IX

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Existe un tipo de sensación que no se puede explicar con ninguna palabra de ninguna lengua existente. Y no es como si antes alguien no hubiera intentado hacerlo, pero se necesita de un escritor sabio y veterano que sea capaz de tratar palabra a palabra esa calma y serenidad que baña todo el cuerpo cuando uno despierta lentamente y percibe la luz del sol con los párpados cerrados.

Esa oscuridad que no es oscura porque uno puede ver y adivinar el mundo de afuera, el mundo real, y siente que pasa el tiempo sin segundos que no se convierten en minutos, ni en horas. Y va sintiendo el cuerpo poco a poco, muy lentamente, le van despertando los poros de la piel, la sensación de las piernas y el tacto de las manos qué se aferran a las sábanas buscando un ancla.

Cómo podría un pobre escritor hablar del cantar de las aves en coro con el rezumbar de la calle viva y sus personas vivientes, o del dolor punzante que se hace consciente desde la base del cuello hasta los hombros por dormir en una posición incómoda, y de cómo el aroma dulce de una primera mañana dibuja poemas cortos con cada respiración. Y de cómo entonces descubre el hormigueo de su alma por abrazarse al cuerpo cálido qué yace entre sus brazos y sin abrir los ojos se hunde en su nuca y deja un beso dulce como una flor.

Nam...

Cómo podría explicar uno la plenitud de ese momento, la alegría de sentirse a salvo... de tener un hogar.

Era como si el mundo, por un segundo, se hiciera sueño y el sueño real.

—Hey, Namjoon...

El alfa abrió los ojos lentamente encontrando el mundo real demasiado opaco. La luz que entraba brevemente por la única ventana del cuarto era blanca y simple y sobre sus pies no provocaba demasiado calor, sólo lo suficiente para saberse vivo y capaz de sentir.

—¿Q-qué pasó? —habló con la garganta seca, su voz sonó como el croar de un sapo viejo.

Una mano le ayudó a levantarse y la plétora de sus músculos doloridos hicieron de su queja una mala sinfonía. Un vaso de agua llegó a sus labios.

La escena era confusa y todo alrededor parecía de papel mojado, demasiado roto como para tratar de descifrarlo. Era como si una bruma soporífera inundara el lugar.

—Buenos días, estrellita—canturreó una voz y entonces el alfa pudo enfocar a su hermano mayor a su lado— la tierra te dice hola.

Namjoon frunció el ceño y una punzada de dolor le hizo soltar un gemido ahogado. Tal vez fue el dolor lo que lo despertó del todo, al menos lo suficiente, y entonces fue capaz de averiguar que se encontraba en una habitación desconocida, pero con un aroma antiséptico demasiado particular; un hospital.

—¿Qué pasó? —repitió confundido llevando una mano a su frente para descubrir un apósito sobre su ceja derecha.

Jin tomó su muñeca y retiró su mano para que no se molestara el vendaje. — Nam... —suspiró— no hay forma sencilla de decirte esto, pero tu diagnóstico es muy grave... Al parecer, eres idiota.

Le tomó a Namjoon un par de segundos analizar las palabras de su hyung y entender el mensaje. Su cabeza no parecía estar en el lugar adecuado, todo era tan extraño, sentía que flotaba.

—¿Qué? —dijo enderezandose un poco, pero descubriendo que hasta el más mínimo movimiento le resultaba terriblemente doloroso, como si cada extensión nerviosa tuviera una descarga eléctrica poderosa.

—Que eres idiota —confirmó Jin con seriedad— sólo un idiota cruzaría una calle sin fijarse.

Un sonido fuerte y el olor de neumáticos en el pavimento despertaron en el fondo de su memoria.

Plan B -NamMin°Minimoni-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora