Capítulo 16: El maestro de las pesadillas

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Región de Valparaíso, Chile.

La comuna de El Quisco era nacionalmente conocida por tener playas que se volvían balnearios populares para los chilenos de la zona centro durante el verano. Sin embargo, aunque ya era primero de Mayo y el día estaba amablemente despejado para un día de playa, los turistas escaseaban. A pesar de que los ataques de adeptos habían comenzado a disminuir desde la intervención de los Swain y los Carrera en el cónclave, una potente distorsión de maná proveniente desde la frontera entre Chile y Argentina, la que retumbó en todo el cono sur, disuadió a muchos adeptos y no adeptos de querer salir durante ese feriado.

Lo anterior dicho era un alivio para los residentes de la comuna, quienes podían disfrutar de la playa un día feriado sin tener que soportar a los siempre ruidosos santiaguinos. Ese mismo pensamiento era compartido por los cuatro adeptos sureños pertenecientes a la tercera cuadrilla de la sede de Temuco que disfrutaban de las bondades del litoral central. Yovanka había guardado su fiel abrigo de color café para colocarse un bikini deportivo color blanco y usar el poderoso artefacto adepto de su abuela como pareo, ya que necesitaba que sus adoloridos brazos, llenos de marcas producto de las fieras peleas recientes, recibieran luz solar. A su lado, una Vania vestida con su usual combinación de polera holgada más pantalones cortos tomaba notas dentro de un cuadernillo, junto a la fiel gatita calicó que siempre invocaba y que jugaba con Cremino, la mascota de la cuadrilla. Más allá, y alejados del público, Kevin y Néstor hacían sparring ante los ojos de algunos curiosos. El hecho que solo llevasen trajes de baño les daban la apariencia de peleadores de alguna arena clandestina a los ojos de la bruja.

—¡¡¡Néstor!!! —Yovanka gritó hacia los pugilistas—. ¡¿Me vas a acompañar o no?! ¡Este hueón se desocupa dentro de poco!

—¡¿Jefa?!

—¡Piensa rápido culiao!

La distracción de Néstor provocó que este recibiese un golpe cariñosamente dirigido a su rostro por parte del Pulluche.

—¡¡¡Ah, por la chucha!!!

—¡Esto es por lo del otro día!

—Sí claro, maldito con... —El adepto de aire acumuló maná listo para lanzarse con todo hacia su compañero.

—¡¡¡Néstor!!!

—¡¡¡Ya jefa, ya!!! —Dejó de acumular maná, frenando en seco su ataque.

—¿Por qué paraste? ¿Te retó la jefa? —El Pulluche respondió burlesco.

—Bla, bla, después seguimos.

Néstor dio media vuelta, levantando en el proceso una potente ráfaga de aire que cubrió con arena al Pulluche,.

—¡Oye! —Kevin intentó quejarse y escupir arena al mismo tiempo, ante las risas de los testigos.

—¡Vamos, jefa!

Los adeptos temuquenses no estaban ahí por casualidad. Yovanka y Néstor caminaron en dirección hacia el puesto de salvavidas más alejado de la playa.

—¿Estás segura de que se ese Oráculo se va a desocupar ahora?

—Segura. —Yovanka miró el reloj de su celular—. Su turno debería terminar ahora a las cuatro. Me dijo que lo esperáramos en su puesto.

Al arribar al lugar indicado, ambos notaron como un grupo de lugareños comenzaba a reunirse a orillas de la playa para ver cómo un hombre moreno de figura tonificada, un cuidado cabello liso y negro, y vestido únicamente con un traje de baño rojo, llegaba hacia tierra firme con dos niños que lloraban y tosían. Era Carlos Pizarro, uno de los salvavidas del lugar y contacto de Yovanka.

Eterna, el universo elemental. Primer volumen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora