Capítulo 8

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Me quedé paralizada viendo como se iba a su casa bajo la lluvia. Quería entrar a casa y secarme, pero mis pies no respondían. Me gusta Elliot, lo admito.
Entro a casa y encuentro a mamá leyendo una revista.

-Hola mamá.

-Hola Saba. Oye cariño, estás empapada. Te traigo una toalla.

-Gracias, iré yo.

Cogí una toalla que casualmente estaba cerca y me sequé un poco. Entré y me recosté en la tina con agua caliente. "Mucho mejor". Eran las 6:00 pm. Me puse la bata y unas zapatillas. Me siento cómodamente en un sillón y le escribo a Jessie:

"Jessie:
Hola, no por donde empezar. estás bien, me alegro por ti. Yo también lo estoy. Mañana es la obra de Teo. Por fin terminé los reportes de química, mate y psicología. No que más escribir. Espero que te sigas divirtiendo, yo también te hecho de menos.
Te quiero amiga,
Sabana."

Una lágrima resbala. Voy a cenar y me duermo sonriendo mientras me acaricio la mejilla.

* * * * * * * *

La luz del sol a través de la ventana me despierta. Bostezo y me estiro. Está haciendo demasiado calor, así que entro de una vez al baño. Hoy es la obra.

A las 3:30 pm estoy lista. Llevo puesta una falda tubo color crema, con una blusa morada y unos tacones bajos. Decido dejarme el pelo suelto. Creo que voy muy formal pero mamá me obligó, es por la escuela.
Mamá llevaba un vestido negro, se veía casi diez años más joven. Había sufrido mucho cuando murió papá. Y aún sufre, a veces lo oculta con una sonrisa falsa o cambiando de tema al mencionarlo. Ésta vez se veía diferente.
Más felíz, menos rota.

Mamá había dejado a Teo una hora antes para ensayar y vestirse. Llegamos al escenario y estaba lleno. Por suerte nunca he tenido que actuar. "Y nunca lo haré... ". Mi hermano vestía un traje de campesino. Lo saludamos y empezó la función.

Trataba de una típica historia amor prohibido, entre un campesino y una princesa. Los dos se enamoraron, pero la princesa ya estaba comprometida. El caballero desafió a su contrincante, lo venció y la pareja vivió feliz el resto de sus días. Y fin.

Nos levantamos y aplaudimos. Los actores hicieron una reverencia y se cerró el telón.

Llegamos a casa a las 6:00 pm. Le dí a Teo un regalo, una alcancía, y mamá le dió una pelota.

* * * * * * * *

-¡Louis Theodore Wave Richarson! ¡Dame mi cepillo!

-¡Jamás! -dijo mientras lo correteaba por toda la casa.

Mientras corría, me tropezé con James y en el momento en que Teo reía, agarré mi cepillo.

-¡No se vale! -dijo haciendo pucheros.

-Todo en esta vida se vale, hermanito -dije mientras cepillaba mi pelo vistoriosa. -O al menos para mí.

Me alisté y sali de casa. Iría a la biblioteca lo que quedaba del domingo.

Llegué y Susan me sonrió.

-Aquí viene mi clienta favorita.

-Hola Susan.

-Cualquier cosa ya sabes donde encontrarme.

-Claro.

Busqué y busqué. Quería leer algo bueno. Encontré un libro llamado «La cueva de las almas» de Stephen R. M. Parecía interesante y lo era.

Trataba de Michael, un aventurero y científico. Él siempre había querido luchar por algo que valiera la pena. Algo por lo que sería reconocido. Algo que cuyo recuerdo no se borrara.
Un día se aventuró en el bosque. Se desató una fuerte tormenta y resbaló colina abajo, hasta que llegó a la entrada de una oscura y misteriosa cueva:

"Era tan silenciosa y oscura, que podía escuchar mi respiración, mis pasos y mis propios latidos. Me adentraba en ella poco a poco, sujetando una antorcha, mientras percibía a lo lejos el feroz silbido del viento y toda criatura de afuera. Caminé media hora en sus entrañas. Me detuve al parecer visto un pequeño..."

Me interrumpió la voz de Susan diciéndome que ya iba a cerrar. Cerré el libro, lo coloqué en su lugar y salí.

En al entrada de la biblioteca estaba aquel misterioso hombre del parque.

-Está cerrado -le dije pasando a su lado.

-Qué lastima, pero gracias. ¿Tú eres?

-Giselle -mentí. La verdad nunca se puede confiar en un extraño y menos en en uno que te dio escalofríos una vez.

-Paul. Un placer -dijo extendiendo la mano y mostrando una sonrisa.

-Igualmente -mentí otra vez, estrechándosela.

-Nos vemos luego, Giselle.

-Adiós.

Corazón de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora