XXVIII

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Capítulo veintiocho
-Rapunzel-
Barcelona 17:30

Me muevo sobre la cama cuando comienzo a sentir pequeños besos en mis piernas desnudas. Sonrío porque sé perfectamente quién es.

Llegué a casa mi hora habitual, sobre la una y media de la tarde, y, nada más entrar, Pedri tenía hecha una comida mexicana y me abrió la puerta con un ramo de rosas en la mano.

Después de ahí, comimos mientras le contaba mi día de trabajo y él su día de entreno. Hoy le había tocado gimnasio dos horas, a él ni le va ni le viene, no es que le disguste como a los demás. Por ejemplo, Gavi no soporta las horas de gimnasio, a pesar de que son necesarias. Según dice, le da pereza tener que estar en una bicicleta todo el rato.

Cuando terminamos de comer, me encargué de fregar la losa ya que él preparó todo. Pero en medio de eso, digamos que entre abrazos y besos la cosa se puso interesante y acabamos durmiendo desnudos después de hacer ya saben qué.

Abro los ojos lentamente para ver a mi chico bueno a los pies de la cama, acostado entre mis piernas y jugando a la play, se ve que la ha traído de la sala. Bueno, de ahí vienen los besos.

-Chico bueno.- lo llamo para hacerme notar y él me mira por el rabillo del ojo con una sonrisa.

-Buenas mi amor, ¿Disfrutaste del sueño?- me pregunta poniendo en pausa la partida, dejando el mando a un lado y subiendo hasta quedar encima mío sin dejar todo su peso. Lleva solamente sus pantalones de pijama negros puestos, se ve que es lo primero que pilló.

-Sip, bastante, y más con la compañía. ¿Tú hace cuánto te despertaste?-

-Hará como veinte minutos o así, pero quería que descansaras.- me da varios besos en la mejilla y yo sonrío.- Hoy quiero que te pongas más guapa de lo que ya eres.- me anuncia y yo frunzo el ceño.

-¿Y eso?- llevo una mano a su mejilla y la acaricio, la barba que lleva le da el toque, no me lo pueden negar.

-Te llevaré a un sitio, uno muy especial.-

-¡Pero ahora me dejas con la curiosidad!- hago puchero y él suelta una risita.

-Es lo que toca mi lunita.-

Voy a hablar pero de repente me paro y recuerdo una cosa. Su cumpleaños, el regalo que tenía que abrir cuando…

-Amor.- lo llamo y él alza la cabeza para decirme que continúe.- ¿Tienes aquí aquel regalo que no te permití abrir hasta que…?- me interrumpe levantándose de la cama de un salto y yendo a su mochila.

-Sí, lo tengo que tener por aquí, espérame.- busca y busca hasta que saca el sobre y le brillan los ojos. Viene a sentarse a mi lado en la cama mientras yo me reincorporo en la misma posición, poniéndome su camiseta.

-No te esperes gran cosa, pero me pareció bonito.-

-Si me lo das tú es más que suficiente, Lunita.- Yo me pongo roja como un tomate y espero a que lo abra.

Lo primero que saca es una foto de toda su familia reunida cuando él tenía alrededor de unos cinco años. Mini-Pedri en la foto sale sin camisa y mojado, igual que el resto de niños, y con una sonrisa de oreja a oreja.

-Esto es cosa de mi madre, es un recuerdo que yo no tenía, gracias.- me hace un puchero.

-¿Puedes explicarme un poco de la foto?- le pregunto y él asiente confundido, sospecha el porqué su madre no me ha explicado ya sabiendo como es conmigo.

-Estábamos en el cumpleaños de mi tía, es su casa, está en Vilaflor, un poco lejos de donde yo vivía, pero como tenía piscina, yo fui encantado. Allí estaban mi hermano, mis primos, algunos hijos de amigos de la familia a los que yo ya conocía, pero a la que no era la niña. Lo que más me gustaba de ella era su pelo, largo y rizado.- me la señala en la foto, abrazada al lado de él.- Según dice mi hermano, ese día fue mi primer piquito con una niña, pero lo que él no sabe es que ya me había dado bastantes.- suelta una risa y yo lo imito.- Luego de eso no la volví a ver, pero bueno, espero que esté bien.- se encoge de hombros.

This love ❑ Pedri González. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora