XVIII

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En cuanto los tacones de Jihyo dejaron de sonar por el pasillo, Jimin sintió que podía respirar de nuevo.

Había sido mejor de lo que había esperado, pero aún así, la impresión de encontrar a su hermana y confesarle su embarazo, o al menos la parte más importante de su situación, lo había puesto como gelatina.

Dos pares de ojos estaban sobre él, pero Jimin sólo pudo corresponder a una sola mirada. No sabía cómo o porqué Nam estaba ahí, pero no importaba, todo su sistema reconocía su presencia como algo bueno.

Quería lanzarse a sus brazos y olvidar todo lo que había pasado desde que entró a la oficina del decano y luego vio a su hermana, pero, se recordó de pronto, no era ni el momento ni el lugar. Había testigos cerca.

—Señor Kim, ¿puedo ayudarle en algo? —su voz sonó rara, pero nadie pareció notarlo.

Namjoon apretó los labios y luego de dos segundos comprendió el juego y respondió:

—Quisiera hablar con usted sobre... mi calificación parcial, por favor.

Las manos de Jimin sudaban, su corazón latía fuerte por algo diferente a la ansiedad de antes, pero aún así mantuvo la compostura.

—Claro, podemos hablar en mi oficina —señaló el pasillo— ¿Vamos? —Ni tarde ni perezoso, Namjoon comenzó a caminar pasando frente a él con una postura rígida y estática, pero sólo su aroma fue suficiente para que Jimin tuviera que ahogar un suspiro. Entonces, como una presa del bosque, giró nervioso cuando sintió movimiento a su espalda. Era Taehyung, regresando a su estudio tratando de ser silencioso—. Taehyung —lo llamó de forma casi automática. Su amigo se giró y esperó, pero a Jimin de pronto se le hizo imposible hablar— G-gracias.

Gracias, ¿por qué?, ¿por advertirle de la inesperada visita de Jihyo?, ¿por defenderlo, según dijo su hermana, de las acusaciones de las personas?... Ni siquiera sabía, pero aún así Taehyung lo miró con esos bonitos ojos castaños tan llenos de amor y comprensión, y dijo:

—No fue nada, Jiminnie.

Y sin más, cada uno retomó su camino.

Jimin no recordaba que la distancia hasta su oficina fuera tan larga. Le parecían kilómetros justo en ese momento. La caminata ocurrió en absoluto silencio, no sabía si Namjoon entendía que decir algo en público era riesgoso o, al igual que él, sentía que si abría la boca difícilmente podría controlar el resto de sus impulsos.

Cuando finalmente llegaron a la puerta de su oficina, Jimin insertó la llave disimulando la prisa que tenía y empujó la puerta para dejar pasar primero a Namjoon, con tal educación que, al instante en el que la madera de la puerta se cerró, desapareció.

—Jimin, yo...

Pero Jimin no lo dejó terminar. Antes de que pudiera decir otra cosa, ya se había abalanzado hacia él para hundir su cara en su pecho.

Era confuso, era tonto e inapropiado, pero a Jimin no le importaba. Deseaba, tan profunda y locamente, que el aroma de Namjoon se le metiera en cada poro que comenzó a restregar su cuerpo contra el suyo, a inhalar cómo si quisiera consumirlo, a tocar cómo si nada más existiera.

Había arrinconado, prácticamente, a Nam contra el escritorio y por un momento el alfa no reaccionó a sus atrevimientos, pero entonces lo hizo. Y cuando lo hizo...

Todo fue perfecto.

Las manos de Namjoon correspondieron buscando su cintura y apretando sus cuerpos juntos, el calor de su piel quemaba bajo la piel del otro. Las manos de Jimin se cerraron en puños sobre la ropa de Namjoon cuándo el alfa les dio la vuelta y lo sentó sobre la superficie de madera del escritorio.

Plan B -NamMin°Minimoni-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora