Cap. 45 Memorias Compartidas (+21)

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═───────⊰❪ MEMORIAS COMPARTIDAS ❫⊱───────═༻

❛45 • Punto de vista de Nicholas Wilde •

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Solo podía contemplar el firmamento a través de la ventana mientras me perdía en mis pensamientos, divagando por una maraña de recuerdos confusos que poco a poco empezaban a ordenarse.

—La sesión ha concluido —anunció la viejecita.

Volví en sí, mirándola con una sonrisa ladina—. Disculpe, Sra. Rouse.

Sin querer me distraje en medio de las sensaciones que me provoca rememorar una parte de mi pasado inmediato.

—No te preocupes, hijo. Estas avanzando muy bien, sé que pronto concluiremos con éxito.

Sus palabras de aliento junto con su trato gentil eran suficiente para reforzar mi confianza. La mapache es una psicóloga clínica, especializada en trastornos mentales y desde hace veinte días se ha convertido en un pilar fundamental en este proceso.

Personalmente, mi principal motivación es Judy, y no quiero decepcionarla. Al contrario, deseo que se sienta orgullosa de mí.

—Muchas gracias por su paciencia —retribuí el gesto de amabilidad, apoyándome en mi bastón de madera para ponerme de pie.

Actualmente puedo movilizarme mejor; no obstante, aún debo controlar mi equilibrio, lo cual iré logrando con el tiempo.

La Sra. Rouse me observaba con una sonrisa cálida, sus ojos reflejaban una comprensión profunda—. Siempre es un placer —respondió cordialmente, mientras intentaba salir del sillón.

Sin la necesidad de que lo pida, me acerqué a ella y le ofrecí una mano, como en cada sesión.

—Ay hijo, siempre tan condescendiente con esta pobre vieja —rio bajito, apreciando el apoyo—. Debería ser yo la que te ayude —habló con una pizca de ironía y gracia ante mi situación.

Rápidamente reí a carcajadas, contagiado por su buen humor.

—Entonces, nos ayudamos mutuamente —dije, aun sonriendo.

Su respuesta fue una risa tan limpia y fuerte que le provocó una tos incontrolable. Inmediatamente, palmeé suavemente su espalda para apaciguarla.

La miré con preocupación—. ¿Se encuentra bien?

Asintió repetidamente, guardando la calma.

—Ya ni reírme puedo, sino me voy a la tumba.

Afortunadamente, era una viejecita con un humor bastante crudo, lo que nos hizo congeniar muy bien.

—Prometo que le llevaré flores —bromeé.

Otra carcajada, esta vez la de ambos, llenó la sala con nuestras risas.

La acompañé hasta la puerta principal y la despedí con un afectuoso abrazo, sostenido por aquel contacto maternal que simbolizaba el apoyo y la comprensión que me había brindado desde que nos conocimos a través de la terapia. Sus bromas y su sabiduría eran el complemento perfecto para mis sesiones.

—Gracias por todo, Sra. Rouse —dije con sinceridad mientras nos separábamos.

—Cuídate mucho, hijo. Buen fin de semana, nos vemos el lunes —se despidió con una noble sonrisa.

Observé cómo se alejaba, dejándome una sensación de gratitud y esperanza. Sabía que, cada día era un paso más hacia una vida más plena y feliz junto a mi familia.

Instinto Erótico {Nicudy}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora