—¿Y sabés lo que me dijo? Ve y habla con Ruggieri. Ese mismo, el mismo forro de Ruggieri al que me derivaron tres veces antes.
Juan Bautista Artigas ya llevaba más de veinte minutos contándole a un visiblemente borracho Néstor Virgili —convertido en Mario Passarela— acerca de los casos de corrupción en la Cofradía de Adeptos. El chileno se preguntaba si no estaba viendo el lobby político más rústico de la historia, todo mientras miraba a sus alrededores intentando identificar si el telépata a servicio de Sarmiento estaba o no escondido entre la multitud de aquella masiva fiesta.
—Lo tienen tan mal. —Se lamentó Juan, enterrando su cabeza en la barra bajo sus brazos—. ¡San Martín estaría tan decepcionado! ¡Qué pensaría Perón!
El hombre bebió su copa de un solo trago, y Néstor, luego de confirmar que el telépata no se encontraba en la zona, le tomó el hombro.
—Che, no me cabe la menor duda de lo que estos pelotudos de la Cofra han hecho con todo, pero... no hablemos de eso. —El adepto le hizo una seña al barman al mismo tiempo que le sonreía a su compañero de copas, guiñándole un ojo—. Hablame de ti.
Un nervioso Juan Bautista se separó de la mirada seductora de su compañero de tragos, sonrojándose levemente.
—Pará che, que me ponés nervioso.
—¡Entonces dejá de boludearme con temas políticos que yo ya sé! —se rio.
—Perdoná, tenés razón.
Luego de hacer un brindis, el chileno recitó de memoria la información entregada en los documentos de la Cofradía y que señalaban los antecedentes completos de Mario Passarella, esto mientras su compañero de borrachera lo observaba con algo de curiosidad. Para Néstor, su reacción era extraña, ya que sabía que convivía a menudo con oligarcas gracias a su empleo como guardaespaldas de Sarmiento.
—¡Sí que ustedes la tienen fácil!
—Bueno, mi viejo se rompió el orto para poder dar lujos a la familia, ¿qué querés que hiciera? ¿Que me negara y me fuera a vivir a la calle?
Al decir esas palabras, el adepto quedó pensativo por un momento. Se había aprendido en poco tiempo toda la vida de una persona que hasta hace pocos días ni sabía que existía, y había sido testigo de cómo los traumas de su compañera salieron a flote en medio del baile, pero todavía no sabía absolutamente nada sobre él mismo. A medida que el alcohol ingresaba en su cuerpo, comenzaba a cuestionar su verdadera existencia, aunque ese no fuese ni el momento ni el lugar adecuado para hacerlo.
«¿Quién es Néstor Virgili?», pensó para sí mismo, sin saber si sus cuestionamientos se daban por la borrachera o por efectos de la técnica del telépata. El adepto recordó la esperanza de que el elixir preparado por su compañera fuese capaz de despejar parte de sus dudas, por lo que se armó de ánimos para sacarle información a su acompañante.
—Creo que ya te hablé mucho de mí, ahora habláme de vos —dijo bebiendo de su copa.
—Bueno, qué te puedo decir, yo cuando pibe viví en Mar del Plata, en La Herradura.
Néstor inclinó su rostro como si no entendiese lo que decía, a pesar de que sabía claramente a lo que se refería su compañero.
—¿Sabés lo que es eso no? Siempre venden a Mar del Plata como un paraíso turístico, casi como si fuese la «Suiza de Sudamérica». —Juan bebió de su copa—. ¡La vida ahí era una mierda! Corrí de los chorros, vi a mis tíos morir por las guerras de las pandillas, ¡hasta a mí casi me matan!
—Lamento oír eso.
—Pude haber caído, pero mi poder siempre me protegió, y es ahí donde apareció Sarmiento...
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Eterna, el universo elemental. Primer volumen.
FantasyChile, 2014. Atentados terroristas, desastres naturales, crisis de credibilidad en el Estado y las fuerzas del orden. La nación lleva más de un año siendo azotada por una serie de desgracias provocadas por los adeptos, personas con la capacidad de...