Aprender a ser yo

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La parte más difícil no fue quererla, fue ser yo. Nunca creí en el amor. Mis padres nunca se amaron. Nunca nos amaron.
Veía el amor como una idealización. ¿Como vas a querer tanto a alguien? ¿Por qué darías la vida por otra persona?

Pero me equivocaba. El simple hecho de tener a Andrómeda hacía que sintiese una presión en el pecho y quisiera llorar durante horas mirándola. Me apasionaba la idea de ahogarme en sus ojos azules. En envolverme en su olor, en ella en su esencia. Porque cuando amas con todo el corazón tus ojos solo pueden fijarse en cada detalle y sientes cosas que no sabes describir con palabras.

Entre los dos: Cartas de amor a Andrómeda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora