Capítulo cuatro.

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Había dormido como nunca antes lo había hecho.

Sentía el cuerpo relajado y descansado mientras seguía envuelto en incontables cobijas a su alrededor. ¿Alguna vez estuvo tan cómodo? El aroma hogareño parecía tenerlo cautivado y apresado en no querer moverse.

Permaneció en silencio por varios minutos, disfrutando la sensación.

«Mis heridas parecen estar sanando con rapidez» pensó Steve cayendo en cuenta que había disminuido el dolor en su cuerpo.

Fácilmente, podría irse.

No necesitaba estar completamente recuperado, lo más crítico ya había pasado y era bastante fuerte para soportar los estragos de las heridas.

—¿Estás despierto? —preguntó una vocecilla entrando con las manos ocupadas—. Papá salió temprano por leña y me dijo que te preparé algo delicioso para desayunar cuando te levantes.

Steve alzó una ceja al ver una bandeja llena de dulces y dos tazas de chocolate caliente.

—¿Lo hiciste solo?

Harley asintió orgulloso y abrió una bolsa de malvaviscos para llenar en las dos tazas que había traído.

—Es mi bebita especial. —ofreció el niño con una sonrisa—. Solamente mi papá la conoce, pero ahora tu también. ¡Te va a gustar!

«Odio el dulce» pensó Steve haciendo una mueca lo más parecido a una sonrisa fingida y aceptando la taza llena de calorías y dándole un pequeño sorbo.

Sorprendentemente, fue agradable a su paladar.

—¿Qué tal? ¿Súper delicioso, no? —preguntó Harley con la mirada expectante y emocionada.

Steve volvió a probar un poco más y la sonrisa de Harley fue aún más grande.

—Creo que sí me gusta. —murmuró sin saber cómo responder ante un niño tan encantador y dulce al frente suyo.

Un ruido en la entrada de la casa, llamó la atención de ambos y observaron a una figura ingresar con un bolso lleno de leña en sus hombros. No obstante, Steve rápidamente pudo visualizar heridas en el rostro del castaño.

Moretones.

—¿Cómo...? —preguntó Steve sin poder controlar sus acciones y yendo a grandes zancadas hacia el hombre para cogerlo de la barbilla—. ¿Qué sucedió?

«¿Quién fue el maldito bastardo?» pensó oscureciendo la mirada. Su mandíbula se tensó con solo imaginar que alguien había lastimado a una persona tan agradable como Anthony.

Una rabia indescriptible creció en su pecho.

—No es nada, tranquilo. —respondió Tony ajeno a todo y dejando el bolso a un lado—. Me caí mientras recogía la madera, creo que me excedí al querer traer tanto. —dijo riendo de manera despreocupada y moviendo su muñeca que parecía ligeramente hinchada—. También, descubrí que no soy tan bueno con el hacha como creía.

Steve observó las manos lastimadas.

—Entonces, no lo hagas. —dijo con la voz tensa, alejándose para calmarse.

Se había exaltado al verlo lastimado.

Había pensado en lo peor y no podía creer que podía descontrolarse tanto por otra persona. No obstante, se sentía extrañamente culpable. En las noches mantenían el fuego en la chimenea durante toda la noche mientras dormía, Tony siempre quería mantenerlo lo más cómodo posible.

Era obvio deducir que había ido a buscar más leña de lo acostumbrado por su presencia.

«Mierda» maldijo mentalmente.

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