4. Infinito.

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Una de las cosas que más le gustaba de haber adoptado a Pipo, era que inconscientemente de esa manera se obligaba a sí mismo a salir de casa para pasearlo.

Erick había utilizado ese espacio de tiempo, entre tirarle la pelota a su mascota y echarle un ojo encima mientras Pipo corría por el parque con sus amigos perrunos, para pensar en lo que había ocurrido. No había llegado a ninguna solución exacta, porque de alguna manera tampoco lograba entender del todo qué era lo que ahora lo ligaba a Joel. Para él no había nada, por eso mismo decidió ese mismo día que no pensaba soportar el comportamiento ardientemente molesto de ese señor.

Se lo comunicó a Pipo al volver a casa.

Ambos se sentaron cenando en el sofá y Erick le soltó algo como: "Vi en tu cara que te gustaron sus botas, pero realmente no quiero volver a verlo". Y Pipo se acurrucó a su lado, en una muestra de cariño que él interpretó como que daban igual las botas que hubieran por el mundo, Pipo siempre elegiría romper las suyas.

Sólo un día después de eso, salió de trabajar lamentándose por haberse dejado el paraguas en casa. Inverness estaba genial para vivir, en serio, aunque eso de que lloviera inesperadamente cada vez que al cielo le daba la gana no era del todo de su gusto. Es decir, ya se había rehusado a mirar el programa del tiempo cada noche, honestamente.

—Joder...— se quejó corriendo hacia su coche. Ese día llevaba las témperas encima, lo que sin duda era un desastre.

Estaba tan enfrascado en no resbalarse bajo la lluvia, que casi pasó por alto la figura larga que estaba apoyada a la distancia sobre su vehículo.

Algo delgado pero con musculatura tonificada, no llegaba a ver sus rasgos debido a la sudadera con capucha que llevaba empapada cubriendo su cuerpo y cabeza, aunque definitivamente estaba mirando en su dirección. Llevaba las manos en los bolsillos, sin ninguna especie de bolsa o mochila cargada al hombro. Sólo su figura distorsionada por la lluvia y ya está.

Su corazón se detuvo deteniendo también de raíz sus pasos en cuanto el desconocido sacó una de sus manos del bolsillo.

Es otra arma. Corre.

Dio un paso atrás, sin embargo se quedó todavía más bloqueado al ver que no había ningún arma, y que el chico solamente había sacado una mano del bolsillo para agitarla en forma de saludo en su dirección.

—¡Hola!— se escuchó a través de la lluvia—. ¡¿Te acuerdas de mí?! ¡Soy Louis, nos vimos el otro día en Dragon Ink!

Quizá presa del pánico había borrado su rostro de la mente, pero por supuesto que recordaba ese nombre.

Y por supuesto que no le hacía gracia tenerlo frente a él.

—¡¿Necesitas algo?!— fue el turno de Erick para preguntarle.

Louis encogió los hombros, señalando su humilde Ford KA con la cabeza. De nuevo, no tenía ni idea sobre qué le había llevado a pensar que ese era su coche, pero en efecto lo era.

—Sólo me gustaría hablar, compañero, si eso está bien para ti.

—Tengo mucha prisa, lo siento.

—Oh, no hay problema. Puedo venir mañana si hoy estás ocupado.

La certeza con la que pronunció esa frase, como si no estuviera en sus planes dejarlo escapar, fue suficiente para que Erick se quedara mirándolo a la distancia y entrecerrara la mirada en su dirección.

Ya se acordaba de su rostro. Se acordaba de sus ojos azules y sus pómulos marcados. Se acordaba del arma que empuñó y la ácida respuesta que le dio a uno de los hombres.

Dragones De Tinta || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora