Capítulo 11.

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No sé cómo veré a Dante a los ojos, después de su confesión de ayer estuve toda la noche pensando en ello. Le di la vuelta a tantas interrogantes y no logré responder ninguna ¿Por qué James nunca me dijo de los sentimientos de Dante? ¿Por qué no le dijo nada a su amigo de lo que nos estaba pasando a nosotros? Me pregunto si mientras estábamos juntos recordaría que Dante tenía una especie de sentimientos por aclarar hacia mí, tal vez no le importaba lo que ninguno de nosotros sintiera, pero James no es así, imaginarlo me cuesta.

Me quedan muchas lagunas de todas las cosas que hablamos, me dijo que no volverían a pelear por "algo así" y puso distancia entre ellos, pero a qué se refería en específico, pensé que Dante se iba de viaje porque quería nuevas aventuras no por alejarse de James, además cuando llegó lo primero que hicieron fue reunirse, parecía que todo estaba como antes.

Cuando llegué a mi mesa, en la oficina, encontré una única rosa roja puesta cuidadosamente en el teclado de mi ordenador, con una tarjeta que decía "Bienvenida de vuelta, mocosa. D"

–Dante– susurré, no necesitaba comprobarlo, sabía que había sido él – no bromeaba cuando decía que lo intentaría.

Esto me asustaba, vi a ese chico ir detrás de chicas y es implacable. Pero algo dentro de mí se emocionaba, no sé si suena egoísta pero tener esas pequeñas atenciones me da un subidón de adrenalina.

Diana venía llegando y se detuvo al pasar por mi lado.

– ¡Hola Lau-Lau! – me abrazó – ¿qué es?

Señaló la flor y la tarjeta que aún sostenía en mis manos como una tonta.

–Oh – tartamudee, no sabía qué decir, o si podía decirlo.

– ¿Quién diablos es D? – Diana estaba leyendo la tarjeta por encima de mi hombro, mis intentos por ocultarla fueron en vano, al menos parecía que no había atado los suficientes cabos como para deducirlo.

– ¡Hola, chicas! – Dante nos saludaba desde su oficina, evidentemente era el primero en haber llegado.

–Hola, Dante – Diana hizo un incómodo énfasis en el nombre, "ya se dio cuenta" –pensé.

–Hola – respondí arrebatándole a mi compañera la tarjeta, que ya la tenía manoseando entre sus manos tratando de averiguar de quién se trataba.

Por suerte nuestro jefe llegó y nos interrumpió, solicitando a Dante para comenzar una reunión, la verdad es que debían de estar de trabajo a tope, se acercaba la fecha de entrega del proyecto.

–Escúpelo – me acusó mi amiga cuando se cerró la puerta del salón de reuniones.

–No es lo que piensas – me justifiqué un poco avergonzada.

– ¡Vamos, no pueden ser más evidentes! En mi mente sucia de mujer soltera adicta a los libros eróticos – llevó la mano a su pecho, se veía infantil diciendo esas cosas – debo confesar que me pareció que había alguna tensión entre ustedes.

–No la hay.

–Si claro – caminó hasta su mesa y se puso a revisar el escritorio – de seguro también dejó una rosa de forma "casual" para mí.

Diana tenía razón, pero no sabía que decirle, ni yo misma sabía que decirme, es de esas cosas que no sabes ni explicarlas muy bien a ti misma.

–No sé cómo pasó bien, ayer me fue a ver y me dijo que yo le gustaba – admití y capté toda su atención.

– ¿Se besaron? –directo al pecho, sin anestesia, la sutilidad no era característica de mi compañera.

–No – respondí demasiado rápido – no... no ayer.

Quiero que te quedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora