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PEDRI

Paula se había levantado tempranísimo para hacer el desayuno; dejó un vaso de agua en la mesita de noche junto a un efervescente para la resaca que— como bien predijo—me martillaba la cabeza.

— A la ducha.- dijo después de fregar los platos mientras yo casi volvía a caer dormido sobre la barra de mi cocina.

— ¿Por qué no dormimos un poco más?.- ignoró mi petición y tiró de mi brazo hasta encerrarnos a ambos en el baño.

Me dio la espalda y comenzó a sacarse la camiseta; no llevaba sujetador así que lo primero que vi fue como su cabello caía sobre su espalda desnuda. Me miró sobre su hombro y pude ver cómo se ruborizaba ligeramente.

— Deja de verme.- espetó dándose la vuelta y cubriéndose el pecho con los brazos.

— Como si no te hubiese visto hasta el alma ya.- dije mientras me quitaba todas las prendas.

— Sigo teniendo pudor.- se acercó a mí, pasó sus dedos por mis brazos y subió hasta mi cuello.

— Yo creo que no.- dije posando las manos sobre sus caderas y bajando el elástico de sus bragas hasta sus rodillas, cayendo por si solas hasta sus talones. Joder, que infarto.

Ambos nos metimos a la ducha y enjaboné su cuerpo y su cabello con los productos que le había dado la noche anterior. Cerró los ojos mientras mis dedos masajeaban su cuero cabelludo.

— ¿Por qué usas champú para cabello liso?.- pregunté enjuagándola.

— Porque no lo tengo rizado.- dijo apretando los ojos mientras el agua resbalaba por su rostro.

— Tampoco liso.

— Déjame en paz.- rió.

Después de un rato salimos de la ducha, antes de que la tentación me ganase y perdiésemos el vuelo que salía en 2 horas. Nos arreglamos y nos dirigimos a su casa, la cual estaba sola ya que Matteo se había quedado con su novia. Paula hizo una pequeña maleta en tiempo record y nos dirigimos hacia el aeropuerto junto a mi familia.

PAULA

Casi 4 horas de vuelo después, llegamos y apenas cogimos el taxi con dirección a la casa de los González, el calor de verano golpeó todo mi cuerpo. Tenerife estaba llena de colores, de acentos particulares tal como el de Pedri y de un clima digno de pasarse todo el día tumbado a la orilla del mar.

Pedri entrelazó nuestros dedos haciendo que despegase la vista de la ventanilla y me recargase en su hombro.

— ¿Cómo va la resaca?.- pregunté y él rodó los ojos sonriendo.

— Fatal.- exhaló.- No vuelvo a beber en mi puta vida.- Reí y me acomodé mejor sobre su brazo derecho.

Irremediablemente me quedé dormida; fue la voz del canario que decía que habíamos llegado la que me trajo de vuelta unos 30 minutos después.

Pedri bajó todas las maletas junto a su hermano y su padre. A decir verdad, su casa era preciosa; parecía bastante moderna pero seguía manteniendo el toque clásico que caracterizaba a sus padres. Era bastante fresca y acogedora, con un enorme patio y piscina al fondo.

— Bueno cuñadita, siéntete como en casa.- Fer nos intersectó.

— Gracias.- sonreí un poco incómoda. A pesar de que su familia me hubiese recibido genial y fuesen majísimos, seguía siendo un poco extraño para mí pues nunca antes había ido tan lejos con ningún tío.

— Poneros cómodos y arreglaros porque nos vamos al restaurante en un rato.- dijo su padre.

— Pedri, cariño, subid a la habitación de siempre. Seguro estáis muy cansados.- dijo la mamá de Pedri, postrando la mano sobre mi hombro en signo de aprecio.

Anatomía de Tú y Yo - [Pedri González]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora