CONFESIONES II

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-¿Podrías por una vez dejar de ser tan frio conmigo? Nunca me cuentas nada.- Terminé mi reclamo en casi un susurro y con la voz entrecortada. Era nuestra tercera pelea en el mes, por lo mismo, nunca me contaba sus problemas, sólo se tornaba irritable y buscaba cualquier excusa para lejarme y quedarse solo, había llegado a mi límite esta vez.

El silencio se alargo y con cada segundo que pasaba mi corazón se desgarraba cada vez más, yo comencé a sacar coraje de alguna parte de mi inconsciente y empecé a caminar dándole la espalda a Mateo, mi orgullo comenzaba a decirme que estaba perdiendo mi tiempo y mi amor en alguien que no los merecía, si él no podía contarme nada ahora nunca lo haría y sería igual que estar con un fantasma, ya había llegado a mi límite.

No había dado más que un par de pasos cuando me detuvo sosteniéndome del brazo, y después jalarme hacia él para abrazarme por la espalda, acomodando su cabeza en mi hombro.

-No te vayas por favor, no quiero perderte.- Me susurro al oído.

-Entonces ¿qué es lo que pretendes? Si no estás listo para llevar una relación y entregar un poco de ti lo entiendo, sólo no me pidas que haga como si no pasará nada y todo estuviera bien cuando no lo está, si esto va a ser así, supongo que es mejor que no llevemos esto más lejos que una simple amistad.

Mi respuesta y el tono decidido con la que la había pronunciado me sorprendió hasta a mí misma, pero ya lo había decidido yo no quería estar con alguien que no me incluyera en su vida y del que poco conociera y así me partiera el corazón la idea de no estar con él tenía que pensar en mí y seguir el consejo de Xabi.

-Hmp... supongo que tienes razón y también se que lo que estoy haciendo no es normal en una relación, pero quiero que sepas que te quiero, ¿de acuerdo?, y no quiero perderte. Y sí para evitarlo tengo que ceder en esto... estoy dispuesto a hacerlo.

Me solté de su agarré de manera brusca y me sequé las lagrimas que se me habían escapado y después de un suspiro lo encaré.

-Te escucho.- Dije con seriedad, y cruzándome de brazos.

-De acuerdo, es momento de que conozcas donde vivo. -Una leve sonrisa se le dibujo en el rostro y me tomo de la mano para conducirme a su auto.

En el camino estuvimos callados y nuestro silencio tenía de música de fondo un grupo de rock del cual ambos éramos fans, yo intentaba distraerme con la letra de las canciones y viendo el paisaje del camino. Pasamos de nuestro parque sencillo y calmado a una de las avenidas principales de la gran ciudad, y después de un par de vueltas comenzamos a entrar a calles amplias empedradas con casas enorme. No conocía del todo la gran ciudad pero podía deducir que estábamos en una de las "zonas de ricos", de esas con grandes casas con patios tan grandes que bien podrían construir dos casas más en ellos. Las construcciones eran muy bellas, como salidas de una película antigua, de esas con mujeres de vestidos ampones y hombres caballerosos que se desafían a duelos por el honor y el amor de una dama.

-Hmp...Cuando mis padres vinieron a vivir al país, mi madre quería una casa donde sus hijos pudieran jugar y que fuera parecida a la campiña donde ella paso su infancia y lo más cercano a eso que estuviera cerca del lugar de trabajo de mi padre fue la casa donde vivo actualmente. -Mateo rompió el silencio con voz melancólica.

Supuse que todo esto no le estaba siendo sencillo, ya que la única persona que lo conocía bien me lo había advertido antes y como me había dicho Leo: "Mateo suele ser así de frio, porque carga con mucho dolor. Por todo lo que él ha vivido ha tenido que crecer de más, supongo que si no lo hubiese hecho ahora sería un drogadicto o un alcohólico. Ese es uno de los motivos del porque no se lleva muy bien con el resto de los chicos de nuestra edad, los considera inmaduros. Lo cierto es que no te dejes llevar por la dura cobertura que tiene, en el fondo es más tierno que un osito cariñosito, sólo necesita tiempo y persuasión."

Cinco cosas que odio de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora