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PEDRI

Abrí los ojos porque sentía todo mi brazo derecho adormecido y cuando vi a la bella castaña que dormía plácidamente abrazada a mi cuerpo recordé el porqué. Debían de ser alrededor de las 8 de la mañana porque el Sol que se asomaba por el gran ventanal de la habitación de Paula aún no estaba en su máxima intensidad.

Me froté los ojos y reflexioné sobre lo que había sucedido hace apenas algunas horas atrás; Paula y yo lo habíamos hecho y sin duda había sido lo mejor que había experimentado en mi vida. El simple hecho de recordar sus uñas arañando mi espalda, sus sensuales jadeos o su respiración contra mi oído eran suficientes para excitarme de nuevo. Joder macho, son las 8 am.

Me separé como pude evitando despertarla y una vez estuve de pie, volví a taparla con la manta; Paula se acomodó mejor en sus almohadas y decía cosas entre sueños que sinceramente no entendía.

La contemplé viendo su torso subir y bajar lentamente, respirando tan calmada y tan tranquila. Repentinamente un sentimiento extraño se apoderó de mí; Paula había confiado su cuerpo en mí sobre todas las personas y por algún extraño motivo me sentía con una responsabilidad enorme. Aún así, esos pensamientos no evitaban que me sintiese tan pleno y no por el hecho de haber tenido un polvo más en mi lista o nada de lo que cualquier tío promedio pensaría, sino más por el hecho de que había sido ella, ella y no ninguna otra mujer.

Me vestí y fui escaleras abajo, sonreí al ver el desastre que habíamos dejado de anoche y me apresuré en quitarlo antes de que Matteo llegase y se diese cuenta de que habíamos incumplido su única regla.

Subí las prendas y conecté el celular de Paula, volví abajo para hacerle un intento de desayuno y cogí unas galletas de un paquete que encontré en la alacena. Mi corazón dio un vuelco cuando vi a una señora de baja estatura entrar por la puerta y casi me ahogo con la galleta en la boca.

— Madre mía que susto.- dije.

— ¿Usted es...?.- preguntó confusa.

— Vengo con Paula.- me quedé estático en mi lugar.- ¿Y usted?

— Trabajo aquí.- dijo seria.

— Vale, me voy.- señalé las escaleras incómodo bajo la mirada crítica de la señora.- Que tenga buen día.- dije y comenzó a hacer sus labores en cuanto me marché.

Eran casi las 10 de la mañana y Paula seguía dormida como una bebé, me acosté a su lado y aparté el pelo de su rostro. Era honestamente angelical, podría mirarla por horas así sin hacer nada más y nunca me cansaría.

— Paula.- la moví ligeramente por el hombro pero gruñó frunciendo el ceño y apartó mi mano con agresividad. Me acerqué más a ella y repartí besos por todo su rostro hasta que por fin abrió los ojos.

— Que pesado eres.- susurró y escondió el rostro en la almohada.

— Anda levántate.- le tiré una almohada al rostro.- Te he traído el desayuno.

En cuanto escuchó eso se acercó al plato que se encontraba sobre su gran escritorio. Analizó el intento de tortitas con frutillas alrededor, el vaso con zumo de naranja y luego a mí; me abrazó fuerte envolviendo sus brazos en mi cuello.

— Gracias.- acarició mi rostro y me besó, una, dos, tres veces o más.- Estás hecho todo un tierno cuando lo deseas, Pedri.

Anatomía de Tú y Yo - [Pedri González]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora