Capítulo veintiuno (extra I)

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Tuvo que limpiar el desastre que había causado.

«Fue problemático hacer que Tony y Harley no vieran esto» pensó Steve apilando los cuerpos inertes uno tras otro.

El manto de nieve había ayudado en ocultar los rastros de sangre y las brisas se llevaban a su paso el hedor de la masacre. Steve agradecía mentalmente a la naturaleza que parecía cooperar con sus fechorías.

Se volvió a dirigir a la casa con esfuerzo.

—Mierda, ojalá no se hayan abierto las heridas. —murmuró, entrando y revisando sus vendajes con cuidado.

Tony había curado y detenido el sangrado de las partes más críticas. Lo demás, confiaba en que el suero en sus venas haga correctamente su trabajo.

—¡Papi! —saludó Harley colgándose de una de sus piernas—. ¿Por qué desordenaste tanto las cosas? Es como hubiera entrado un torbellino a la casa. —dijo con un puchero—. Papá Tony ha estado arreglando todo como un loco.

Steve acarició la cabellera del niño con delicadeza.

Su mente seguía un poco inestable sobre los hechos anteriores. Prácticamente, creyó que los había perdido y volver a verlos parecía que estuviera en un sueño.

—Vamos a ayudar a Tony, ¿qué dices?  —propusó Steve cargando a Harley entre sus brazos—. Hay mucho trabajo que hacer para que la casa vuelva a hacer como la de antes, mi niño.

—¡Sí, papi!

Steve caminó por el comedor y se dirigió a la cocina donde se escuchaban ruidos de un objeto martillear.

Los soldados de Hydra habían destruido varias cosas de la vivienda y algunos destrozos si se podían repararse. No obstante, luego de limpiar y levantar los inmuebles, ya no lucía tan mal.

Tony quiso encargarse de la mayoría.

—Eres bastante habilidoso, eh. —silbó Steve un poco impresionado al ver la cocina en óptimas condiciones.

La primera vez que vieron el lugar después del incidente, tal y como había dicho Harley parecía que había entrado un torbellino a la casa.

—Yo mismo las contruí, así que también puedo arreglarlas. —contestó Tony concentrado en empotrar un estante en la pared—. Pásame el taladro, cariño.

Steve sonrió sorprendido.

Bajó a Harley de sus brazos y se dirigió a darle lo pedido. No obstante, el niño corrió fuera de la cocina diciendo que odiaba los ruidos fuertes.

«No voy a desaprovechar la oportunidad» se dijo, dejando el objeto a un lado.

—Me encanta mi nuevo apodo, Tony. —contó acercándose cuando estuvieron solos.

—P-Pásame el taladro, Steve.

Pudo ver cómo las orejas del contrario se tornaban rojas y Steve sonrió con diversión, rodeándolo desde atrás. 

—No digas mi nombre, tienes que pedirlo como antes. —susurró contra su oído—. A partir de ahora, tienes que llamarme así.

Tony dejó lo que estaba haciendo y volteó a verlo.

—¿Te estás burlando de mí, no? —cuestionó con las mejillas rojas.

Steve negó y acercó sus rostros.

—Quiero escucharlo, nada más. —dijo chocando sus alientos—. Me gusta como lo dices, en serio.

Tony lo observó fijamente y se relamió los labios con nerviosismo.

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