Capítulo 6: Un pésimo pronóstico del tiempo.

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Mansión de los Van Treek

—¿Eso es todo por ahora?

—Sí, es todo.

Kevin y Néstor ayudaron a Catalina con las tareas de sirviente de la mansión Van Treek, acción que llevaban realizando desde que la vieron caerse durante la tarde. Hipólito los interrumpió una vez se hizo de noche.

—Señorita, le solicito amablemente que deje de ayudar por hoy, ya lo ha hecho bastante.

—Sí, Hipólito. Solo quería hacer las labores del Marcelo —Catalina respondió con tono de preocupación.

—Y le agradezco personalmente por eso, pero debe de entender que su lugar dentro de la mansión es otro —le dijo el mayordomo mientras se marchaba, momento en el que se giró para guiñarle un ojo a la heredera—. Le pediré ayuda cuando la necesitemos, pero por favor no actúe por cuenta propia.

—¡Gracias!

La joven y sus guardaespaldas se fueron a sus aposentos. La orden era estricta: ambos deben estar en todo momento con Catalina, razón por la cual se les permitió tener un lugar dentro de su habitación para que pudiesen descansar sin abandonar sus deberes. Al llegar, un pequeño perro de raza shiba inu le dio la bienvenida a su dueña saltando encima de ella, moviendo su colita rápidamente. La habitación de Catalina era amplia, con una cama de tamaño king con sábanas de color rosa y con un montón de peluches de la empresa Sanrio que adornaban una enorme variedad de muebles, repisas y estantes. El paisaje incluía, además, una hermosa puerta que daba a su baño personal y un gran televisor de pantalla plana que se desplegaba desde el techo.

Luego de acariciar a su mascota, la joven se desplomó extendidamente sobre su cama.

—¡Oh! Ustedes dos —Catalina recién se había dado cuenta que no le había dirigido la palabra a sus guardaespaldas—. Perdón por no hablarles, me concentré mucho en mi trabajo y...

—No es necesario que nos hable —Néstor respondió cortante—. Nosotros estamos acá para protegerla, no para hacer vida social.

—Lo sé, es solo que termino aburriéndome mucho dentro de esta mansión, pero si no quieren hablar no hay ningún problema.

—¡Yo quiero hablar! También me aburro, y no quiero que mi único contacto humano durante el día de hoy sea este hueón —dijo Kevin mientras se sentaba en un pequeño sofá rosa que se encontraba a un lado de la cama. Catalina no pudo evitar escapar una pequeña risa.

—Son simpáticos y no se ven viejos. ¿Cómo se llaman? ¿Cuántos años tienen?

— Yo me llamo Kevin y tengo veintiuno.

—¡¿Veintiuno?! ¿Y con esa edad ya trabajas como guardaespaldas del gremio? Apuesto que eres fuerte —Catalina miró a Néstor—. ¿Y tú?

Néstor se negó a responder. Solamente lo hizo porque Kevin se lo pidió con la mirada.

—No seas pesado, hueón.

—Me llamo Néstor —respondió dirigiendo su mirada al techo—. También tengo veintiuno.

—¡Tienen la misma edad!

Kevin quedó igual de perplejo,imposible que tuviesen la misma edad. Él había sido el menor de la cuadrilla hasta que se integró Vania.

—Sí. Llevo entrenando desde chico, así que confío en mis habilidades.

—Me imagino. Para ser vasallo de los Swain, o de cualquiera de las grandes familias, hay que ser bueno en combate.

Hubo un breve silencio. Néstor miró seriamente a la heredera Van Treek.

—¿Qué sabes de ellas?

Kevin observó a Catalina y a Néstor, preguntándose por qué la conversación había cambiado de tono tan drásticamente.

Eterna, el universo elemental. Primer volumen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora