Encontró siete fotos en su teléfono. Simplemente Joel. Bañado de rojo. Mirándolo sin comprender nada en plena noche.
—¿Qué hice?— se quejó, escondiendo la cabeza bajo la almohada.
Pipo olisqueó la zona y terminó dándole un lametazo en el cuello, lo que hizo que Erick chillara y se encogiera en su lugar. Arrastró al perro a su pecho y comenzó a jugar con él picándole detrás de las orejas, provocando que Pipo quisiera mordisquear sus manos. Después fue tiempo de la ducha, así que se levantó y formó la estructura de un día más. Se tomó un café al tiempo que esperaba.
No debería sentirse sorprendido al ver a Joel aparecer bajo el umbral de su puerta a las ocho y media del lunes, pero lo hizo. Parecía llevar mucho tiempo sin ser así.
—Dame un segundo— dijo a su espalda, moviéndose por la cocina para terminar de poner en un bol el desayuno de Pipo.
Escuchó los pasos lentos de Joel tras él, en completo silencio. Por la forma en la que suspiró de esa manera tan mecánica que solía utilizar, no le hizo falta girarse para comprobar por sus propios ojos que se trataba de él.
Sin embargo, se giró. El problema fue que no esperó encontrar lo que encontró.
Erick detuvo sus movimientos en seco al deslumbrar las bolsas oscuras que Joel cargaba bajo sus ojos. Su rostro estaba mucho más pálido de lo normal, mucho más antinatural y explotado de cansancio y agotamiento. No parecía sano, no parecía legal lucir tan exprimido por la situación en la que se encontraba. Él se giró para mirarlo, sin borrar ni disimular la preocupación en sus facciones.
Joel, sin embargo, lo interrumpió carraspeando. Bajó la mirada, como si quisiera mantenerla lejos de él.
—¿Tienes... café hecho?
Y aunque llevaba ropa de deporte, Erick no pudo evitar preguntar lo evidente.
—¿Desde cuándo no pasas por tu casa, Joel?
Joel pareció un tanto bloqueado por la pregunta. Se veía tan cansado, que ni siquiera frunció el ceño para ahogarlo con una reprimenda por su pregunta punzante. Simplemente deslizó una mano por el costado de su rostro, raspando la barba de un par de días que llevaba.
Encogió los hombros. Jodidamente encogió los hombros, a lo que Erick ladeó el rostro y tomó una respiración profunda.
Era su turno de manejar la situación, Joel lo quisiera o no.
—¿Has venido conduciendo?— preguntó acercándose, cruzando los brazos una vez estuvo frente a él. Joel asintió—. Eso es peligroso... ¿Quieres que te lleve a casa?
—No, ¿por qu-...? No. Vamos a entrenar.
—No vamos a entrenar, Joel— aseguró él, negando lento—. No estás en condiciones de entrenar, así que vamos a dejarlo por hoy.
Joel arqueó las cejas.
—No. La semana pasada no hicimos entrenam-...
—Joel— cortó él, negando otra vez—. No vamos a entrenar hoy. Te voy a llevar a tu casa para que puedas dormir.
—No quiero ir a mi casa— resolvió convencido.
Erick hizo una mueca obvia.
—Perfecto, entonces te quedarás aquí. He cambiado las sábanas esta mañana, así que no tienes problema.
Se quedó mirándolo sin entender la situación. Erick parpadeó despacio y ladeó lentamente la cabeza, tratando que lo comprendiera mejor con palabras suaves y lentas.
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Dragones De Tinta || Joerick
FanfictionErick es un profesor de arte que decide mudarse con sus fieles amigos a la gélida ciudad de Inverness, en Escocia, tras ser rechazado por su conservadora familia. A ojos de cualquiera, Joel es un tatuador reservado que retiene sus sonrisas y cautiva...