Capítulo dieciséis.

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La respiración lenta y pausada de Tony junto a Harley al dormir en sus brazos, eran como una melodía para sus oídos. Después de cenar, cómo era costumbre para ellos, se habían acomodado en la sala para ver películas hasta caer dormidos.

«Es extraño sentirme tan bien por cosas tan pequeñas y cotidianas» pensó, mirando la chimenea que seguía ardiendo a fuego lento, dando un calor abrasador que rodeaba el lugar.

Aún siendo invierno, podía sentir la calidez del hogar.

—Descansen bien. —susurró Steve hacia los dos castaños y cerrando los ojos, cayendo ante el sueño.

Se durmió profundamente, sin notarlo.


[...]

Estaba desorientado y solo.

En la oscuridad de la noche, Steve volvió a recordar el día que fue traicionado.

Estaba corriendo por los pasillos viejos, llenos de moho de la base del lugar. 

Sus heridas eran profundas y la sangre se escurría de su traje, dejando un rastro detrás de él. Aún así, la ira en su pecho no permitía que dejará de moverse. Debía huir, escapar, salir de la Organización de una vez por todas. ¿Qué más podía hacer? El único lugar donde fue criado y adiestrado para ser el soldado perfecto... estaba intentando acabar con su vida.

Steve quiso gritar de la rabia, pero la voz no salía de su garganta.

En un parpadeo, ya no se encontraba en la base de la Organización.

El frío crudo y cruel a su alrededor, paralizó cualquiera de sus movimientos. ¿Dónde estaba? Los grandes árboles se alzaban a su alrededor, volviendo a cegarlo con oscuridad.

Unos grandes ojos, lo vieron con atención.

«Una lechuza» reconoció Steve sin poder moverse, inmovilizado en el suelo. Seguía sin poder emitir palabra alguna, pero pudo escuchar perfectamente el canto espeluznante del animal, chillando con estruendo sin dejar de observarlo.

Sintió sus latidos detenerse.

En un segundo, pudo entenderlo todo. El error que había cometido al dejar a aquellos tres hombres libres en el pueblo y también, su falta de atención a las palabras de Harley cuando estuvo perdido en la nieve. ¿Desde cuándo no estuvo viendo las claras señales? Su ira se incrementó y trato de levantarse del suelo que parecía no querer soltarlo.

No iba a rendirse tan fácilmente.

—¡Hydra! —exclamó, levantándose al instante.

Sus ojos vieron la chimenea que seguía prendida con pequeñas brasas y las dos figuras que dormían pacíficamente a su lado sin despertarse, a pesar de su grito.

Sin embargo, Steve estaba alterado.

«Fue solo un sueño» se dijo, calmando los latidos desenfrenados de su corazón y parándose del mueble con cuidado para no levantarlos. Debía organizar sus ideas y pensar si sólamente había sido su inconsciente jugando una mala broma o podía ser algo premonitorio.

—Mierda, necesito aire fresco. —dijo en voz baja y cogiendo una chaqueta para salir de la casa.

No era una persona supersticiosa.

No obstante, sintió un sabor amargo en la boca cuando vio a lo lejos entre los árboles un par de ojos que brillaban en la oscuridad de la noche. ¿Cómo podía resultar un animal tan tenebroso y desagradable a la vista? Era una menuda mierda verlo justamente, cuando acababa de soñar con él.

Sin poder evitarlo, se acercó hacia aquel ser tan ingrávido e inexpresivo.

—Voy a acabar contigo. —dijo Steve entre dientes, avanzando entre la nieve.

Sus pasos eran pesados y lentos por el manto de hielo que había caído antes. No obstante, se sorprendió cuando la lechuza alzó las alas y se adentro en el bosque, volteando su cuello de forma retorcida para verlo.

—¿Eh? ¿Quieres que te siga, pequeña mierdecilla? —preguntó Steve sin humor, caminando en la dirección del animal.

Volvió a repetirse que no era alguien creyente a supersticiones.

Sin embargo, el latido de su pecho empezaba a alterarse mientras más avanzaba. Conocía muy bien al lugar dónde estaba siendo guiado, era exactamente donde fue encontrado por Tony junto a Harley. ¿Podía ser una coincidencia? Comenzaba a creer que no.

Sus pasos se volvieron sigilosos y silenciosos.

No supo en qué momento se dejó llevar por su instinto, pero comenzó a acercarse con lentitud y alerta ante cualquier ruido. Había dejado de ver al animal que seguramente se había escondido entre la maleza de los árboles. Sin embargo, no había más necesidad de seguirlo.

Pudo saber que algo estaba terriblemente mal cuando oyó pisadas.

«¿Cuántos son?» pensó, cerrando los ojos y concentrándose en reconocer cuántas personas podrían estar en un bosque a altas horas de la madrugada.

Seis, siete, ocho... Diez.

«No, son más» pensó, comenzando a alterarse al reconocer la caminata de gente profesional y especializada. Se acercaban al punto exacto dónde había caído, justamente también dónde había encontrado un rastreador.

«Escuadrón de reconocimiento y detrás, el de carga junto al de fusilamiento» pensó agudizando sus sentidos y arrugando el entrecejo cuando escuchó perfectamente las pisadas fuertes y sincronizadas de un pelotón más.

Súpersoldados.

Su corazón dió un vuelco, dejando de latir por un segundo.

La Organización Hydra sabía que estaba ahí, se habían tomado el tiempo para verificarlo, pero ahora lo sabían sin lugar a dudas. Era la única explicación que encontraba al ver que habían movilizado gran parte de su poderío militar.

Iban por él, para acabar lo que habían dejado a medias.

Desaparecer al Capitán Hydra de una vez por todas.

«Mierda» maldijo Steve sintiendo un crudo golpe de la realidad estampar contra su cuerpo, retrocedió con cuidado, sintiendo un nuevo miedo recorrer su piel al pensar únicamente en dos personas que seguían durmiendo en la ignorancia.

Corrió lo más rápido que pudo.



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