Capítulo 7: El caos perfecto

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La sede del Gremio de Adeptos en Rancagua era notoriamente más pequeña que la de Temuco, ya que solo consistía en un grupo de oficinas en un edificio cualquiera. La cercanía con la capital Santiago permitía mover recursos más rápidamente hacia la ciudad, por lo que el Gremio había decidido hace años abaratar costos y no construir una sedecomo en otras regiones.

Mientras subía por el ascensor de aquel edificio, que además era uno de los más grandes de Rancagua, Yovanka pensaba profundamente sobre cómo proceder con la misión. Para ella, todo se volvía más confuso con el paso del tiempo, y a pesar de que trataba de decidir los siguientes pasos a tomar, en su cabeza solo resonaban las palabras que Laura había pronunciado hacía ya unas horas.

—¿Me estás hueveando? ¿A qué hora fue eso?

—Más o menos como a las 3 de la mañana. —Laura bebía un poco de la energética marca Gatorade para aguantar la resaca—. Era fuerte, y nos amenazó con destruir la población cercana a la casa del Manuel si nos poníamos agresivos. No pudimos hacer mucho realmente.

—Tranqui. A todo esto, ¿decías que les pasó un amuleto?

—Sí, mira.

La joven hurgó en su mochila y le entregó el amuleto a Yovanka, quien lo observó con atención. Se trataba de un bello talismán dorado de forma esférica que estaba adornado con muchas ramas delgadas de pequeñas hojas. En su centro, una extraña joya color turquesa completaba una visión que, por alguna razón, se le hacía conocida a la bruja.

—¿Pasa algo? —la joven se dio cuenta que Yovanka no paraba de mirar el objeto.

—Esta forma —dijo Yovanka, ajustando sus gafas—, creo que la he visto en algún lado.

—¿En serio?

—La verdad, no estoy segura.

—Entonces intenta hacer memoria, Yova, porque a esa adepta la venía persiguiendo alguien.

«¿Persiguiendo alguien? ¿A Camilo le habrá pasado lo mismo?»

Ese fue el último pensamiento que cruzó por la mente de Yovanka, ya que en ese momento el ascensor se detuvo en el piso 35 de un edificio de 10: había llegado a la oficina del Gremio, la que parecía más una compañía de seguros que una sede propiamente tal. Oficinistas adeptos de rango cabo hacían su trabajo junto con algunos policías, tanto de Carabineros como de la Policía de Investigaciones (PDI), y todos se movían apurados de un lado hacia otro. Las noticias de la reunión que haría la Legión de Fuego ya habían llegado, lo que provocó la alerta. Al salir del ascensor, dos carabineros se acercaron a la adepta.

—¿Yovanka Illich?

—La misma que viste y calza.

—Muy buenas tardes, por favor acompáñenos. El señor Carrera la espera.

Los oficiales de policía escoltaron a la joven hacia la oficina del jefe del lugar, Douglas Carrera, un cabo miembro del clan del mismo nombre, y especializado en coordinar acciones entre el Gremio y el Ministerio de Defensa. Cuando entró a la oficina, Douglas se encontraba hablando con Ever Kovacic por teléfono, por lo que aprovechó para inspeccionarlo al detalle: su pelo engominado hacia atrás parecía lengüetazo de vaca y su traje negro lo hacía parecer como si siempre estuviese de luto. Una etiqueta innecesaria, a juicio de la adepta.

—... sí, y de hecho acaba de llegar. Tendremos los recursos pronto, pierde cuidado, está todo bajo control. Cuando vengas, nos juntamos a conversar... sí, adiós. —Douglas colgó el teléfono y colocó sus codos sobre la mesa, apoyando su mentón en sus manos juntas—. ¿Eres Yovanka Illich? ¿Conoces a Ever Kovacic? Es mi amigo y me dijo que eras una adepta competente para la misión. No te conozco, pero confío en su palabra. ¿Ya tienes algo pensado?

Eterna, el universo elemental. Primer volumen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora