Fukuzawa, y prácticamente cualquier persona de la Agencia, quedaron sorprendidos cuando se enteraron por boca propia, que Ranpo ya no necesitaba guía para salir del edificio. Es decir, ahora podía estar bien sin vigilancia y sin que alguien lo tenga que acompañar para que no se pierda.
Ha confesado, muchas cosas.
Cosas que ni el mismo Fukuzawa sabía, porque Ranpo así lo había deseado.
Aunque no ha perdido su forma de ser, Ranpo ha prometido ser más abierto con todos. Les habló sobre su verdadero poder, sobre sus miedos e inseguridades y sobre cosas que lo molestaban.
Pero nunca habló acerca de lo que pasó en Estados Unidos. No habló con nadie sobre Poe.
A pesar de que tiene planeado hacerlo, eso no será hoy y tal vez tampoco mañana. Pero un día les explicará por qué llegó de América con un mapache en sus hombros y una caja llena de polvo de estrellas.
Las salidas de Ranpo ahora eran más frecuentes y más tardías.
“¿Por qué nos dijiste que necesitabas ir acompañado a todos lados?” le preguntó un miembro de la agencia.
“No quería volver a sentirme solo.” respondió Ranpo.
Fue una de las muchas conversaciones que tuvo por individual con miembros cercanos de su lugar de trabajo. Principalmente, con los que había un trato de bienestar mutuo, brindando apoyo y seguridad desde ambos lados de la relación.
Por ahora, Ranpo se preparaba para salir. Con su vestimenta habitual, tomó uno de los libros que trajo desde Estados Unidos que ahora descansaban en su estante de madera, llamó a Karl, y ambos salieron de la casa.
Si bien, Ranpo aún no ha perdido su miedo de estar solo mientras camina por las calles que le traen miles de recuerdos, ahora tiene a Karl, quien lo ayuda cada día que salen juntos, haciendo olvidar a Ranpo que hay más fantasmas en las calles que mismas personas.
—Está muy nublado hoy, ¿no, Karl? —Ranpo veía directo a las nubes que tapan al sol, aún así, los reflejos que hay entre los rayos de luz y el agua minúscula de las nubes hace que sus ojos duelan. —Aún así, no parece que vaya a llover.
El animalito le chilló en el oído. Estaba subido en su hombro izquierdo, por lo que pudo haberle lastimado el sonido, mas no dijo nada.
Pasó también por una florería. Desde el incio tuvo que deducir cuáles eran las flores favoritas de a quien iba a visitar, porque nunca se lo pudo decir. No hubo tiempo para preguntar cosas tan íntimas ni tan irrelevantes. En ese momento parecían irrelevantes, ahora, podrían ayudarlo a decidir cuáles debía comprar.
Era temprano, cerca de las diez de la mañana, pero ya iba tarde al trabajo.
Aún si eso era lo primordial por la cantidad de casos que le podrían dar, la ciudad se veía tranquila hoy. Sea por el clima o por que es un día más del montón que le hace falta vivir a la humanidad.
Ranpo llegó a su destino más lento de lo que habría querido. Pero tampoco le gustaba mucho ese lugar.
No pudo conseguir algo mejor dado que su cita no era residente de este país, no lo pudo ser y nunca lo será. Pero hizo arreglos con adultos aburridos que eran contactos de su tío, solo así le otorgaron el permiso de colocar las cenizas de Edgar en un cementerio.
No es curioso, mucho menos una coincidencia, que ese era el mismo lugar donde residían las tumbas y epitafios de sus padres, de Oda, e incluso del excompañero de Dazai.
Ranpo pateó gran parte del polvo que se adjunta en un solo día de no ir a visitarlo, pero no sirvió de nada, de todos modos se ensucia la ropa en cuanto se sienta en el suelo, frío o caliente depende de la temporada y la hora. Dado que hay un árbol cerca, la sombra les alcanza en algunos momentos, pero no siempre, pues sigue estando un tanto alejado.
—Ya llegué. —Karl se baja de su hombro y procede a rodear la tumba, la única con una inscripción de lenguaje extranjero. —Lamento tardar, pero Fukuzawa aún no procesa que salgo solo. Ya sabes, lo de siempre.
El florero postrado encima de la tumba es duramente vaciado al rededor. Ranpo nunca había cuidado de un lugar de descanso, de nadie, nunca se ofreció a hacerlo porque según él, haberlos vistos en sus últimos momentos de existencia, era suficiente.
Pero con Edgar no. No lo apreció cuando en vida estuvo, y no era su culpa, sino que simple y sencillamente se conocieron cuando el tiempo se había detenido para uno de ellos.
Ranpo no tuvo la forma de bromear mucho con él, no pudo reír, no tuvieron salidas magníficas donde uno invite a comer y el otro solo coma como si fuera lo último que fuese a hacer en vida. No pudo llorar junto a él, sino, lloró cuando él ya no estuvo más.
Interminables fueron las noches donde Ranpo aún sentia la presencia de Poe.
No fueron más de cinco días, sin embargo Ranpo cree que en su mente vivirá por más de cinco años. Tal vez es muy poco tiempo.
Tiende a preguntarse ¿Cómo era su estilo de vida? ¿Le gustaba su trabajo? ¿Por qué decidió ser lo que fue? ¿Cuánto tiempo llevaba con Karl?
Mil y un preguntas que ahora ya no es posible contestar. Lo máximo que puede hacer con ellas es deducir, pero eso no es divertido.
Cuando cambia las flores, lee un poco del libro que lleva consigo. Cuando se cansa de hacerlo, porque no conoce mucho del inglés, junta sus rodillas con su pecho y se queda sentado mirando fijamente el epitafio.
Tal vez Poe hubiera pedido uno diferente, pero Ranpo escogió este porque es la última oración del último libro que escribió, una noche antes de navidad, una noche antes de morir. Él envió el libro a la editorial, ya terminado, tenía las esperanzas de que lo corrigieran por tercera vez y dieran paso a su publicación. Así fue pero a Ranpo le dieron la copia original, porque muchas cosas de su propiedad iban implícitas en el cuidado de Karl. Lo que él tomó sin fines de lucrar.
«... y todo lo que amé, lo amé en soledad.»
—A veces siento que sigues aquí. —susurró, porque notó una presencia que si bien podía estar ahí, no tenía mucho sentido que se sincronizaran, pues él tenía momentos específicos para ir al lugar, y ese no era uno de ellos. —Eres un entrometido.
Lo dijo más fuerte para que llegara a los oídos de Dazai a través del viento y las hojas del árbol ululando en la copa de sus ramas, donde el castaño estaba sentado.
—Ordenes de Kunikida. —se mofó y Ranpo bufó.
—Claro, como si alguna vez le hicieras caso a algo de lo que te dice. —rodó los ojos.
El rencor de aquella plática no se dispersó por completo, porque Ranpo quería privacidad y Dazai no cedía en dársela.
—Solo en las cosas que me importan. —se encogió de hombros.
El mayor en edad no le contestó nada más, prefería ver si se largaba solo o tenía que echarlo a patadas.
Pero su mente ideó una pregunta que lo estaría consumiendo si no lo sacaba, también si la sacaba y la respuesta no es la que quiere oír. Ranpo podrá saber muchas cosas, pero sigue y seguirá sin ganarle a la experiencia de otros.
—Dazai. —llamó. —¿Cuánto tiempo es el que me dolerá así?
El nombrado lo pudo deducir. No sabía mucho más de lo que sus ojos procesaron al estar cerca de él en su abrupto cambio, pero tenía una idea sólida de a qué se refería. De no ser así, no tendría nada que hacer en un cementerio cuando los casos en la Agencia se apilaron desde su ausencia.
—Por siempre, tal vez.
Eso era lo que no quería escuchar.
Ranpo suspiró, se levantó paso a paso del piso y llamó a Karl para que se subiera a su hombro de nuevo. No esperó a que Dazai lo acompañara, solo se fue de ahí lo más rápido que pudo.
Dazai no intentó ir tras él, no tenía por qué.
Ranpo volvió a pensar en cómo se veía Poe, si unía las piezas que tenía de su rostro, de vez en cuando podría formar el rompecabezas que lo llevaría su cara completa, sin huecos ni fleco impidiendo su total apreciación.
Era apuesto.
La clase de persona que le hubiera gustado mantener junto a él por el resto de su vida.
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| Deducciones Muertas | Ranpoe
FanfictionEdogawa Ranpo es un detective famoso, se podría decir que el mejor. Es un miembro de la Agencia de Detectives, la cual es famosa por resolver un sin fin de casos difíciles, y aunque muchas personas no sepan, dotados de habilidades sobrenaturales. R...