Capítulo 21.

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Durante todo el camino de regreso a casa me planteaba la forma de comenzar a explicarle a Dante toda mi historia con James. Descartaba de mi cabeza cada uno de los escenarios en los que terminaba como una mentirosa desalmada. Pero supongo que eso era, no fui capaz de contar mi verdad desde un principio.

Él nunca me pregunto, trataba de justificarme egoístamente, oportunidades no le faltaron, cada una de las veces que terminaba discutiendo con James y él se tropezaba conmigo, siempre trató de ser tan atento, pero yo no era capaz de hablar. Al principio porque tenía mis sentimientos muy confundidos, luego porque me avergonzaba de mi misma y tenía miedo de perderlo.

–Has estado muy callada –me dijo deteniéndose al frente de mi casa.

–Lo siento, yo...

–No tienes que disculparte, solo te daba una observación – me sonrió mientras se inclinaba para quitarme el cinturón de seguridad.

Dante salió primero, dio la vuelta al coche y cuando estaba a punto de abrirme la puerta cuando una voz bastante familiar lo interrumpió.

– ¿Qué haces aquí?

Era Gema, lo tomó por el brazo y mi puerta quedó a medio abrir.

– ¿Gema, estas borracha? – Dante subió a la hacer, alejándose del coche y con la chica sujeta por un brazo.

–No.

Le escuché decir a la chica mientras se cubría con ambas manos el rostro y comenzaba a sollozar.

– ¿Qué ocurre?

Estuve de pie completamente, cuando vi como Gema se abalanzaba a mi novio abrazándolo por el cuello.

–Me dejó, Danny, me dejó.

Dante no entendía casi nada, estaba nervioso, lo podía ver en sus ojos, tenía un brazo al lado del cuerpo, estático; con el otro la tenía sujeta por la cintura.

Gema traía unas botas Uggs, y lo que parecía ser un pijama de felpa rosado y tenía el pelo rubio corto despeinado. Nunca la había visto así, siempre lucía impecable y distante. Pero ahí estaba, abrazándolo, llamándole "Danny" cómo si fuera de su familia, ni siquiera a ellos los escuché llamarle así, algo dentro de mí se heló, probablemente celos.

– ¿James? Gema, qué pasó – le dijo separándose de ella y mirándome con expresión de disculpa.

Ella ni siquiera se dio cuenta de que yo estaba ahí.

– ¡Oh, Dannny! – Sollozó – ya no sé cómo arreglarlo, yo sé que me equivoqué, pero él... él me dijo que... que no me amaba.

Se le quebró la voz en esa última frase y nunca imaginé que de los celos pasara a sentir pena por esa versión de Gema que tenía delante, una versión en la que fácilmente me podía ver reflejada.

–Espera un segundo – le dijo a Gema y me miró – Lauren, te importa si la llevo a casa.

Estaba a punto de acceder, cuando la chica se tensó al escuchar mi nombre.

– ¿Lauren? – dijo despacio volteándose hacia mí.

Dante parecía aún más confundido que yo.

–Esto es tu culpa, zorra – no me dio tiempo a reaccionar y ya tenía a Gema al frente de mí dándome una bofetada.

Hubo silencio, el golpe de su mano en mi mejilla me hiso contraerme y sentí el ardor de mi sangre subiendo a mi cara, dolor, vergüenza, miedo. No miedo de Gema, miedo de los ojos verde que me miraban a dos metros de mí y tenía a Gema sujeta por los brazos.

Quiero que te quedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora