#13

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Siempre me pregunté qué era lo que había pasado con Clare y conmigo, por qué desperté en su cuerpo y ella donde estaba; no tenía idea de qué había ocurrido realmente.

El caldero era un objeto sagrado, tal parecía que sus dioses lo habían creado o algo así y de el nacían criaturas y seres que poblaban el mundo conocido.

Tal vez ese mismo artefacto fue el que nos hizo cambiar a Clare y a mí, eso es lo que concluía cada noche antes de dormir.

—Oye Rhysand...

—Al menos ahora me hablas apropiadamente.

—Quiero saber del caldero y por qué es tan importante para ustedes.

—¿Te interesa el mundo fae?

—Es parte de mí mundo ahora que estoy involucrada, ¿no te parece?

—Quizá sea parte de ti desde el inicio, porque aún no entiendo cómo es que no te afectan los glamours. No es cosa de humanos normales, incluso de faes.

—No lo sé, tal vez no soy tan común.

Seguíamos en el carruaje, yo lo había preferido así, ya antes me habían llevado volando medio desmayada y ahora no quería repetir la misma experiencia.

Los caballos iban caminando, escuchaba sus pisadas, también algunas aves y sonidos de la naturaleza. Ya era de noche y estábamos en penumbras, la luz de la luna se colaba entre las cortinas y de vez en cuando reflejaba la figura del murciélago.

—En definitiva no lo eres. Aún no puedo creer que hayas encontrado con facilidad a Ianthe, esa zorra si que se quedó con las ganas de revolcarse con el pelirrojo.

—¿Viste todo?

—Te seguí, vi los intentos que hiciste por lograr hacer salir a la sacerdotisa, aunque al principio creí que estabas ebria. Comprendí sólo hasta el final lo que hacías.

—Si me viste, debiste ayudarme, ¿por qué me dejas sola cuando esa mujer pudo matarme si se lo hubiera propuesto?

Lo miré indignada pero él sólo sonrió y empezó a reír, su risa causaba escalofríos.

Era un hombre hermoso, pero también muy peligroso y voluble. Prefería que siguiera bromeando, que realmente yo le cayera bien, pero sólo era su curiosidad lo que le tenía puesto el interés en mí.
No sabía lo que realmente haría si descubría que yo no era de su mundo, al menos mi alma, mi conciencia, no mi cuerpo.

Me quedé quieta, sin expresiones, no quería que adivinara lo que estaba pensando, él no podía saberlo, ni tampoco nadie más.

—No te ayudé porque lo tenías bajo control, ¿para qué intervenir en un asunto ajeno que ya está resuelto?

—No estaba tan resuelto. Rhysand, puedo preguntarte, ¿por qué te agradan los humanos?

Pensé que alguien que tenía un lugar seguro para faes y humanos debía querer a los humanos, no leí más que un libro, pero según escuché sobre ese lugar, todos vivían en paz.

—Los humanos son impotentes, sin embargo no creo que deban desaparecer, es sólo eso. También me es imposible dejar de observar sus intentos por progresar y evolucionar, pienso que su raza trabaja mucho en el progreso. Pero no dejan de cometer errores, y no sé rinden, es un contraste extraño pero alentador.

—Y yo que pensaba que eras un tipo sarcástico nada más...

—Es mi punto de vista, no todos, más bien, la mayoría está deseando eliminar o alejarse para siempre de los humanos.

—Parece que tuvieran miedo de los humanos, ¿no quieren ser alcanzados o superados?

—Y yo que pensaba que solamente te interesaba volver locos a los faes.

Comencé a reír, ya me sentía un poco más relajada. Extrañamente hablar de eso me hacía sentir cómoda con ese tipo.

—Esa es una de mis especialidades.

—Escuché de algunas damas, como las retabas en el jardín. Tienen los oídos muy dañados y también te estarán extrañando mientras no estés.

—¿Las rosas? Quién diría que llegarían a apreciarme.

Las damas del jardín simplemente se intentaban cubrir los oídos para no tener que escuchar mi escándalo, ellas parecían detestarme, el único que lo tomaba con humor era Lucien.

—No sólo son ellas, créeme, hay muchos que te aprecian ahí. Pero por supuesto, no se compararán a mi corte, ellos son más abiertos de mente y seguro que te dan batalla.

—¿Tu estás muy orgulloso de tu corte no es así?

—Lo estoy. Son todo para mí.

No podía verlo del todo pero imaginé su rostro lleno de seguridad y satisfacción al hablar de su corte, su gente.
Para un alto lord, lo era todo su territorio, eso entendí cuando leí el primer libro, él y Tamlin harían todo por cuidar y proteger a su corte, porque eran su razón de existir.

Me dio pena escuchar que Tamlin perdiera la confianza de su corte, tal vez era un tipo con errores, pero no sabía cómo tratar a una mujer literalmente y menos cuando era una humana transformada que se estaba adaptando al cambio.

—No eres tan malvado como al principio. Te daré un consejo. Cuando veas a alguien encerrado injustamente, mejor ayúdalo.

—Aquella vez, bajo la montaña, no te ayudé porque estaba en juego el destino de toda Prithyan, por lo mismo me comporté como alguien sin escrúpulos y lo volvería a hacer si se repitiera la misma situación.

—Eres un murciélago malo. Pero entiendo tus razones. Aún así, volvería a luchar por los míos y mi supervivencia.

—Tu tienes tus prioridades y yo las mías.

—Eso es lo que parece y lo que es.

Me recosté en el asiento, estaba más relajada y sentía que podía dormir. No tenía idea de cómo sería Velaris, pero quería conocer ese lugar y ver si en verdad era una utopía donde podían coexistir faes y humanos.

—No vuelvas a involucrarte con Ianthe, esa perra no es alguien que se quede callada o se asuste fácilmente. Ella es una mujer muy astuta y cruel.

—¿La conoces?

—Ella también intentó meterse en mi lecho y lo ha hecho con otros altos lords, simplemente es una mujer que busca poder.

—Pues yo creo que está loca y lo que le sigue, deberían denunciarla por violadora.

—Es una bruja.

—Estoy de acuerdo con eso.

El viaje iba lento para mi gusto, pero en algún momento el carruaje se detendría y estaría en la corte noche. Ahí estarían los padres y familia de Clare, las personas que me cuidaron y recibieron con amor.





























Gracias por leer. Aprecio los comentarios y apoyo.

Bajo la Montaña -Clare Beddor-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora