24. Sol y Luna.

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Sentado en su sofá, con Pipo revoloteando nervioso entre sus piernas fijas, Erick solamente podía pensar en qué demonios había hecho para llegar ahí.

Porque era jodidamente surrealista, de verdad. Era una maldita ida de olla que tuviera que estar comiéndose las uñas, con un dolor de barriga inquietante y con la sensación de querer morirse en ese mismo segundo, solo porque no tenía ni idea de cómo, dónde y por qué Joel había aceptado competir en el Génesis. Su cabeza le daba vueltas a tantísimas opciones, a tantísimas posibilidades... Había dejado de hacerle preguntas a Amy, quien sin duda parecía incluso más perdida que él mismo.

Erick no respiraba del todo bien desde que se había enterado de la noticia. Le quemaba el pecho al completo solo de imaginar que a esa misma hora, en ese mismo momento, la vida de Joel podría estar en peligro. Él se había vuelto loco... Había empujado a Amy para intentar irse dondequiera que fuera. Había chillado, suplicado que por favor lo llevara a ese lugar. Le había dicho que él podía bajar a Joel del ring. Y aún así Amy dijo que no pensaba moverse de ahí ni dejarlo salir, porque Joel había dicho que la única manera de que todo fuera bien es que él debía estar seguro de que Erick estaría protegido en casa.

Escuchar algo así de Amy, sabiendo sobre su romance no correspondido con Joel, había sido criminal. Pero había sido más criminal todavía darse cuenta de que no podía hacer nada.

Giró la cabeza para mirarla. Amy estaba apoyada en la pared, con los brazos cruzados en el pecho y la mirada fija en la alfombra que Erick pisaba. Vestía toda de negro, llevaba el cabello dorado trenzado y su piel lucía lívida y enferma. Erick no dejaba de ser consciente de que ella también estaba sufriendo en ese momento, porque conocía que adoraba a Joel de una manera que no se podía relatar. Aunque debía comprender que para Erick todo era muy diferente, a pesar de no haber estado en el pasado de Joel... Él estaba en el presente, y si por cualquier motivo le sucedía la más mínima cosa... Erick no estaba seguro de lo que ocurriría con él.

—¿Va a estar toda la noche compitiendo?

Amy alzó la mirada hasta él. Lo había escuchado, a pesar de que necesitó varios segundos para articular palabra.

—Normalmente solo se compite una vez— le dijo totalmente seria, con voz grave y sin moverse—. Pero no hay protocolo que yo conozca para hoy.

—Y es... ¿Seguro que es a vida o muerte?

Amy suspiró.

—Sí. Es el Génesis.

Erick tuvo que carraspear, porque al tragar saliva el nudo en su garganta hizo un tapón sólido que le quemó la tráquea con fuego llameante. Sus manos temblaban y Pipo no tardó en apoyarse en sus rodillas y olfatearle los dedos, como si pudiera hallar el problema de esa manera.

Se pasó una mano por la cara. Buscaba aliento donde no había nada.

Porque la angustia, el terror, la maldita sensación del "y si..." le estaba creando un torbellino en el estómago que le provocaba deshacerse poco a poco él solo.

—¿Qué pasa si no sale de ahí hoy?

Amy ladeó un poco la cabeza. Por supuesto que era una opción que debía haber tanteado, pero por alguna razón parecía mucho más preocupada de lo que fuera a suceder una vez Joel bajara del ring, y no sus medios para permanecer intacto en el terreno bélico de aquél sótano intoxicado.

Negó con la cabeza, sutil y sin moverse demasiado.

—Va a ganar, Erick.

—¿Qué pasa si no gana? ¿Qué pasa si el otro luchador es una bestia? ¿Qué pasa si se golpea la cabeza, o alguien lo hiere mientras compite o cualquier cosa?

Dragones De Tinta || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora