10. Flecha.

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Después de eso, su coche apareció completamente nuevo frente a la puerta de su casa el sábado. Se enteró porque bajó a pasear a Pipo y, justo entonces, recibió un mensaje de Louis preguntando si lo había recibido, que las llaves estaban en el buzón y que habían aprovechado para cambiar todas las alfombras. Muy considerados.

Y, claro, comentaba eso de que habían sido muy considerados, porque era lo mínimo que podían hacer. Es decir, el líder de una red de peleas ilegales le había volado el coche simplemente porque disfrutaba hacerle putadas y salir airoso. Por supuesto que había pensado en denunciarlo y ya. Lo comentó en aquel intento de reunión, y lo único que consiguió fue que los tres se tiraran sobre él y comenzaran a literalmente rogarle para que no hiciera eso, pues sería mucho peor por cualquier razón que Erick no comprendía. Lo que significaba que todavía no lo sabía todo. Y eso lo enfadaba.

Lo enfadaba y molestaba a niveles estratosféricos, debido a que había visto su jodida vida en peligro más veces en el tiempo que conocía a Joel que en toda su existencia viviendo en Edimburgo. Lo que era... sin duda una locura.

Ah, para colmo, el lunes lo único que no podía tolerar sería una clase más de defensa personal. Estuvo demasiado tentado a simplemente mandarle un mensaje a Joel y decirle que lo dejara por ese día, aunque al final visto lo que estaba ocurriendo a su alrededor pensó que lo mejor sería acudir.

—Acabaremos pronto— le prometió iluso a Pipo, rascándole la barriga en el balcón—. Cuando el imbécil de Joel se decida por venir, claro.

Pipo lamió su mano y se acurrucó en su estómago, provocando que Erick sonriera y le acariciara la oreja ahora. Llovía, hacía un poco de frío y el café que tenía en su mano solo calentaba gran parte de su brazo. Parecía ser suficiente.

Luego, la hora a la que Erick se solía ir llegó. Pero Joel no.

"¿Vas a venir?"

No recibió respuesta, ni a esa hora ni a la siguiente. Erick era tan gilipollas, pero tan intensamente idiota, que lo único que le preocupó no fue perder su dignidad a la hora de enviarle un nuevo mensaje, sino la importancia de la pregunta en sí y la respuesta que, para colmo, tampoco llegó.

"¿Estás bien?"

Por si alguien lo dudaba, ese día no fue a ningún lugar. No se atrevía a mandarle un mensaje a Louis para preguntarle si todo estaba bien, así que simplemente lo dejó pasar y listo. Hacer su vida como si todo estuviera bien y su mundo no estuviera deshecho sin duda sería la mejor opción en una situación similar.

Porque de las llamadas de Brad mejor ni hablamos.

Al día siguiente, Christopher cumplía unos saludables y tiernos veinticinco años.

—Cuidado, idiota— susurró Zabdiel en cuanto Richard retrocedió, sosteniendo una tarta de chocolate.

—No sabía que estabas ahí— se quejó el otro, encogiendo los hombros para restarle importancia.

Erick siseó, asomando la cabeza por la esquina de la estación de bomberos para ver si Chris llegaba ya o no. Se giró a mirar a sus amigos, haciéndoles un gesto desesperado.

—¿Os queréis callar? Me cago en la hostia, nos va a pillar porque no sabéis tener la boca cerrada.

Los dos sellaron los labios, Erick giró los ojos cuando sus dos amigos comenzaron a ahogarse con carcajadas al ver que habían hecho exactamente lo mismo el uno con el otro.

Al segundo siguiente, Jimmy, el compañero de Chris, le hizo un pequeño gesto acelerado con la mano, indicándole que su amigo ya venía.

—El mechero— pidió él rápidamente.

Dragones De Tinta || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora