35. ¿Dardos o Vudú?

542 60 12
                                    

No me puedo creer que ESTO realmente haya pasado. No sé dónde meterme. No sé dónde esconderme.

Elena y mi madre nos miran a Moisés y a mí pero de manera distinta. Elena tiene cara de incredulidad y mi madre... ¿Con cierto orgullo? ¿Está enfadada? A veces es complicado describirlo.

–En mi defensa diré que... Moisés me obligó. –Respondo señalándole. Él me mira levantando sus cejas pero mantengo mi propuesta de manera firme.

–Sí, seguro que estabas súper coaccionada. Desde luego. –Responde mi madre rodando los ojos, sin creerse ni una sola palabra, efectivamente.

–Decidme que al menos lo hicisteis con condón. –Contesta Elena quitándose las gafas y limpiándolas con la gamuza que ha sacado de su bolso. Creo que no sabe dónde meterse ahora mismo pero estoy segura de que esta situación es peor para nosotros que para ellas.

–¿Es necesario pasar por este trámite? –Pregunta Moisés mordiéndose el moflete por dentro. –Ambos somos mayores de edad, somos conscientes que no deberíamos haber tenido sexo en un lugar público y que si hay una próxima vez, intentaremos escondernos mejor. Esto es un sufrimiento innecesario.

–Os han echado de la universidad tres días por follar en una biblioteca, nos han llamado para hablar con el decano. Vuestro peor castigo es haceros sentir incómodos. –Responde mi madre mirándonos a los dos, amenazante.

–No esperaba que revisaran las cámaras, ¿a quién se le ocurre? –Admito encogiéndome de hombros. –Nadie lo hace y menos en una biblioteca; son ganas de jodernos la vida.

–Seguro que es eso, Alexia.

–Pero, entonces, ¿estáis juntos? –Ahora es Elena la que habla. Supongo que quiere dejar el tema del sexo a parte; a nadie le gusta saber de la vida sexual de sus hijos. Menos a mi madre, que parece tan entretenida que si nos pusiéramos a discutir en ese momento, se sacaría un bote de palomitas.

–Bueno, a ver... Juntos...

–Sí, estamos juntos pero Alexia tiene miedo al compromiso y no lo va a admitir por eso no la tenemos que forzar.

–Yo no tengo miedo al compromiso. –Me defiendo cruzándome de brazos.

–¿Por qué crees que tiene miedo al compromiso? Desarrolla. Me parece interesante tu apunte. –Dice Elena como si ni siquiera estuviera delante. Abro la boca de par en par buscando los ojos de mi madre. Ella simplemente se encoge de hombros y me dice "Es lo que hay".

–¡Hola! ¡Estoy aquí! ¡Y no tengo miedo al compromiso! Es solo que hasta hace una semana, te odiaba y ahora... Pues me tengo que adaptar. Tampoco creo que nadie tenga que forzarme a formalizar una relación.

–Ahí tiene razón Álex.

–Es complicado ver las cosas desde la perspectiva de la otra persona, es cierto. No quiero forzarla pero siento que yo lo tengo todo tan claro que a veces me cuesta entender que ella pueda tener dudas. –Moisés me mira y hace una mueca. –Lo siento. Quiero darte tu tiempo y cuando estés preparada, pues ya nos casamos.

–Elena, ¿le puedes decir a tu hijo que no sea tan intenso? –Pregunto haciendo que me estiro el cuello de la camiseta que llevo para coger más oxígeno. Los tres se ríen y yo... Bueno, puede que tenga cierto miedo al compromiso. Miro a las tres personas que tengo delante de mí. Y sé que hay un tema que ellas dos no saben y que me siento a gusto para contarle. Después de tanto tiempo, quizás haya llegado el momento. –Y... Bueno, puede que tenga cierto miedo al compromiso. Pero no es todo por ese motivo sino porque... Mi ex novio, Eric, no me trató demasiado bien y eso hace que cuando pienso en una relación estable, me genere un sentimiento de ansiedad que me es complicado llevar. Ya puedo tener a la persona más buena al lado que dentro de mí hay algo que me dice que me van a volver a tratar mal.

–¡¿Que ese feo te trató mal?! Pero, ¿quién se cree que es?

–Para poder solucionar esos problemas, es muy importante la comunicación con tu pareja. –Explica Elena cogiéndome la mano y con una leve sonrisa, mostrando su apoyo.

–Yo tengo una idea que también te puede ayudar a liberar ese pensamiento negativo...  –Interviene Moisés levantándose de la silla con energía.

–Si es algo guarro, esperad a que nos vayamos, solo os pido eso.

Jamás pensé que esta situación fuese a pasar: estamos en el parque de debajo de casa de Moisés, con una foto de mi ex en una diana y con dos dardos cada una. Mi no-novio ha puesto un pañuelo en el suelo para marcar la línea de tiro.

–¿Podría considerarse vudú? Porque entonces preferiría una foto de cuerpo entero. –Pregunto colocándome para lanzar.

–Quien de en la frente, gana. –Aclara el demonio haciendo estiramientos.

Lanzo los dardos y acierto a darle entre los dientes y en el pelo, pero no en la frente. Arrugo la nariz. Quiero clavarle un dardo en esa cara asquerosa y de imbécil que tiene.

–¡Yo! ¡Me toca! –Grita Elena. Se coloca las gafas con el dedo índice colocándose en la línea. Parece su ritual. Coge primero un dardo, lo tira. Arruga la cara al falla y no darle ni siquiera a la diana. Tira el otro que da en la camiseta. Vuelve a arrugar la cara pero esta vez termina por cruzarse de brazos. Ese gesto me resulta demasiado gracioso; supongo que es algo que pasa en las personas tan inexpresivas.

–Aprended de la profesional.

La señora que me trajo al mundo, se cruje el cuello y lanza los dardos acertando a darle entre los dientes y en la nariz.

–Justo lo que le partiría si le tuviera aquí delante.

No recordaba pasarlo tan bien en un modo tan familiar desde hace tiempo. Es reconfortante que a pesar de que nos hayan expulsado, estemos pasando un buen rato. Hay personas que consiguen que la vida parezca más fácil y es ahí donde te tienes que quedar. Porque esta tarde ha sido fácil. Sencilla. Sin problemas. Divertida. Al principio, ha sido incómoda pero agradezco que no nos hayan machacado ni interrogado demasiado.

Empieza a atardecer y mi madre y yo nos vamos en su coche donde nada más entrar, te pega un guantazo a olor a vainilla. Ponemos un poco de música de fondo que cantamos tarareando sin decir nada. Ella se echa su pelo rubio y corro hacia un lado y cuando está aparcando, me mira de reojo. Sé que quiere hablar pero que no sabe como. La conozco tanto como ella a mí.

Quita la llave del contacto y me mira sin bajarse, dedicándome una sonrisa.

–Os queréis mucho.

Aprieto los labios y miro hacia el frente.

–Eso es porque nos has visto en el momento bueno... –Bromeo mordiéndome las uñas.

–Eso siempre pasa; tu padre y yo discutimos a veces pero si tuviera que volver a atrás en el tiempo, siempre le elegiría a él. Y si volviera a nacer, le buscaría hasta encontrarle. En eso se basa el amor; tener claro que siempre sería esa persona, pasara lo que pasara. ¿Y tú? ¿Qué sientes cuándo le ves?

–Pues... No lo sé. Desde que estamos juntos, he empezado a mirar hacia atrás, comportamientos que teníamos ambos y... Me he dado cuenta que siempre le buscaba, que siempre intentaba que me molestara o discutir con él. Puede que haya estado ciega todo este tiempo y que una parte de mí siempre supiera que le quería porque también me ponía nerviosa al verle... Cuando me lo encuentro de manera fortuita, se me para la respiración y el pecho me empieza a latir con fuerza. –Cojo aire y lo suelto lentamente. Miro a mi madre y aprieto los labios. –Con el tiempo, he descubierto que cada persona siente el amor de manera distinta. Yo siento que me falta el oxígeno, que quiero agarrarle por el cuello y besarle y pasar tiempo con él pero es un sentimiento egoísta que no quiero compartir con nadie. Odio que la gente nos siga. Odio que la gente suba nuestras fotos a Instagram. Le quiero solo para mí y quiero que nuestro amor sea tan privado que solo él y yo lo entendamos. Porque al final es así. Incomprensible. Nos hemos pasado la vida discutiendo, pegándonos, haciéndonos putadas pero en el fondo era porque estábamos enamorados. Y nadie entendía por qué seguíamos saliendo de fiesta juntos, yendo a clase juntos o simplemente, compartir espacio. Pero ahí estábamos.

–¿Todo esto lo has hablado con él?

Niego con la cabeza. Mi madre asiente y sale del coche sin decir más.

–Deberías hacerlo, cariño. A veces por no decir lo que pensamos, las personas terminan cansándose de nosotros.

SI TE ATREVES  [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora