38. Shrek Y la Galleta de Jengibre

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Para la tranquilidad de Moisés y su bólido, su tortura se termina al llegar a donde realmente quería ir.

Y la sorpresa es... Una pequeña casa rural con jacuzzi en vez de bañera, en un baño que parece sacado de Pinterest. Aunque esa no es la mejor parte, a pesar que me llamara la atención lo primero. No. Lo mejor es la buhardilla que hace a su vez de habitación. Lo más impresionante es que... El techo es de cristal. No aguanto las ganas de estar allí, tumbada junto Moisés, mirando las estrellas a través del telescopio sin tener idea de lo que estamos mirando. Intenté buscar algo que poder observar pero pensé que sería mejor idea inventármelo.

Sé que es una buena idea y que quizás debería haber ido antes allí, pero una no es rica y me ha llevado muchas crisis existenciales romper la hucha de cerdito que tengo desde los tres años. Aún así, sé que va a merecer la pena.

Bajo las ventanillas para que el olor nos invada las fosas nasales y aparco el coche al lado del coche para que el dueño, que me desea una feliz estancia, me de las llaves de la casa y me explique las normas básicas.

–Es tu hora. –Bromeo sacando a Moisés del coche para llevarlo hasta la entrada, donde con dificultad, abro la puerta.

–Entonces... Esto es lo último que voy a oler antes de morir... –Susurra entrando en la casa. Le pongo la zancadilla, cansada de sus gilipolleces y se tropieza pero sin dejar de reírse. Imbécil.

Con indicaciones, le hago subir a la buhardilla. Abro la puerta y noto como las manos me sudan por los nervios, no puedo evitarlo. Saco el corcho del vino de manera torpe porque, seamos sinceros, no lo he hecho en mi vida y le termino por servir una copa. Cuando ya pienso que la situación es lo más idílica posible, le quito la cinta de los ojos. Siento que el corazón a mil por hora... Nunca le he pedido nadie que salga conmigo, siempre han sido ellos los que han venido detrás, pero creo que esa vez me toca.

–Guau... –mira a su alrededor con los ojos tan abiertos que creo que ni siquiera es capaz de pestañear. –¿Esto va a ser para nosotros solos? –No digo nada, solo asiento dándole la copa de vino. Le da un pequeño sorbo al Yllera y se relame los labios, todavía expectante. –No sé qué decir... Esto es... Joder, Álex, me encanta. A pesar de que casi hayamos terminado en la cárcel porque te haya dado por conducir sin carné.

–Eso, no te voy a mentir, no entraba dentro de mis planes... Ven, tengo una cosa más preparada, demonio.

Le arrastro hasta mi bolso que he dejado encima de la mesilla donde se encuentra la cama de matrimonio. De él, saco dos tacos de folios; uno se lo doy a Moisés y el otro me lo quedo yo. Empiezan a darme sudores solo de pensar en el paso que estoy a punto de dar pero quiero hacerlo a pesar de todo.

–¿Contrato de novios? –Pregunta leyendo el título en voz alta y mordiéndose el labio inferior para no reírse. –¿Esta es tu forma de pedirme que seamos pareja, mocosa? –Empieza a leer y su carcajada resuena en toda la sala. –¨Tendrás que llevarme el desayuno a la cama siempre que te lo pida, ¡no voy a firmar esto!

–Eso es lo de menos, sigue leyendo.

–¨Si algún día mi novia, Alexia Villanueva, está cansada, tendré que darle un masaje en los pies y si tiene ganas, bajar al pilón¨, ¿es un contrato de esclavitud?

–Me parecía importante dejar algunos puntos claros... Tengo que ser tu prioridad. –Contesto muy convencida.

–Mocosa, siempre serás mi prioridad, lo que no vas a ser es mi ama y señora.

–Eso está por ver... Tengo planes. –Admito sentándome en la cama. –Bueno, vete a... –Cojo mi contrato y paso las páginas hasta llegar al punto verdaderamente importante. –Página 3, apartado 5.1.

SI TE ATREVES  [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora