Capítulo 9

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Abro la puerta de mi casa y está en llamas. Llamo a mamá y a mi hermano, pero nadie responde. Mi voz se devuelve en un eco. Lo único que se escucha son las llamas a mi alrededor. No veo a nadie, está vacía. No sé por qué pero me adentro en la casa. Miro a la pared de la derecha y me fijo en el reloj digital, está marcando treinta segundos en cuenta regresiva. Volteo a la pared de la izquierda y una foto de papá cae al suelo y se quiebra en mil pedazos. Veinticinco segundos. Una voz a lo lejos me dice: "Decide rápido. El tiempo se acaba". Me quedo inmóvil un instante y veo el reloj de nuevo. Quince segundos. Corro buscando algo, no sé qué, pero busco algo que me falta. Cinco segundos. Cuatro. Tres. Dos. Uno. Grito desesperada y me desmayo asustada. Un ruido sordo y cortante se escucha. Luego todo se vuelve negro.

Me despierto y voy a la cocina por un vaso de agua. Son las 2:25 am. Me siento en el sillón de la sala y bebo, mientras miro el cielo oscuro a través de la ventana por un largo rato. Ahora me pongo a pensar en la situación del sueño, y esta es mi conclusión:
Si tu casa estuviera en llamas y solo tienes treinta segundos para llevarte una sola cosa, ¿qué te llevarías? Ahora que lo pienso bien, no lo sé. El viento fresco de la madrugada me acaricia el rostro y quedo dormida.

Cuándo despierto aún nadie se ha levantado.
Son las 7:00 am. Me levanto y preparo café para mamá y para mí. Hago un huevo frito para cada uno con tocino.

Mientras se cocinan, pongo "Sugar" en mi teléfono y me coloco los audífonos, una buena canción para empezar el día. Sirvo los huevos y el tocino en los platos. Coloco las tazas con café en la mesa y sirvo el jugo de Teo. Cuando termina la canción, levanto la vista y mamá y Teo entran a la cocina somnolientos.
A mamá se le iluminan los ojos.

-Vaya sorpresa, gracias cariño -me abraza y me da un beso en la mejilla.

-De nada mamá -volteo a ver a la mesa y Teo ya se está devorando su desayuno. Mamá lo mira con desaprobación.

-¿Qué? Ah, sí... ¡Gracias Saba! -dice. Nos reímos y desayunamos. Mamá me deja en la escuela.

* * * * * * * *

-...Y luego Joseph me dijo que no iría conmigo -dijo Francis triste y sollozando.

-Descuida, aún falta tiempo para el baile. Hay muchas oportunidades todavía.

-Pero de verdad me gusta. Y yo pensé que también le gustaba, en la forma que nos mirábamos y hablábamos. No lo entiendo.

-A veces hay muchas cosas que nunca logramos entender. Tal vez no sea con quien debes estar. Apuesto a que hay chicos que querrán ir al baile con una chica tan linda, divertida e inteligente como tú.

-Gracias. Tal vez no sea el indicado. ¿Sabes qué? Dejemos este drama y vayámonos al centro comercial.

-Esa es la Francis que conozco -contesté sonriendo- ya le avisé a mamá.

-Genial.

* * * * * * * *

-¿La amarilla o la rosa? ¿Cuál se me ve mejor?

-A mí me gusta más la rosa. Resalta el azul de tus ojos.

-Gracias. Por eso te quiero, Saba.

-Y yo a tí -digo riéndome.

Compramos la blusa y vamos por un batido. Mientras hacemos fila, charlamos.

-Y no te gusta alguien por ahí..., ¿o sí? -dice con mirada coqueta.

-No lo sé... Tal vez -digo haciendome la inocente.

-¡Oh por Dios! Dime, por fiiiis...

-No.

-¿Una pista?

-No.

-¿Lo conozco?

-No.

-¿Con qué letra empieza?

-E.

Avanzamos un poco en la fila.

-Mmm... ¿Edward Cullen?

-Okey, creo que Crepúsculo te ha afectado un poco, amiga.

-¿Emanuel? -dice riéndose.

-No.

-¿Esteban?

-No.

-¡Ay dime! ¿Siiiiii? -dijo poniendo cara de perro abandonado.

-Elliot, ¿sí? ¿Contenta? -la verdad no le hubiera dicho, pero mi nivel de paciencia estaba en 0,1%.

-¡Soy tan felíz! ¡Mi amiga se enamoroó! ¡Mi amiga se enamoroó! -dijo a todo pulmón dando pequeños saltitos. Todas las personas que estaban cerca nos miraron con cara rara.

-Oye, baja el volúmen un poco. ¿Sí? Todos nos miran.

-Oh, claro.

-Y para que sepas, que te guste alguien y que te enamores son cosas muy diferentes. Solo pienso que es lindo y simpático.

-Ya veremos... -dijo dándome un leve codazo.

-Qué madura.

-Demasiado -se rió. Esa risa es tan contagiosa que yo también me empezé a reír. "Ahora que están locas" debió pensar la gente que nos miraba.

Por fin llegamos a la caja y la chica que nos atendió se rió un poco y nos dió los batidos.

* * * * * * * *

-Adiós, hasta mañana.

-Hasta mañana, Francis.

Llego a casa y leo un rato. Cenamos y duermo como no he dormido en años.


Corazón de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora