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—Lo siento mucho, Jimin.

Jimin era una persona sencilla. Tuvo una infancia feliz y se crió con buenos modales y responsabilidades. Destacó en sus estudios y siempre brindó honor a su familia; obtuvo buenos empleos hasta construirse una carrera sólida que lo hacía feliz.

Tenía las ganancias suficientes para permitirse una casa bonita y un auto, aunque prefería moverse en transporte público para reducir su huella ecológica. Donaba a la caridad y hacía trabajos de voluntariado dos o tres veces al año, según sus horarios; le interesaban las causas sociales y se involucraba en ellas tanto como le fuera posible.

Su salud era buena; se mantenía en forma haciendo pilates, meditaba cada mañana, no era fumador ni bebedor habitual, iba con su terapeuta por lo menos una vez al mes para hablar sobre sus preocupaciones y hace poco había reducido su consumo de carne y optado por una dieta mayormente basada en plantas.

Jimin era buena persona, un buen ciudadano. Ni demasiado ambicioso ni demasiado conformista; ni tan fantasioso ni un completo aguafiestas.

Como toda persona, él tenía un plan, uno sencillo, tal como él. Un plan de vida de pocos pasos:

Amor
Matrimonio
Bebé

Pero tal vez, a sus veintitantos años, se había tardado demasiado.

—Ojalá pudiera darte otras noticias —continuó la doctora con tono empático a la situación—, pero los análisis y estudios que realizamos dieron los mismos resultados: tu conteo de óvulos es demasiado bajo y tu útero ha comenzado a reducir su tamaño. Es algo muy común en omegas machos dominantes de tu edad.

Jimin estaba estupefacto, inconscientemente llevó sus manos a su vientre y una especie de vacío se instaló en su pecho a la realización de las palabras de la doctora.

—Eso quiere decir que… ¿soy infértil? —preguntó casi en un murmullo.

—No en su totalidad, pero la ventana de fertilidad es angosta —explicó ella pacientemente, ofreciéndole un vaso de agua al omega—, lo que quiere decir que si decides tener un embarazo puede costarte conseguirlo. Y si esa es tu decisión debe ser lo más pronto posible.

Jimin bebió el agua a sorbitos, su garganta y boca estaban completamente secas. Todo le daba vueltas, se sentía irreal.

—¿Pronto? —exclamó alarmado— ¡Pero ni siquiera estoy casado! Yo no tengo un alfa.

La doctora Lee lo miró con una suave sonrisa comprensiva, casi maternal, pues ella tenía un hijo casi de la edad de Jimin y pensar en que su hijo pasara por esto le encogió el corazón.

—No necesitas tener un alfa para quedar encinta —afirmó la mujer y comenzó a buscar unos folletos en su escritorio, luego se los entregó a Jimin—. Sé que las clínicas de fertilidad no son muy bien vistas para omegas solteros, pero si lo que quieres es concebir, esta podría ser tu mejor opción. Nadie tiene que enterarse, suelen ser muy discretos con los pacientes, y los donadores pasan por una serie de filtros para tener a los mejores candidatos. Además es anónimo.

Jimin había oído de parejas en su trabajo que habían acudido a clínicas de fertilidad, pero se trataba de inseminaciones in vitro, no de donadores. Nunca había escuchado de algún omega soltero que hubiera intentado algo así.

Con manos temblorosas tomó los folletos y los guardó en su portafolios sin decir nada más.

—Sólo piénsalo, ¿okay? —insistió la doctora antes de dejarlo salir del consultorio— No tendría nada de malo.

—Sólo piénsalo, ¿okay? —insistió la doctora antes de dejarlo salir del consultorio— No tendría nada de malo

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