Capítulo 24.

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Supongo que debo acostumbrarme a despertar así -pensé.

Abrí los ojos encima del pecho de Dante, su respiración subía y bajaba, ¡vaya abdominales! Le acaricié suavemente para no despertarlo "Diana se muere si no le cuento". Tenía un brazo debajo de mi cabeza y el otro en mi cintura, definitivamente debía acostumbrarme a esto, porque mi cuerpo amaba sentir este contacto.

- ¿Qué miras mocosa?

-Estás... despierto.

-Desde mucho antes que empezaras a tocarme como una degenerada enferma sexual.

Me sonrojé.

-Eres un pervertido.

-Habló Lady Manos Inquietas - sonrió de medio lado y me subió completamente encima de él.

-No nos podemos retrasar - advertí.

-Aguafiestas. Al menos déjame besarte.

No sé qué fue peor, ni cuánto tiempo estuvimos besándonos. Los labios de Dante tienen alguna sustancia adictiva, porque un vez que se encontraba con los míos el tiempo pasaba volando.

-Suéltame, sanguijuela del placer.

- ¡Eh! ¿Eso es nuevo? Me gusta, dilo otra vez.

Me levanté aprisa con las sábanas cubriéndome y Dante burlándose de mí mientras se colaba en el baño conmigo.

-Asumo que no me dejarás ducharme sola.

-Correcto - se metió a la ducha corriendo - ¡Mierda, que fría!

Daba unos saltitos apartándose del agua, hasta que logró regular la temperatura.

-Esta regadera me odia - me hiso un gesto para que me uniera a él.

-Es que eres un desesperado, primero tienes que ponerle la temperatura - me burlé.

-Resulta que ahora eres una experta en temperatura ¿verdad?

-Vas a empeñarte en ponerme siempre nerviosa, creí que solo lo hacías para llevarme a la cama.

Le eché un poco se jabón en la cara.

-Es imposible que no te hayas dado cuenta - me abrazó y los dos quedamos debajo del agua - ponerte nerviosa es mi actividad de riesgo favorita.

No pude disimular la sonrisa, todo con él era tan provocativo, tan inteligente en un nivel que me encantaba e innegablemente romántico.

Dante me llevó a casa para que me cambiara de ropa y me esperó para ir juntos al trabajo, ya hoy sería el último día de él en la oficina. Fueron siete semanas trabajando prácticamente juntos, mi vida cambió tanto en ese tiempo, lo que me imaginaba cómo mi final feliz resultó ser muy distante a lo que realmente necesitaba.

- ¿En qué piensas? - su voz me sacó de mi cabeza.

-En nada.

-Joder nena, tenemos que trabajar en tus habilidades románticas.

- ¿Disculpa?

-Las respuestas aceptables a la pregunta anterior serían: - carraspeó la garganta -"En lo que hicimos anoche o en nuestro último beso" pero la mejor sería "pienso en ti".

-Muy gracioso, de hecho si estaba pensando en ti.

Dante se giró sorprendido.

-Pensaba en cómo me has cambiado la vida - le sonreí.

- ¿De verdad?

-Sí.

-No es una competencia, pero... tú me cambiaste la vida primero.

Quiero que te quedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora