los míos suavemente, llevó su mano a mis labios vaginales, le detuve inmediatamente la mano y la aparté, se quedó paralizada creyendo que algo iba mal, pero era mi momento, no iba a permitir que ella llevara la iniciativa:

-Creo que esta vez es mi turno. ¿No? -le dije con una sonrisa.

Sonia se sonrojó y bajó la mirada por vergüenza; ese gesto definitivamente me dio mucha ternura, así que levanté su cara y me incliné sobre sus labios en un beso más apasionado que el anterior, dejando intencionadamente que nuestros pezones chocaran aumentando el placer. Lentamente bajé por su cuello, su respiración se aceleró, mi lengua húmeda en su piel hacía crecer en ella el deseo; llegué a sus grandes pechos, sus pezones ya sobresalían duros antes de que llegara a ellos, los presioné con mis labios, era algo delicioso.

Pues debía continuar y ahora me llenaba de curiosidad, me senté sobre el suelo delante de ella, pude ver que en esta ocasión que Sonia se había rasurado completamente el vellopúbico. Podía notar su ansiedad, había esperado mucho tiempo para lo que yo iba a hacer, abrió levemente las piernas invitándome a lanzarme, pero gozaba viendo su nerviosismo así que me tumbé, desde arriba me miró sin comprender lo que sucedía, volví a sonreír a la vez que mis manos tiraron de sus muslos hacia abajo.

Podía ver como lentamente su sexo se acercaba, ella terminó arrodillada sobre mi cabeza y en ese instante cerré los ojos y abrí mi boca. Pronto sentí sus labios vaginales, su piel tenía una mezcla del agua y sus flujos, escuché su gemido cuando saqué mi lengua y empecé a lamer de arriba abajo su vagina. Me presionaba tanto que sin yo buscarlo mi lengua se hundía en su vagina, el proporcionarle placer me estaba pareciendo de lo más tan excitante.

De repente su movimiento me detuvo, y en poco tiempo se giró, me quedé inmóvil esperando sin detenerla, me abrió las piernas y se inclinó sobre mi entrepierna. Con una cascada de agua sobre nosotras comenzamos a realizar un estupendo 69, ambas nos centramos en nuestros clítoris, duros e hinchados por el placer, nuestros gemidos se veían ahogados por el frenesí de nuestras humedecidas lenguas, sin poder remediarlo acabamos jadeando como perras mientras nuestros cuerpos vibraban en unos intensos orgasmos que nos dejaron extasiadas.

La ducha había sido el lugar de mi bautizo con Sonia, mi primera vez con una mujer no podía ser con otra sino con ella. Después de la sensacional experiencia estaba segura de que no sería la última vez, pero por ahora no quise darle esperanzas.

(...)

Censurado Vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora