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PAULA

La sesión del martes lo había ignorado por completo y para mi suerte él también a mi, sólo hicimos lo correspondido que fueron ejercicios de articulación y motricidad.
Encima jamás se disculpo por haber dejado la sesión a la mitad. Menudo gilipollas.

Me había cabreado un montón, aunque pareciera una chorrada, pero no entendía el porqué me trataba de esa manera. El jueves, fue prácticamente lo mismo aunque intentó hablarme con sus chistes crueles pero no accedí y sinceramente, no me importaba ser grosera, al final era solamente su fisioterapeuta, no su mejor amiga.

Había acordado junto con Martín en vernos Martes y Jueves por la tarde y Sábados en la mañana para seguir con las terapias, los demás días, Pedri las haría en casa.

Era viernes y acababa de llegar a mi piso después de la universidad, tenía un montón de tarea que hice en cuanto me senté en el comedor.
Pasaron dos horas, eran las 5, y ya había terminado; me tumbé en el sillón gris de la sala y me quedé dormida hasta que mi móvil vibró con 17 llamadas perdidas de mis amigas.

Joder, ya eran las 8.

— ¿Qué pasa?.- dije medio dormida aún.

— Despierta bella durmiente, pasamos por ti a las 10.- escuché la voz de Ana al otro lado.

— ¿Cómo?.- dije porque en verdad no me apetecia nada salir.

— Lo que has escuchado, tía.- siguió mi amiga.- Te la has pasado toda la semana con las prácticas y debes de estar hasta los cojones, nada que unas copas no solucionen.

Tenía razón; toda la semana me había dedicado a ello y entre que se acercaban los primeros exámenes del curso, me estaba matando lentamente. Además que estar con Pedri me drenaba por completo, acababa con todas mis ganas de socializar y ya no lo soportaba. Me quedé reflexionando unos segundos.

— ¿Pau?.- su voz me trajo de vuelta.

— Vale, os veo al rato.- dije y me levanté.

Tenía tanto que no iba de marcha, y ahora la idea había despertado en mi una euforia increíbles que no esperaba tener hace algunas horas. Me puse un vestido negro de manga larga ajustado, me alisé el cabello y me maquillé más intenso que lo normal, incluso con el lipstick rojo.

— Que guapa tú.- mis amigas me saludaron cuando entré en la parte trasera del coche de Ana.

— Gracias, ustedes más.- sonreí.- ¿Y Sebastián?

— Ya está allá.- contestó Martha desde el asiento del copiloto.

— Joder me he dejado el móvil.- dijo Ana rebuscando entre sus cosas.

— No puede ser.- respondió Martha.- ya pongo la música yo, tranqui.

Mis amigas pusieron música a todo volumen mientras llegábamos a la discoteca y el aire que entraba por las ventanillas de este me volaba la melena. Me sentía realmente viva en esta ciudad, era todo lo que algún día había soñado.

Llegamos y resultó a estar a unos 15 minutos de mi piso; Sebastián estaba en una de las mesas y el lugar me pareció demasiado exclusivo.

Anatomía de Tú y Yo - [Pedri González]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora