Capítulo 13

3.7K 217 7
                                    

Hago un, casi imperceptible, puchero al escuchar a esos hombres hablar y hablar de dinero como si fuera lo único importante, cosa que me resulta tan vacía y triste, porque si bien entendía que era importante me parecía insano que les pareciera lo ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hago un, casi imperceptible, puchero al escuchar a esos hombres hablar y hablar de dinero como si fuera lo único importante, cosa que me resulta tan vacía y triste, porque si bien entendía que era importante me parecía insano que les pareciera lo primordial, mientras a su lado sus hijos esperan por un halago o una muestra de cariño. Quizás y solo quizás, ellos eran buenos padres y yo equivocada estaba, pero no podía evitar verme reflejada en aquella situación, porque si bien siempre creí que mi padre me brindo amor, ahora entiendo que no fue como creí. Toda mi vida intenté hacerlo sentir orgulloso y nunca en la vida lo he escuchado decirlo, o si lo hacía, sentí que eran palabras vacías y aunque Wincent fue un hombre que me dio hasta lo que no pensé tener, tal vez en ocasiones no necesitaba su tarjeta de crédito para explotarla, requería un abrazo.

Suspiro mientras sigo jugando con aquella exótica comida, mientras intento no alzar la vista hacia la punta de la mesa donde se lo ve a Vladimir serio escuchando y en ocasiones acotando algún comentario, pero no más que eso.

Cuando a penas llegue estaba llena de ansiedad y emoción, quizá, aunque no quería admitirlo, estaba emocionada de verlo, a pesar de que me moría de vergüenza al saber que tendría que compartir una mesa con él luego de todo lo que paso, pero cuando quise verlo a los ojos ni siquiera se atrevió a mirarme, saludo a mi padre y a Marzena y solo me hizo un asentimiento con la cabeza muy vago. No esperaba un abrazo ni una declaración de amor, mucho menos delante de Wincent, pero fue decepcionante. ¿Elaia, que esperabas? No lo sé, pero mi corazón se apretó un poquito y me sentí patética.

Hace tan sólo noches era un caballero que me daba rosas y me decía cosas que jamás creí, y ahora tan solo era un hombre que ni me miraba y aunque entendía la situación, me sentí usada y muy tonta. Tonta, Elaia.

Suspiré pesadamente sin darme cuenta, y Marzena me dedico una mirada llena de reproche, sabiendo que probablemente no estoy teniendo un comportamiento correcto, cosa que me resultaba tonta y cansadora a este punto, ya estaba harta de todo el tiempo aparentar la familia perfecta, sin quiebres ni fallos, porque estábamos muy alejados de serlo y estoy segura de que nunca podríamos alcanzar ese estándar. Todo cambió desde que mamá se fue, la casa quedó más vacía, el amor pareció hacerse cada vez más escaso y ya con nadie puedo compartir mi pasión por el Ballet. Esto era muy triste.

Estaba cansada de aparentar ser lo que mi padre quería y que ni con eso, alcance, pero no podía decir nada ante ello, porque solo me dirían que soy una desagradecida o me encerraran en casa por hacer caprichos innecesarios.

—¿Por qué no vas al tocador a calmarte?—sugirió o más bien ordenó Marzena—porque te estás comportando muy inadecuadamente, cariño.

Susurro intentando sonar cariñosa, pero no lo pareció en lo absoluto, parecía más un regaño o un apodo lleno de falsedad y a mí un hueco se me hizo en el pecho ¿Qué le está pasando a mi familia? Esto antes no era así y me duele cuánto han cambiado las cosas.

The Monster © [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora