Capítulo 13: El último tango en Mendoza

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—Pasá.

Julieta Marchese llegó a eso del mediodía e ingresó con una enorme maleta a la residencia en donde se estaban quedando los chilenos. Yovanka, personificando a Emma Carrizo, la recibió abriendo el portón.

Ya en el interior, ambas adeptas colocaron la maleta sobre la mesa de la sala de estar, y al abrirla inspeccionaron su contenido: un montón de piezas de metal de color oscuro. Allí, la chilena pudo distinguir cañones, cargadores, guardamanos, empuñaduras, gatillos y guardamontes, un par de cada uno. Se trataba de un arsenal de armas de fuego, las que estaban listas para ensamblarse. Reconoció también el modelo al que pertenecían las partes, ya que eran similares a las de los potentes cañones antiadeptos utilizados tanto por el DCA como por altos rangos de las fuerzas armadas no adeptas que se involucraban en misiones relacionadas con el Gremio. Mientras observaba las piezas y tomaba el manual de instrucciones para armarlas, notó que el rostro de la adepta argentina se encontraba con un semblante melancólico.

—Perdoná, pero solamente así pudimos pasar estas. Ni idea de donde las sacó Verón, este modelo no es usado por la Cofradía.

Tranqui —Yovanka se sentó en la mesa y tomó algunas de las piezas de metal, comenzando a ensamblar un arma—, hay tiempo.

Néstor Virgili dormía profundamente en sus aposentos, puesto que la noche anterior había sido física y emocionalmente difícil para él.

En las noticias no se hizo mucho eco de la muerte del telépata Federico Marchese, ya que lo que Yovanka había visto durante la mañana había sido el único reporte de la situación. La Policía Federal tampoco se había hecho presente en la residencia, a pesar de que Mario Passarella era un sujeto de interés para la investigación. Para la adepta eso era bastante extraño, más que mal el asesinado era la mano derecha de Bartolomé Sarmiento, un reconocido líder a nivel nacional.

—Tenés que estar tranquila. Ya está arreglado para que ni a vos ni a Néstor los vengan a revisar.

—¿En serio? Gracias, ya me veía fingiendo un matrimonio feliz con él. —Miró a Julieta—. ¿Tú y el telépata tenían algún tipo de relación?

—Sí, era mi primo. Incluso fuimos al cole juntos, aunque nunca me junté mucho con él. Era el orgullo de su rama familiar hasta que se fue a la universidad y conoció a Sarmiento. Mis viejos siempre se preguntaron qué fue lo que había visto en su mente como para apegarse tanto a sus ideas.

—Ayer vimos que Sarmiento era un adepto de otro nivel... y probablemente vaya a mover todos su recursos para averiguar qué fue lo que pasó.

—Sí, por eso es necesario que vayas pensando en algo. Pudo morir Fede, pero Sarmiento ha reforzado su seguridad al máximo y ha cancelado sus reuniones, dejando solo las más importantes. También tiene movilizada a toda su gente por la ciudad, y es cuestión de tiempo que encuentren la ubicación de este sitio.

—Pero ellos no pueden llegar y hacernos algo. Hasta donde yo sé, no encontraron evidencia.

—Por eso mismo van a poner vigilantes en todos los que estuvieron ayer en el hotel. Tienen que ser precavidos.

—Así lo haremos, ya viste que somos profesionales. —Guiñó un ojo al mismo tiempo que terminó de armar su pistola, mirándola desde varios ángulos—. ¡Listo! Igual hace tiempo que no tomaba una de estas.

—¡Qué bueno que estás con confianza! Mirá esto —se rio y sacó de la maleta una pequeña caja metálica, la que al abrirla mostró dos municiones 9x39 mm. que parecían estar fabricadas de cristal—, solo pudimos conseguir dos tiros.

Dicho mineral se caracterizaba por ser el único capaz de traspasar escudos de maná, algo que las balas normales no podían lograr ni contra un adepto que apenas aprendía la técnica. Por lo tanto, era el material clave para las municiones ocupadas tanto por las organizaciones de control de adeptos como por las fuerzas armadas de los distintos países en donde se monitoreaba actividad de maná de sus ciudadanos o se combatía con mafias de alto nivel.

Eterna, el universo elemental. Primer volumen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora