Estaba a punto de dormirme a mitad de la clase de adivinación. Era tan aburrido. Esa mujer nunca se supo callar, en la vida.
Andrómeda era inteligente, muy inteligente, eso lo tenía claro. Se estaba saltando la peor clase del día, yo habría hecho lo mismo.
¿Porqué estaba pensando en ella en mitad de una clase?
Porque te gusta
No no no no. Eso jamás. Yo odiaba a Andrómeda. Con-to-do-mi-co-ra-zón.
La odiaba. Odiaba sus Aires de superioridad. Odiaba que se creyese que podía hacer lo que se le antojara con todos. Y la odiaba. La odiaba.
-Ahora os voy a dar los resultados de los exámenes del último día. -La profesora interrumpió mis pensamientos-. Lo revisan al completo y me lo devuelven.
Cuando mi examen llegó a mis manos note como la sangre me empezó a hervir. Apreté la mandíbula conteniendo mil maldiciones diferentes que peleaban por escapar de mi boca e hice presión con mi tronco sobre la silla para no levantarme, hacer una bola el examen y lanzárselo a la cara a la profesora.
Tenía un 7/10.
Doblé el examen y lo guardé en mi capa de forma rápida.
Escuché un crujido detrás de mí y supe que la profesora me había pillado. Así que empecé a pensar en excusas y posibles soluciones a toda velocidad.
No era la profesora. Era Andrómeda.
-Luego me dirás tú nota. -Sonrió de una forma que me hizo querer levantarme y estamparla contra alguna de las cuatro paredes-.
La vi caminar delante mía. Con la falda subida excesivamente, sobre el inicio de los muslos, la camiseta a medio abrochar y la corbata sin hacer.
Se acercó a la profesora y le pidió su examen.
-Andrómeda la falda. -Dijo la profesora.
-Oh sí, -Puso cara de angelito-. Me quedé dormida.
Se colocó bien la ropa, y si no les miento, eso me molestó.
Después, como si nada se sentó sonriendo mirando su examen.La clase continuó. Y la notaba mirándome fijamente. Todo el tiempo estaba ahí, con los ojos clavados en mí.
Cuando el timbre sonó y todos salieron del aula yo me acerque a ella.
-Estoy harto de que me mires.
-¿Ah, si? -Sonrió-. ¿Y qué vas a hacer al respecto Tom?
Volví a apretar la mandíbula. Me sacaba de mis casillas
-Arrancarte los ojos -Sonreí-. ¿Que te parece?
-Hazlo. -Me desafío-.
Sin tener control alguno sobre mis propias acciones la agarre, pegándola conta una pared, acorralandola. Me dió igual hacerle daño o no. Quería lanzarla lejos de mi.
Me quedé mirándola directamente a los ojos.
-Hazlo, adelante -Volvió a incentivarme-.
Apreté sus diminutos brazos entre mis manos y me miró con mayor intensidad.
-¿Ves? No haces nada -Nunca apartó la mirada de mi-. Eres un cobarde.
-¿Que?
-Eres un cobarde -Dijo mirándome-.
La solté inmediatamente dejándola caer y me fuí de aula. Mi examen se me cayó delante de ella, no me di cuenta. Pero antes, logré escucharla decir algo por último.
-Y un inmaduro -Se quejó- ¡Eres un cobarde y un inmaduro!
Andrómeda era inteligente, muy inteligente, eso lo tenía claro. Pero Andrómeda, también era un arma de doble filo.
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Entre los dos: Cartas de amor a Andrómeda
RomanceSi me preguntasen sobre que haría durante el resto de mi vida, yo siempre respondería escribir sobre tí. Solo sé y quiero escribir sobre tí.