25. Jeroglíficos.

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El móvil se cayó de sus manos hasta romper su pantalla en el suelo.

Al escuchar aquella voz en el más tétrico conticinio de la noche, lo único en lo que pudo pensar fue en dejarse llevar y estallar en llanto. Eso hizo, aunque más bien fue porque, al girarse hacia su cama, no encontró a nadie más que al verdadero amor de su vida sentado en sus sábanas blancas, en la cama que tantas y tantas veces habían compartido sin temer adorarse.

Lo primero que vio fueron los hematomas visibles en su rostro, los cortes ya casi curados en su labio y pómulo y la forma vulnerable en la que sus quebrados nidillos se mostraban cerrados en puños en su regazo. Vestía una sudadera blanca con capucha y un pantalón ancho grisáceo. Erick sabía que no era su ropa. No era difícil de descubrirlo. Tampoco le apetecía analizarlo en ese momento, pues en lo único en lo que pensó fue en correr hacia Joel y aferrarse a su cuello con un abrazo resistente.

Erick no se creyó que eso era cierto hasta que hundió la nariz en sus rizos y absorbió su aroma natural. Las manos de Joel no lo tocaron, no correspondió y no se mostró dispuesto a hacerlo, por lo que Erick se alejó para mirarlo a los ojos. Sus manos le acunaron el rostro lastimado sin poder evitarlo.

—Joel...

—P-Perdón... Perdón. Perdón...

Erick se apresuró a negar con la cabeza cuando lo escuchó sollozar. Sus manos de pronto estaban empapadas de lágrimas ajenas, y para él fue como cometer un pecado.

—No, no, no, mi amor... Estás aquí... Joel, estás aquí. Estás aquí...

Su frente cayó delicadamente hasta la de Joel, sin soltar su rostro. De pronto sintió la mano de Joel yendo lenta hasta su nuca, enredándose en su cabello para mantenerlo en esa posición.

—Perdón...

—No me digas eso— le pidió, frotando la punta de su nariz con la contraria. Sentía sus propias lágrimas llegar hasta su barbilla—. Estás aquí por fin... No hemos dejado de buscarte, no hemos... Joel... ¿Estás bien? ¿Estás herido? Dime que... ¿Tienes hambre? Solo dim-...

Joel lo detuvo entonces, cuando de repente tiró del agarre que mantenía en la nuca de Erick hasta que sus labios y los contrarios estuvieron sellados.

Erick no se pudo creer que aquello estaba ocurriendo otra vez, aunque las manos de Joel de repente cobraron vida para empujarlo hacia él, provocando que Erick se sentara en su regazo y estuviera mucho más cerca. Mientras correspondía le acarició el cabello, el rostro, los hombros y cualquier pedacito de su cuerpo disponible.

Al separarse, tomó aliento y se alejó para mirarlo a los ojos. Joel se acurrucó en su mano izquierda y escondió la nariz en su piel. Tenía los ojos cerrados, los cuales se mantuvieron así en el momento en el que Erick se giró para encender la luz de la mesita de noche y así poder mirarlo un poco más.

La luz le permitió descubrir más marcas en su rostro, así como más fantasmas que permanecerán eternamente en su memoria y el manto de sus ojos. Erick llevó de nuevo la mano a su otra mejilla para acariciarlo.

—Estás aquí...— susurró despacio sin dejar de mirarlo—. Realmente estás aquí...

Joel abrió sus ojos lentamente tras oírlo. Sus pestañas batieron despacio en cuanto examinó el rostro de Erick. Para él no era difícil darse cuenta de que Joel llevaba sin descansar demasiado tiempo como para ser cierto.

Joel frotó despacio la mejilla contra la mano de Erick.

—Lo siento mucho...

Él le mantuvo la mirada durante largos segundos en silencio.

Dragones De Tinta || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora