Instinto Erótico {Nicudy}

Cap. 7 Terrible Realidad

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❛07 • Punto de vista de Nicholas Wilde •

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Frente a los beneficios que se acordaron, fui testigo del riesgo que correría nuestras vidas. Los fundamentos estaban sentados y no había marcha atrás por lo que debíamos ser cuidadosos y planificar con pinzas su destrucción.

—¡Dime! —alzó la voz una eufórica coneja.

Temía tocar este tema frente a ella, conociendo el buen corazón que carga en su pecho. Pero la vida es así y no todo es felicidad; mientras unos tienen la dicha de vivir en paz, otros desgracian su existencia para sobrevivir dentro de un mundo contaminado por la maldad a espaldas de quienes andan en la ignorancia.

Tomé un buen respiro de aire acondicionado y mentalicé lo que me tocaría lidiar.

—Tráfico ilegal —lo solté con ligereza.

Su rostro expresó inquietud, cubriéndose la boca con ambas manos y callando sus balbuceos; le había afectado. Dejé que lo procese para que pueda hablar con naturalidad.

—Esto es Zootopia, donde todos hacen lo que quieren —fui sarcástico.

—¿Tú lo sabías? —me miró asustada.

—Sí.

—Por eso te reconocieron —me encaró—. Especialmente esas rameras.

Fruncí los labios, buscando la manera de no herir su susceptibilidad.

—He pasado toda mi vida en la calle, te llevo casi 10 años de diferencia —hablé con calma—. ¿Qué esperabas?

—Te di mi confianza —se acercó a mirarme fijamente a los ojos—. Tenías que habérmelo dicho.

Una parte de mi amaba la inocencia de Judy, por ello no quería estrellarla contra una verdad que quizá le choque para siempre, mientras me engañaba a mí mismo, creyéndome únicamente un estafador por no abandonar todo lo que he logrado gracias a ella.

Pero las cartas ya estaban echadas y debía enfrontar las consecuencias de mis actos.

—Me he dedicado a las estafas, al robo clandestino y algunas veces frecuentaba este bar para cerrar ciertos negocios turbios —quedó impresionada ante mi declaración—. No es una estupenda proeza.

Su rostro reflejó tristeza o ¿decepción?, recordándome la porquería que fui en el pasado. Estaba pasmada, con los ojos enrojecidos a punto del llanto—. ¿Por qué conoces a ese perro?

—Un tiempo trabajé con él —ni siquiera fui capaz de verle a los ojos—. Fui un asesino.

—¿Q-qué? —ahora ella evitó mirarme.

—No justifico mi pasado ni tampoco pediré que me comprendas —le busqué la mirada—. Toda certeza es dolorosa.

—Nick, entiendo, está bien...—intentó sonreír, pero pude ver como sus labios le temblaban levemente al no saber darme una respuesta coherente.

—Lo jodí, ¿verdad? —apreté mis dientes, acercándome más a ella.

Su silencio me causó una mala corazonada; luego sus lágrimas empezaron a caer como pequeñas gotas que demacraban su fina tez y automáticamente las retiré de su hermoso semblante, proporcionándole mi afectuoso contacto.

—Te alerté —refiriéndome a todas las veces que le advertí sobre mí.

—Este amor no se irá de la noche a la mañana...—se calmó, llevando su mano a una de mis puntiagudas orejas para darle suaves masajes a la base.