Capítulo ocho.

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Los días pasaban con rapidez.

El sol mostraba un pequeño brillo en aquella mañana, aún cuando habían estado por horas afuera de la casa, Steve se mantenía concentrado en su labor.

—Sostén el mango del hacha con fuerza. —indicó Steve flexionando sus brazos y cortando un pedazo de madera con facilidad—. Debes tener una posición correcta.

Harley lo observó sin comprender aún.

—Se ve complicado.

Steve se rascó la nuca con frustración.

«No soy bueno enseñando a niños» pensó suspirando y recordando que antes jamás había tenido la intención de instruir a alguien. Las órdenes que daba en Hydra eran irrevocables y sus subordinados lo cumplían sin objeción alguna.

—Me dijiste que querías ser de ayuda para tu papá, ¿no? —cuestionó Steve buscando las palabras para animarlo—. Si aprendes la técnica, podrías serle útil en el futuro.

Harley pareció pensarlo y asintió con determinación.

—Lo voy a intentar. —declaró poniéndose unos guantes enormes para sus manos y un casco en la cabeza.

«Adorable»

Steve observó como el niño repetía sus movimientos con esfuerzo y daba un pequeño corte al trozo de madera. Era superficial pero, el golpe había sido certero.

—Estuvo bien. —dijo sincero.

Harley volteó a verlo con felicidad y soltó el hacha al suelo para ir a abrazar al hombre que parecía ser su superhéroe favorito de sus cómics.

—¡Lo haré mejor la próxima vez! —exclamó aferrado a la cintura del contrario—. Gracias por enseñarme, Steve.

El mencionado sonrió a penas, levantando al niño entre sus brazos.

—Serás mi primer alumno, entonces.

Harley estaba a punto de responder cuando sus ojos notaron a una figura en la entrada de la casa.

—Buenos días, chicos. ¿Qué hacen? —preguntó Tony recostado en el marco de la puerta.

Steve volteó a mirarlo.

Estaba vestido con una pijama de cuadros y tenía una taza de café en sus manos, parecía que acababa de levantarse. No obstante, no podía creer que una persona podía verse tan bien con el cabello desordenado y el rostro medio adormilado.

—¡Papá! ¡Steve es súper fuerte! —comentó Harley de la nada, bajando de los brazos del soldado para ir hacia el castaño—. Ha cortado la leña como si fuera mantequilla, tienes que verlo.

—Me gustaría. —asintió Tony mirando al soldado con una sonrisa—. Tienes la pinta de ser alguien muy atlético.

Steve desvío la mirada sin querer.

«Mierda, me estoy avergonzando» pensó apretando la mandíbula sin poder creer como estaba actuando.

—¿Han desayunado? Se han levantado muy temprano. —observó Tony abriendo la puerta—. ¿Qué les parece sándwiches con malteadas?

Harley celebró con alegría mientras entraba a la casa.

—¿Te unes? —ofreció Tony hacia el rubio.

Steve iba a asentir cuando recordó lo que había estado pensando últimamente.

—Saldré un rato. —dijo Steve cogiendo una chaqueta negra que había dejado a un lado—. Disfruten su desayuno, volveré en unas horas.

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