Hasta quedarme dormido...

10 0 0
                                    

Me sentí casi obligado a empujarla sobre mi cama y apresarla entre mis brazos. Como un animal con su presa. Necesitaba pegarla a mí. Sentirla cerca y devorarla con besos. Besos que dolían, pues no paraba de morder mi labio inferior, pero yo se lo permitía, me encantaba ese dolor. Su olor comenzó a inundarme y no me pude resistir. Ella tampoco, me suplicaba en ese mismo instante. Un jadeo tras otro. El tacto de su piel contra la mía comenzaba a quemar y la imagen de ella mordiéndose el labio inferior y su mirada rasgada y oscurecida me empujó al borde de la locura. Sin vergüenza alguna le quite el pantalón. Ella movía las caderas hacia mi casi obligada por su propio cuerpo y jadeaba solo por el hecho de que cada vez que yo la besaba le dejaba sin aire.
No dejó de besarme ni un solo momento. Nos queríamos. Nos necesitábamos.

Me mordió el labio inferior una vez más después de quitarme la camiseta y el pantalón. Después solo puedo recordarla a ella, aferrada a mi nuca, muriéndose sobre mi como si lo hubiese deseado desde siempre.

Cuando ella me guió a su interior perdí la noción del tiempo. Se me olvidó todo. Solo pude centrarme en su cuerpo que no se separaba ni un milímetro de mí y estaba ardiendo. Yo a diferencia, estaba congelado.

Lleno de deseo recorrí su cuerpo con mis manos, gravando cada tacto en mi cerebro y aprendiendo de memoria su ubicación.

Gruñía cada vez que ella besaba mi pecho y saltaba sobre mí. Así una y otra vez hasta quedarme dormido con ella abrazada a mi cuello.

Entre los dos: Cartas de amor a Andrómeda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora