Suspiraba mientras hacía caso omiso a las miles de palabras que soltaban aquellos grandes empresarios acompañados por sus familias, haciendo comentarios que iban desde sus hijos hasta sus grandes capitales que cada día aumentan significativamente, aunque sentía que sus palabras no eran tan sinceras, pero al momento en que mi mente quiso hacer miles de preguntas se detuvo, casi sintiéndose cohibido y tonto por ello.
No quería más problemas y sabía que si preguntaba o siquiera intentaba alivianar la situación solo la empeoraría y probablemente solo voy a conseguir que mi padre me deje sola en aquella gran casa, mientras ellos asistían a estas reuniones a las que no les hallo demasiado sentido ¿Cómo lo sé? Porque eso hizo a hace tres días, cuando hice mi último esfuerzo por tratar de explicarle como me sentía, fue allí cuando entendí que de nada valía intentarlo si no tengo voz ni en mi propia familia, cosa que dolía más que nada.
Estábamos nuevamente en aquel gran castillo, rodeada de riquezas y de hombres uniformados mientras esperábamos en aquel gran comedor con vajilla de oro al anfitrión de esta noche, quién claramente se trataba de Vladimir Petrov, pero aún no hacía acto de presencia y aunque una parte de mí se moría de ganas por verlo, una vez más enterré en lo más profundo ese extraño sentimiento, porque decidí que ya no debería acercarme más al jefe de mi padre si ya no quiero decepcionarlo más, aunque en verdad deseo ver ese peculiar rostro cubierto, en donde solo puedo apreciar sus labios rellenos, su nariz recta y su mandíbula cincelada, junto con ese ojo azul eléctrico que parece poder lanzar miles de corrientes por todo mi alrededor, e inclusive ese cabello azabache tan peculiar aquí en Rusia, en donde a la mayoría de personas se les podía notar cabellos dorados o incluso casi blancos.
Vladimir era diferente en muchos aspectos a todo lo que pensé que sería, y todos sabían cuan peligrosa era mi curiosidad, aquella que será capaz de llevarme a la ruina, porque dudo mucho que un hombre tan imponente y perfecto como el Señor Petrov traiga cosas buenas, pero también dudo mucho que se trate de un monstruo como todo el mundo tanto proclama.
Me dedico a jugar con mis manos a su espera, pero de repente mis pensamientos son interrumpidos por esa voz rasposa que, siempre que podía, lanzaba comentarios completamente fuera de lugar, siendo bastante molesto y en ocasiones asqueroso.
—Tu preciosa hija ya no es una niña, ahora se ve que es una hermosa mujer—comento mientras bebía de su ron mirándome de manera poco acorde—ya pronto deberás buscarle un marido para que pueda dirigir tu empresa y seguir el linaje. Lástima que no engendraste un niño para poder seguir tu apellido.
En ese momento fue cuando alce la cabeza y miré directamente el perfil de mi padre que miraba efusivamente a aquel hombre cuarentón, que dijo la mayor barbaridad que había escuchado. Yo no necesitaba a ningún hombre que llevar a la empresa de mi padre ni mucho menos me quitaría mi apellido, aunque ahora mismo me esté dando náuseas ser una Sikora, la única forma en la que renunciaría a mi apellido es si mi familia me decepciona y no me representaba en lo absoluto y quizás, por un momento miré esperanzada a mi padre, esperando sus palabras reconfortantes y que me defienda de todo mal como siempre lo ha hecho, espere con toda mi alma que aún siga siendo aquel hombre que me protegió del mundo a capa y espada. Realmente lo esperé, pero solo logró clavar más estacas en mi corazón.
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The Monster © [+18] ✔
RomanceLibro I de la Bilogía la Debilidad del Diablo: The Monster. [COMPLETA] Elaia Sikora es hija de uno de los mafiosos más importantes en Polonia, sin embargo, ella poco está enterada de este mundo y se ve a la hora de actuar de esa manera dulce y amoro...