8. Brújula.

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No había vuelto a hablar con Joel desde... pues, eso...

Esto no es algo a lo que normalmente Erick le daría importancia. Es decir, había sido un beso— un buen beso, mentiroso—, no era como si hubieran hecho exorcismo y corrido en círculos alrededor de una estrella iluminada por velas. Se había dado muchos besos con las personas suficientes para decir que tenía experiencia en eso, vamos. El problema era que, en esos casos, o no volvía a ver a los hombres en su vida, o por el contrario mantenía una relación sentimental con ellos.

Y, definitivamente, no pasaba nada de eso con Joel.

Ni ganas.

De hecho, no se sorprendió en lo más mínimo al recibir un mensaje de Joel el martes por la noche. Claro y conciso.

"Mañana no puedo ir, lo dejamos para el lunes"

Estuvo incluso agradecido de poder dormir un poco más el miércoles por la mañana. Se excedió en el paseo con Pipo, leyó un poco y recordó lo bien que se sintió quedar con sus amigos el día de antes para almorzar. Es decir, ellos eran el núcleo de todo, no le importaba quedar con más gente mientras ellos estuvieran también. Quedar los cuatro se sentía como volver a nacer.

Y por supuesto que no les contó lo que pasó con Joel. Le quedaba un poco de amor propio, venga.

El miércoles, su trabajo se basó en ayudar a dos alumnas del instituto que no sabían cómo perfeccionar el dibujo a mano alzada. Erick enseñó a su clase varias técnicas y terminó dibujando en su lienzo una representación perfecta del torso de El David. Quedó bastante orgulloso del resultado, al nivel que pensó incluso en llevarse el cuadro a su casa, a pesar de que al final decidió dejarlo ahí y permitir que los conserjes hicieran lo que quisieran con los restos de su arte.

Al salir de trabajar, su mente estaba inmersa en la lista de la compra que se había olvidado en casa. Mientras caminaba hacia su coche a través del parking, trató de memorizar algunas cosas que había apuntado.

Y de pronto frenó en seco.

Un coche entró a toda velocidad por las puertas del parking, derrapando incluso. Erick se quedó bloqueado ante el escándalo y la escena, sobre todo cuando el coche frenó unos metros lejos de él y la puerta del conductor se abrió violentamente, reflejando a nadie menos que a Louis ahí.

El problema era que no parecía ser el Louis que Erick conocía.

—¡Sube! ¡Rápido!— demandó, desviando la mirada hacia la entrada del parking.

Erick dudó en actuar, sobre todo a la idea de subirse en ese coche, pues Louis no parecía en las condiciones para conducir, honestamente... Sin embargo, caminó hacia él y se subió al asiento del copiloto.

No había cerrado la puerta cuando Louis dio marcha atrás, aparcando el coche y apagando el motor con fuerza. Erick lo miró un tanto sorprendido.

—¿Loui-...?

—Agáchate. Erick, vamos. Cierra la puerta y agáchate.

Cerró la puerta, mirándolo con duda.

De un segundo a otro, dos nuevos coches entraron al parking. Al verlos, Louis no dudó un segundo y agarró a Erick de la nuca, empujándolo sin miramiento para que su cabeza no sobresaliera y pudiera verse a través del parabrisas. Louis también se agachó, cara a cara frente a él.

—¿Qué pas-...?

—Erick— pidió demasiado nervioso, tanteando su espalda—. Silencio. Por favor.

Erick lo miró sin entender lo que sucedía a su alrededor. Ni siquiera entendía qué estaba sintiendo en ese momento, si era terror, desconcierto, indignación por no entender nada o intriga.

Dragones De Tinta || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora