VIAJE CALIENTE

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«Si un taxista hablará, que de historia no nos contaría» Una vez una cliente me dijo eso. La verdad es que los taxistas se conviertan en solo un observador, la gente se monta en la parte de atrás del carro y después de darte la dirección a la que desean ir olvidan por completo tu presencia, a veces corres con un poco de suerte y te consigues con gente que te busca conversión, otros se internan en sus conversaciones privadas.

Tengo un poco más de 5 años como profesional del volante, escuchando conversaciones de todo tipo. Desde un traficante pidiendo un cargamento de la mercancía con la que trabaja pasando por un marido diciéndole a su mujer que llegaría tarde a casa por una reunión de trabajo mientras me había indicado que le llevará a un club nocturno... o viceversa, hasta recibiendo propuesta de un chico para hacerme sexo oral mientras grababa el momento para subirla en una página porno. En fin, solo son situaciones que me ha tocado vivir.

Pero otra historia diferente es cuando lo que se monta es una pareja como la de esta historia que con el calentón del momento no pueden esperar llegar a su casa para satisfacer sus deseos sexuales o simplemente es que les da morbo el royo de montárselo en el taxi sabiendo que el conductor está a un metro dándose cuenta de todo lo que sucede.

Un sábado en la noche estábamos unos colegas y yo en la puerta de una discoteca de mucho prestigio en la ciudad capital. Los fines de semana suelen ser buenos porque hay mucho movimiento.

—¡Mierda! Estoy reventado— dice uno de mis compañeros —Espero que me toqué uno cerca de dónde vivo porque tengo ganas de irme ya a dormir.

—Sabes lo de la ley de Murphy— le dije riendo —Si quieres ir para arriba te llevaran para abajo y si quieres ir al centro te llevaran afuera, eso no falla.

En eso sale un hombre trajeado de aproximadamente 40 años, acercándose a nosotros.

—¡Disculpen! ¿Qué taxi sale primero? — pregunta.

Sale mi compañero —Yo, señor. Yo lo llevó— dice —Bueno, Daniel nos vemos que tengas suerte— se despide mi colega, montando en su taxi al hombre.

Y yo me quedo esperando mi turno. Después de un rato de estar esperando salen dos mujeres. Una era una morenaza de casi 1,70 con una larga melena que llegaba hasta su cintura, era increíble tenía una cara de ángel delicada con unos labios carnosos, unos lindos y bellos ojos verdes. Lucia un vestido plateado de noche con un escotazo de miedo que permitía ver unos grandes y preciosos pechos bien colocados, ¡Dios! Parecían qué en cualquier movimiento de su cuerpo la delicada tela de su vestido iba a reventar dejando salir ese par de maravillas al exterior.

Y qué decir de su compañera ¡Uff! Aunque un poquito más baja y un poco modesta en su vestimenta, pero con un estilo peculiar, un pantalón de vestir ajustado blanco permitía poder apreciar la forma de unas piernas musculosas bien trabajadas por muchas horas de duro trabajo en el gimnasio, una fina camisa blanca de seda, permitía trasparentar un conjunto oscuro de lencería que por desgracia por la mala iluminación del sitio no me permitía poder apreciar mejor las curvas de esta belleza. Un corte de pelo corto rubio y una mirada de pocos amigos fue lo que me sacó de mis sueños cuando la joven me dijo.

—Se te va a caer la baba de tanto mirar las tetas de mi novia— su malestar era visible.

—Mujer. Dios me dio estos ojitos para ver y sería un desperdicio no detenerme en apreciar dos bellezas como ustedes. Con todo respeto.

Un buen cumplido bien echado siempre para quitar tensión a un momento así.

—Bueno, mi novia va un poquillo entonada y no quiero que conduzca. Nos puede llevar a Prados del Este, por favor— Me dijo la chica del vestido, suavizando su mirada.

Censurado Vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora