Primera cita

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Solo éramos ella y yo en mi habitación, así pasaban las horas, los días, ella tumbada en mi pecho mientras los segundos pasaban y podía escuchar el latir de su corazón.
Tenía una semana, una semana para demostrarle que era todo lo que quería, todo lo que necesitaba.
No lo dudé y acepte. Claro que acepte.

Busqué en mi cabeza una buena idea para una cita, nuestra primera cita.

Horas después estábamos en una cafetería recogiendo un par de cafés para llevar. Y sonreí cuando la vi hacerse una bolita en el asiento del copiloto agarrando el café como su tesoro más preciado, bebiendo sorbos pequeños y sonriéndole a la ventana.  Andrómeda tenía todo eso que te hace querer saber más, tener más, ver más.
Una sonrisa preciosa, unos ojos cautivadores.
Me gustaba repasarla con la mirada y ver cada detalle. La ropa, los accesorios, pero mi parte favorita era ver sus uñas rojas, y bastante más si estaban arañando mi piel entre besos.
Ya parados en mitad de la ciudad, comenzó a llover.
Viendo cómo las gotitas se deslizaban por el cristal y chocaban contra el coche haciendo un ruido acompasado.
Me recordó al bosque. Al goteo sobre las hojas secas. El dolor estrechó mi corazón y sentí que me ahogaba y me quedaba sin respiración. Apreté con fuerza el volante mientras mis ojos se llenaban de lágrimas contra las que lucha por retener y de inmediato encendí la radio cuando note mi sonora respiración irregular.
A pesar de que las ventanas estaban cerradas y la calefacción del coche encendida noté el frío helado y húmedo colándose bajo mi piel.

-Tom, tengo miedo -Dijo Matheo y el ruido metálico me ensordeció-
-Aguanta Matheo, no debe quedar mucho para que amanezca, el sol saldrá y ya no dará tanto miedo.

Supongo que es lo único que un niño de siete años sabe responder a su hermano menor cuando hasta el mismo teme.

Entonces un rayo nos avisó y a continuación un trueno anunció una tormenta más tatuada en nuestra pequeña memoria asustadiza.

Respiré para calmarme y escuche la voz relajada de Andrómeda tarareando una canción de Coldplay en la radio.  Recordé que estaba con ella y que había algo raro en el ambiente cuando ella estaba, algo que hacía que todos los problemas se disolvieran en sus ojos como terrones de azúcar en café hirviendo. Algo que hacía que sintiese calor en el pecho, un calor que más tarde yo sabría describir como "amor".
Pestañeó devolviéndome la mirada. Andrómeda no solo calentaba mi corazón, también lo calmaba, lo guíaba, le enseñaba el compás perfecto. Pum pum pum.
Agarró mi mano y me estremecí por el calor que ella emanaba, el calor de la taza de café, sonrió y miro por la ventana.

-¿A dónde me llevas Tom? -Preguntó haciendo círculos sobre mi piel con su pulgar-.

-Ya lo verás.

Monstruo, monstruo, monstruo, repitió una y otra vez la voz de mi cabeza recordándome lo que era, devolviéndome al dolor del pasado e impidiéndome concentrarme en ella. No recuerdo cuantos minutos después llegué a la puerta de la tienda de discos, pero sí recuerdo haberle pedido a Andrómeda que cerrará sus ojos y ella me obedeció. Salí de coche y lo rodeé para abrir la puerta del copiloto ayudandola a salir. Escuché una campanita al abrir la puerta del local y pasé con ella dentro.

-Una, dos...¡Y tres!
Abrió los ojos y sonrió mirando a su alrededor.
-Discos... -Sonrió mirando cada estante en la tienda y se acercó a uno en particular como si le gritara que fuera hacia él, o como una polilla vuela hacia la luz.
-Elige los que quieras, pago yo.

Ella escogió AM de Arctic Monkeys y I Love You de The Neighbourhood.

Esa noche, al volver a l habitación, le escribí la primera carta.

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2023 ⏰

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Entre los dos: Cartas de amor a Andrómeda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora