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—¿Por qué te odiaría?
—Todavía quiero ser de ayuda para usted. Por favor, permítame.
Raymond habló con sinceridad.
Dado que su relación no era tan mala, tal vez planeaba reconciliarse de esta manera.
«¿Debería negarme?»
A los funcionarios les preocupaba que la enemistad entre los dos durara tanto tiempo. Originalmente no tenían una buena relación con él, pero nunca habían tenido una pelea tan fuerte.
—¿Vas a ayudar en la obra del templo?
—Sí.
Raymond inclinó la cabeza lo más cortésmente posible para demostrar que era sincero.
—Se lo ruego. Su Majestad.
Raymond, que se dio cuenta rápidamente, notó que la mente de su abuelo se había relajado hasta cierto punto. De hecho, el Emperador pareció algo aliviado por su cortés solicitud.
«Pensé que solo sería un intento de reconciliación fallido.»
No tenía muchas expectativas cuando escuchó las solicitudes de Serena. Sin embargo, cuando lo pensó bien, el evento en el templo podría ser una buena oportunidad.
Si se celebraba un gran evento y el emperador asistía, estaba seguro de que Calix se uniría a ellos.
El emperador hizo una breve pausa por un momento antes de contestar.
—Bien, si tu voluntad es verdad, hazlo.
Raymond trató rápidamente de dar las gracias. Sin embargo, el Emperador no se lo dejo tan fácil.
—Esto, solo considéralo como un favor.
—...
—La idea de no aceptar tu divorcio permanece sin cambios hasta que traigas a Erin y te dé el permiso.
«Maldito viejo.»
Pero Raymond hizo una reverencia en silencio.
—Sí, su Majestad.
***
Raymond recordó el día en que Calix llegó por primera vez al Palacio Imperial.
Un día de invierno, su padre, el Príncipe Heredero, sostenía al joven Calix en sus brazos.
Raymond era joven, pero entendía todo lo que estaba pasando.
Su padre había adoptado al hijo de un amigo, el joven Gran Duque, como su hijo. Esto se debió a que el Gran Duque fue asesinado y su único hijo quedó huérfano, sin padres.
El bebé tenía la piel blanca, una cabeza pequeña y ojos azules que parecían un cielo nocturno. Raymond pensó que el bebé era muy encantador.
El bebé lloriqueaba mucho, pero incluso eso era lindo. Las doncellas adoraban al joven Gran Duque. Pero sobre todo, era el Príncipe Heredero, el padre de Raymond, quien más amaba a Calix.
Lo mimó visiblemente.
Decoró la habitación del bebé con los muebles más finos y lo visitaba todos los días para cuidarlo. Además, le daba a comer papillas con su propia mano y lo ponía a dormir por la noche.
En un día inusualmente frío, la habitación del bebé estaba cubierta con tapices hechos con piel de pájaro blanco en la puerta de la ventana, esto por temor a que el viento frío impregnara la habitación.
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Una dama malvada y divorciada va a hornear pasteles
RandomHabía estado en el cargo de duquesa durante nueve años para mi esposo tranquilo e indiferente, pero todo lo que me quedaba era desprecio e indiferencia, y lo único que me acusaron de tener una aventura amorosa: "Ahora es un límite soportar este ma...