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PAULA

Pedri repartiendo besos por todo mi rostro hizo que me despertase antes de que el sol saliese.

— Buenos días.- me miró y apartó un mechón de mi cabello. Él ya iba listo con unos pantalones cortos de chandal y una sudadera.

— Joder ¿qué hora es?.- me tallé los ojos y apenas y me incorporé sobre la cama sobre mis codos.

— Eso es lo de menos.- se puso de pie y me tendió una de sus sudaderas.- Anda, arréglate que quiero mostrarte la ciudad.

— Ya podrías hacerlo al mediodía.- volví a tumbarme en la cama y me cubrí con la manta hasta la cabeza. Las mañanas definitivamente no eran lo mío.

— Venga ya amor.- me quitó la sábana de un jalón y protesté.- No vas a arrepentirte, te lo juro.

— Vale, confiaré.- me puse de pie no con mis mejores ánimos, pero lo hice de todas formas.

Minutos después ya estaba lista y subimos en el coche de Fer paseando por las calles de Tegueste, que para aquellas horas apenas y había gente. El cielo perdía esa tonalidad oscura característica de la noche y en cambio los colores apenas y brotaban; el amanecer estaba cerca.

Pedri aparcó en un pequeño estacionamiento cerca de la playa y abrió mi puerta para que bajase. Entrelazó nuestras manos y caminamos juntos sobre la arena hasta casi la orilla del mar.

— ¿Qué querías mostrarme?.- acaricié su antebrazo cuando me abrazó por detrás, sin despegar los ojos de las suaves olas que rompían y los colores del cielo que ahora parecía un óleo precioso de colores pasteles mientras el sol comenzaba a asomarse.

— Shhh.- recargó el mentón en mi hombro y sonreí, por el simple hecho de estar ahí, con él.- Sólo observa.

Y así lo hicimos abrazados, en silencio, observando la obra de arte que se postraba frente a nuestros ojos. Podía sentir su corazón latir en mi espalda e inevitablemente suspiré, por la paz que me brindaba. El sol ya había salido y cuando giré mi rostro apenas para observarlo, los preciosos ojos castaños del canario se iluminaban casi de manera inmaculada.

— ¿Ves eso?.- señaló con la cabeza a su derecha hacia unas canchas de fútbol improvisadas en dónde unos niños ya se encontraban jugando.

— Mhm.- asentí.

— Ahí jugaba al fut con Fer.- sonrió sin despegarle los ojos a los pequeñajos que gritaron cuando uno de ellos anotó.- Nunca supimos lo que nos esperaba.

Me giré con sus manos aún sobre mi cintura y cogí su rostro entre mis manos.- Estoy muy orgullosa de ti Pedri, no tienes idea de cuánto.

Sonrió y me besó suave con detenimiento, rozando sus labios leve y tranquilamente con los míos, como si todo el mundo se pausara cada vez que me tocaba.

— Te quiero.- susurré una vez se separó de mí, juntando nuestras frentes mientras su respiración se hacía una misma con la mía.

— Yo más.- dijo y me dio un pico. Nuestro momento se vió interrumpido por el sonido de unos pasos a la lejanía; se trataba de un chaval caminando hacia el mismo sitio que nosotros con una tabla de surf bajo su brazo.

— Madre mía, cómo sois tan madrugadores vosotros los canarios.

— Espera.- Pedri entrecerró los ojos como si eso fuese a mejorarle la visión.- Yo conozco a ese tío.

— ¿Qué? ¿Quién es?.- pregunté.

— Ya verás.- dijo y posó las manos a los costados de su boca.- ¡Damián!

Anatomía de Tú y Yo - [Pedri González]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora