24. Que Empiece la Guerra

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No me lo puedo creer. Si antes pensaba que Moisés era el diablo, después de hablar con mi hermano, ahora no lo pienso, lo confirmo. Jamás pensé que pudiera existir una persona tan manipuladora, mentirosa y traidora como él. Todo el cansancio mental que llevaba por hacerle daño, ha desaparecido para convertirse en ira y rabia.

El día de la terapia de hermanos estuve a punto de irme a casa de mi hermano para empezar la III Guerra Mundial pero Noah me convenció de que no era buena idea.

Nada más llegar a casa, me deshice. Ruby y Riley se asustaron tanto que pensaban que me había pasado algo y cuando les conté todo, vi en sus rostros la viva imagen de la pena. En fin. No. No era nada grave, solo un idiota.

Pero ese día ha marcado un antes y un después. Me siento nueva. Me siento distinta. Puede que me sienta así porque todo lo que pensaba acerca de Moisés se ha confirmado y es un gran peso que me quito; estoy segura de que la tontería de besarle no volverá nunca.

Por eso, he decidido quedar con Miki y disculparme por haber pasado de él durante este tiempo. Hemos ido a un bar cerca de casa de mi hermano porque sé que tanto Noah como Moisés suelen pasar aquí alguna que otra tarde y me gustaría restregarle a ese inútil que sigo con mi vida y darle un poco de su propia medicina.

He decidido ponerme mis mejores galas para que vea lo que se ha perdido: una camiseta de manga larga con escote en pico de color negro, el sujetador con más push up que he encontrado en el armario y una falda extremadamente corta con una pequeña raja en el lateral. Y los aros. Los aros nunca fallan. Al igual que el eyeliner que me he hecho a juego con ese aire de femme fatale  que me he propuesto llevar hoy.

Nada más ver a Miki, puedo comprobar que mi modelito es un 15 de 10 solo por la cara que pone. Observó como su nuez sube y baja por tener que tragar saliva y una pequeña sonrisa se me escapa. Ahora solo queda encontrarme con Moisés.

–Hola, Álex. –Noto como se pone nervioso y que no sabe qué hacer. Va a darme la mano pero después termina dándome dos besos.

–Hola, ¿qué tal?

Entramos en el bar y hago un primer barrido: no consigo ver a Moisés por ningún lado y eso me jode. Aun así, no quito mi sonrisa y nos sentamos en la primera mesa que vemos.

–Me ha sorprendido que me llamaras... Llevo tiempo dándole vueltas a todo esto. –Me dice mirándome directamente a los ojos. –Pensé que no volverías a llamarme.

–¿Y por qué pensabas eso?

–Porque por mucho que me joda, me he dado cuenta de que no sientes lo que hay que sentir para tener algo más de lo que ya tenemos. Quiero decir... Darnos cuatro besos y luego seguir como si nada está bien, pero yo no necesito eso y menos después de darme cuenta que me estoy pillando un poco. –Se encoge de hombros y empieza a juguetear con uno de sus rizos. –Eres una chica estupenda, Álex, pero creo que no soy para ti.

Entonces me doy cuenta. Me doy cuenta de que he tenido a Miki ahí, pendiente de mí para nada. He jugado con él, intentando convencerme de que podría tener algo más a pesar de que mi corazón, por mucho que me joda, es de Moisés.

–No puedo decir nada más que lo siento. –Llevo mi mano por encima de la mesa y cojo la suya. –No se puede forzar lo que no se siente y desde el primer día pensé que estabas cañón. –Él se ríe y coge mi mano. –Pero tienes razón y no quiero hacerte daño porque tienes tanta paz dentro que no estaría bien que te la arrebatase.

–¿Amigos?

–Obvio.

Me levanto de mi sitio y voy directa a abrazar a Miki por detrás. Ahora me siento mal. No quiero usarle ni que sea mi juguete porque es una persona y tiene sus sentimientos, no como Moisés.

Y hablando del diablo... Mientras abrazado a Miki, veo que entra por la puerta junto con Noah. La sensación que se apodera de mí, es extraña. Siento que se me corta la respiración y que mi corazón deja de latir; el tiempo empieza a pasar más despacio, como si estuviéramos en cámara lenta y cuando los ojos de Moisés, más azules que nunca, se quedan fijos en los míos, el tiempo se paraliza por completo.

Como si estuviera haciendo algo malo, dejo de abrazar a Miki y me siento, intentando no mirarle. Mi mano comienza a temblar sin ningún motivo y entonces sé que necesito ayuda porque esto no voy a ser capaz de pasarlo sola.

–Dame un momento.

Salgo fuera del local y marcó el teléfono de Ruby sin pensarlo dos veces. No me quiero ir porque él haya llegado, no se merece ganar esto y menos después de todo.

–¿Álex? ¿Va todo bien? –Ruby responde preocupada porque si algo me caracteriza es que NUNCA llamo por teléfono.

–¿Podéis venir al bar Luna Mía?

–¿Qué ha pasado?

–Moisés está aquí. Os necesito.

No me hace falta decir más. Sé que van a venir aquí y siento que me quito un gran peso de encima. Con amigos, todo es mucho mejor.

Voy a volver a entrar en el bar cuando Moisés sale. Él se me queda mirando y va a decir algo, pero yo intento huir y meterme de nuevo.

–Álex.

No le hago caso. No puedo porque no va a salir nada bonito de mi boca.

–Álex, para.

–No.

–¿Estás con Miki? –Pregunta cogiéndome del brazo, sin dejarme entrar. Me giro y le dedico una amplia sonrisa. Un par de lágrimas se escapan de mis ojos.

–¿Y tú con Ágata? Ah, no... Espera... No estás con ella. Es solo tu mejor amiga y estabais fingiendo estar juntos para reíros de mí. Cuando la vi, sabía que me sonaba pero no esperaba que fuese la misma que había visto en fotos tuyas de clase que tu madre me enseñaba.

El agarre de Moisés en mi brazo se afloja y noto como se queda blanco.

–¿Cómo...

–¡Cállate! ¿Vale? –Le grito acercándome a él. –No tienes derecho a hablarme. Nunca más.

–¡No era para humillarte! –Grita cuando ya estoy abriendo la puerta. –¡Nunca te haría algo así!

–Pues lo has hecho. Y así me siento.

–Perdóname... Álex, por favor...

No quiero mirarle porque noto su tristeza en las palabras y sé que seguramente, tenga los ojos llenos de lágrimas. Me giro con los ojos cerrados y a pesar de todo, busco la fuerza para abrirlos y mirarle.

–No te puedo perdonar porque todo este tiempo he tenido razón y en el fondo, muy en el fondo, esperaba estar equivocada porque a pesar de no haberme dado cuenta nunca, mi subconsciente sabía que había algo más allá del odio. Lo bueno es que después de esto, sé que he hecho bien en odiarte toda mi vida y he tenido suerte de no caer en tus mentiras.

–¡Hice lo que hice porque ya no podía más! ¡Ya no sabía qué hacer para que te dieras cuenta de lo loco que estoy por ti! Alexia, llevo toda mi vida enamorado de ti y voy a pasar el resto de lo que me quede amándote. –Para un segundo y quita sus ojos de mí. –Pensé que fingir que estaba con Ágata, te iba a hacer abrir los ojos. No lo hice para humillarte. No lo hice para reírme de ti. Y puede que haya sido un acto inmaduro pero, siendo sincero, después de estar toda la vida intentando llamar tu atención, intentando que te fijes en mí, que dejes de pensar que soy el demonio y que estés con otros, fue el último cartucho que me quedaba.

Voy a hablar pero entonces escucho una voz aguda gritar mi nombre.

–¡Álex!

Ruby aparece y me da un abrazo gigante. Y no sé cómo podré agradecerle el resto de mi vida que haya aparecido así; acaba de salvarme.

–Moisés. –Le saluda con un gesto de cabeza. –¡Uufff! ¡Vámonos dentro! ¡No aguanto este frío! ¡Derek! ¡Riley! ¡A socializar!

Derek se acerca a mí y me da un beso en la mejilla para después pasar un brazo por encima de mis hombros. Estos días hemos congeniado súper bien porque al parecer es mucho más que una cara bonita, pero no hay nada más. Sin poder evitarlo, antes de entrar, miro por encima del brazo de Derek a Moisés... Y casi puedo sentir la mirada afilada hacia el pelirrojo, lleno de celos.

–Que empiece la guerra.

SI TE ATREVES  [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora