—¡Te dije que era acá, hueón! Cuánto tiempo nos perdimos por tu culpa.
El sol apenas se veía sobre la cordillera cuando un ojeroso y magullado Ever Kovacic caminó por un camino de tierra empujando su moto, la que se había quedado sin bencina. Molesto, le reclamaba a Héctor González por el tiempo perdido, puesto que ambos llevaban casi dos días buscando el pueblo de Pelluhue. Únicamente alertados por una potente explosión lograron llegar al mirador de la araucaria mágica.
—No fue tanto, y aún no sabemos si estamos cerca, aunque tenemos una forma para confirmarlo. ¿Qué hora marca tu reloj?
Héctor González acarició su barba. Su profunda voz calmada parecía apaciguar a su compañero de viaje. Se sentía tranquilo, pues podía sentir el maná de la cuadrilla de Yovanka cerca de allí, confirmando que estaban todos con vida.
—15:45 —Ever respondió molesto—, ¿y el tuyo?
—Las 10 de la noche.
—Entonces... ya estamos acá... pero ese árbol... —Ever apuntó hacia el gigantesco árbol que parecía brillar a la luz del alba—. No recuerdo haberlo visto la última vez.
—Siempre lo estuvo, algo pasó.
—Espero que no tengamos problemas al llegar al pueblo, estoy de un pésimo humor.
—La cuadrilla tres sigue allí, y los Pulluche son pacíficos, hace mucho tiempo que no adoptan conductas bélicas contra los extranjeros.
—Bien —Ever señaló a su compañero con el dedo índice—, porque lo que menos quiero es tener que lidiar con una otra tanda de Mapuches antiestado.
Cuando los adeptos veteranos comenzaron a bajar al valle, fueron sorprendidos por un montón de armas que los apuntaban. Héctor levantó las manos y Ever, visiblemente molesto, solo siguió sosteniendo su motocicleta. No tardaron en darse cuenta de que era armamento del Gremio y de que estaban siendo encañonados por una cantidad no determinada de Pulluche.
—Momento, esto no debería pasar —Héctor exclamó, visiblemente sorprendido—, ¡venimos en son de paz!
—Una de dos. O la cuadrilla tres fue capturada, o Illich comenzó un movimiento reivindicatorio indígena. Sea como sea hay que intervenir.
—¡¡¡No confiamos en extranjeros, la comunidad de Pelluhue está en pie de guerra!!! —Uno de los Pulluche gritó desde un árbol sin dejar de apuntar con el arma.
—¿Guerra? ¡No entienden, nosotros...!
La bicicleta de Ever se desarmó, transformándose en un montón de púas metálicas que apuntaban hacia donde estaban todos los Pulluche hostiles.
—Ever Kovacic, comandante del Departamento de Control de Adeptos. Tienen diez segundos para bajar todas sus armas, o si no...
—¡¡¡Alto!!!
Antes de que Kovacic elevase su maná, una adepta conocida apareció corriendo al frente a todos. Se trataba de Yovanka, la bruja de la cuadrilla tres, vestida con su chaqueta de cuero y falda habituales.
—¡¡¡Illich!!! —Héctor y Kovacic gritaron al unísono.
—¡¡¡Doña Yovanka!!! —Exclamaron los Pulluche.
—Eh, ¡hola! Miren, tenemos que explicarles muchas, pero muchas cosas. —Miró a los Pulluche—. ¡¡¡Bajen sus armas, ellos son aliados!!!
Los locales hicieron caso de las órdenes de Yovanka, sorprendiendo a los adeptos del Gremio y sobre todo a Ever, quien volvió a reconstruir su motocicleta.
—Bien —Ever volvió a sostener su moto con ambas manos mientras continuaba avanzando hacia el pueblo—, cuéntanos lo que pasó con todos los detalles posibles.
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Eterna, el universo elemental. Primer volumen.
FantasyChile, 2014. Atentados terroristas, desastres naturales, crisis de credibilidad en el Estado y las fuerzas del orden. La nación lleva más de un año siendo azotada por una serie de desgracias provocadas por los adeptos, personas con la capacidad de...