14. Calavera.

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Cuando Erick se levantó a la mañana siguiente, Joel no estaba por los alrededores.

Eso no era un problema. Es decir, el día anterior lo había dejado solo durante eternas horas sin inmutarse y no parecía estar arrepentido del todo. El verdadero problema, lo que sin duda consiguió dejarlo sin respiración debido al jodido miedo que consumió su sistema, fue ver que Pipo tampoco estaba cerca. No estaba en el momento en el que se levantó y no estaba cuando abrió la puerta de la habitación y examinó el salón.

Encontró, sin embargo, la puerta que llevaba al garaje abierta. Caminó hacia ahí sin dudarlo, deslizando la mano por sus hebras para peinarlas un poco. Había ido al servicio y se había visto en el espejo. Su rostro estaba un poco más amarillo ese día, despejando intensidad en el morado reflejo de sus hematomas, y ya no estaba hinchado del todo.

Erick deslizó la mano por la barandilla y comenzó a bajar, descubriendo la puerta del garaje también abierta.

Al llegar junto a los coches, pudo ver a Joel sentado en el suelo. Estaba fuera de la casa, vestía un jersey de lana y estaba mirando a los árboles, rodeado de verde y el susurro del viento despejando la vegetación del suelo. Erick cruzó los brazos para intentar darse un poco más de calor, al tiempo que se acercaba lentamente a él.

—¿Qué haces aquí?— preguntó, provocando que Joel alzara la mirada hacia él sin inmutarse—. ¿Esto es lo que haces cada mañana?

Tenía apoyado los brazos alrededor de sus rodillas, sus pies estaban bien plantados en el suelo y su mirada era clara y nítida. No le debería sorprender verlo vestido todo de absolutamente negro, con sus vaqueros ceñidos lamiendo cada músculo macizo de sus criminales piernas y la lana mostrando nada más que sus manos tatuadas.

—No has llegado al ritual satánico. Acabo de apagar las velas.

—Joder...— se quejó Erick como si estuviera molesto de habérselo perdido, dejándose caer a su lado—. ¿Puedes hacerlo luego otra vez?

Joel hizo una mueca, negando.

—Cosa de las mañanas, no.

Erick ladeó una sonrisa y giró los ojos, desviando la mirada en el segundo en el que escuchó a Pipo corriendo entre los árboles con el peluche en su boca. Al verlo, aceleró el ritmo y desvió la dirección hacia Erick, quien extendió sus piernas para recibirlo sonriente entre sus brazos.

Pipo dejó escapar el peluche y se lanzó hasta Erick, haciéndolo reír en cuanto comenzó a intentar lamer su rostro. Él lo detuvo, agarrándolo del hocico para manejar su rostro y besar ruidosamente su cabecita, lo que desesperó todavía más al animal. Joel se inclinó un poco, agarrando el peluche con una mano.

—Hola, cariño— dijo Erick en cuanto Pipo comenzó a dar vueltas en su lugar, buscando la mano de Erick para esconderse bajo ella. Él le acarició el lomo, rascando un poco en su barriga—. Estás lleno de hojas y ramas, Dios... ¿Dónde te has metido?

Pipo mordisqueó sus dedos sin hacer demasiada fuerza. Erick masajeó el punto detrás de sus orejas, las cuales se alzaron en el segundo en el que Joel alzó el peluche. Pipo soltó la mano de Erick y se apresuró a prestar toda la atención posible al movimiento de Joel, una vez que lanzó el peluche demasiado lejos. Pipo no tardó en correr entre los árboles, buscándolo frente a ellos.

Por eso no había venido antes, claro.

—Después lo vas a lavar tú— aseguró Erick, siguiendo con la mirada cómo Pipo se desplomaba a la distancia y agitaba el peluche en su boca.

Joel extendió la mano a su costado contrario a donde estaba sentado Erick. Agarró una cajetilla de tabaco y jugueteó con ella entre sus manos, mirando a Pipo también.

Dragones De Tinta || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora