Capítulo 19.

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La luz entraba por mi ventana, olvidé bajar la persiana anoche. Pero agradecí que fuera de esta forma, se sentía natural y placentero.

Estaba preparando un café cuando mi teléfono sonó, era un mensaje.

Dante: Buenos días, nena, te recogeré en dos horas, ¿te molestaría venir conmigo a almorzar en la casa de mi padre?

Me paralicé, qué debería decir, cómo me presentaría, cómo sería su familia, me estaba haciendo muchas preguntas. Así que decidí ser un poquito racional y escribí:

Lauren: De acuerdo, te espero.

El timbre de mi puerta sonó al unísono mientras yo presionaba enviar.

– ¡Mierda! – Me asusté – Dante te voy a matar... este chico caprichoso...

– ¿James?

Pero me equivoqué, no era Dante dándome una sorpresa, James estaba en mi puerta, nuevamente.

– ¿Esperabas a alguien? – me dijo.

Me puse nerviosa, todo este tiempo tratado de huir de contar la verdad, de enfrentar a James y todo lo que siento por él que de alguna forma toda la tormenta termina encontrándome.

Pude ver levemente por la pantalla del móvil un mensaje de Dante agradeciéndome por aceptar pero no pude contestarle.

–No – apena pude responder – ¿estás bien? ¿Quieres pasar?

–No, es rápido – me dijo mientras ponía una mano en el marco de la puerta y con la otra se revolvía el cabello.

Asentí con un ligero movimiento de cabeza, mientras menos hablara sería mejor para mí.

–La última vez que estuve aquí, fui un gilipollas.

–Estamos de acuerdo en eso.

–Lo siento, te necesito, siempre has estado en mi vida y después de todo lo que pasamos... – la voz se le hacía cada vez más ronca – no sé lo que siento, pero te quiero aquí.

–James... yo – no solo su voz se quebraba, yo me sentía a punto de romperme.

–Sé que es tarde – me interrumpió – cualquier intento de pedirte una oportunidad... lo arruiné, soy consciente de ello, es mi culpa, no tuya.

–Es culpa de los dos – al fin saqué fuerzas para decir algo más – y yo nunca te pedí disculpas...

–Lauri – los ojos se le llenaron de lágrimas.

–Discúlpame James, porque cuando estabas mal no traté de ayudarte, sino que te sumé problemas, te convertí en mi capricho adolescente.

Ahora era de mis ojos de los que corrían amplias lágrimas, mi amigo me miraba sorprendido.

–Quise jugar a ser la fuerte – continué – juzgué a Gema, te presioné a ti y lo peor de todo es que me creí que yo era la única víctima.

–No llores Lauri – sus dedos limpiaron mis lágrimas.

–Déjame hacerlo, lo necesitas – le sostuve sus manos entre las mías – Lo siento James, por todo.

–Yo lo siento Lauri, mi alma gemela – nunca lo había escuchado decirme eso a mí y me abrazó.

Así estuvimos por unos minutos, sentía como sus lágrimas me mojaban el cabello y las mías su camisa, nos permitimos llorar uno en el otro.

Éramos como un engranaje que le faltaba una pieza y al colocársela volvía a funcionar, como siempre debió haberlo hecho, James y yo en una misma sintonía.

Quiero que te quedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora