6. Un simple consuelo

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Nada más que trivialidades fueron las que se hablaron durante aquel paseo matutino. Rius debió hablar de aquella serie que había comenzado a ver y Timba, por su parte, seguramente habló hacerca de que últimamente no se podía ir a la cama sin antes tomar algún aperitivo. Probablemente se mencionó un par de veces la impresionante cena que Raptor preparó para Sparta y cómo Mike había crecido un centímetro o dos. De Víctor nada de dijo.

-Pobre Antonia, ya debe extrañarte -dijo Rius entre risas mientras caminaban hacia sus habitaciones.

-Ya, esque en casa de mi abuela no come nada más que lentejas -bromeó el peli azul.

-¡Tu abuela y sus lentejas!

Todo el trayecto, de ida y de vuelta, Timba enfocó su atención en una única cosa: los labios del pollo. Y se sintió un ciego.

¿Cómo es que nunca antes le había puesto atención? A pesar de conocerlo desde hace años y haberlo visto miles de veces, era solo desde hace un día que Timba comenzó a observar a Rius.

Le pareció simplemente magnífico. La fresca brisa que corría en el lugar en el que estaban, hacia que el blanco cabello de Rius se moviera de aquí para allá, permitiendo y no la visión de su heterocromía. Al parecer padre e hijo tenían gustos muy similares... Aunque en realidad no fuesen padre e hijo (por Sparta y Raptor, aunque para el caso aplica también con Víctor :v).

Pensó en Raptor y Sparta. En cuanta determinación habían mostrado para estar el uno con el otro, incluso ante su oposición. Y es que Timba siempre creyó que de la amistad no debía surgir el amor, por qué entonces, si algo salía mal no perderías solo a una pareja, sino también a un amigo. Pero Sparta y el reptil estaban felices juntos y Trolli y Mike también. ¿Por qué él y Rius no podían estar igual?

En aquel momento, mientras observaba la brillante sonrisa del albino recordó la razón. No estaban del mismo modo por qué él lo había rechazado incontables veces. Valla tontería.

¿Se podía hacer algo? Probablemente no. O más bien, no si es que quería respetar la relación de Rius y Víctor.

Cuando estuvieron lo bastante cerca de sus habitaciones vieron a sus amigos sacando sus cosas, presurosos. Mike alzó las manos y comenzó a agitarlas, gritando los nombres de sus amigos.

—¿Qué ocurre? Creí que nos iríamos más tarde —les preguntó Rius al resto de los chicos, caminando aún junto a Timba.

—Eso, ¿Qué pasó? _repuso el otro.

—Mike —dijeron los demás al unísono, exceptuando al mencionado, y después Trollino agregó —Mike, pasó.

Y las risas se desataron. Porque no era un reclamo verdadero, pero estaba bien bromear con los errores y reírse de ellos en vez de molestarse.

—A ver, no tengo la culpa de haber hecho mal la reservación, Trolli. Si no como chocolate, no puedo pensar, y tú no me das chocolate —sí, ahí estaba Mike, animando el ambiente y descargándolo también.

Mientras se hablaba, Rius se dirigió hacia Víctor. Porque según la costumbre del gueto social, eso era lo correcto, y pasar más tiempo cerca de Timba lo haría recordar todo aquello que luchaba por olvidar: amor.

Cargó una de sus mochilas, la más pequeña por indicación de su novio y ayudó a acarrear alguna otra cosa a los autos. Timba hizo lo propio.

Cuando Rius se alejó, él quiso sostenerlo y pedirle que se quedara, pero no lo hizo. Simplemente continúo con aquella farsa que quien sabe por cuánto tiempo podría mantener. Se preguntó si la carga sería menos pesada llevada entre dos, ser el amante de Rius... Por supuesto que no.

Así, entre pensamientos enredados, de alguna forma subió al coche de Víctor y cuando volvió a la realidad se vio en medio de una carretera larguísima. El auto estaba estacionado y no había nadie más dentro.

Se alarmó, y no lo culpo. Se enderezó en el asiento y comenzó a buscar señales de sus amigos con la mirada, nada halló. Lo siguiente que podía hacer era bajar del auto y buscar en los alrededores, con cuidado de no perderse; esto porque en el coche vio por lo menos tres celulares, llamar no valía la pena.

Así pues, descendió del auto y observó aquí y allá, obteniendo los mismos resultados que antes. Suspiró y se llevó las manos a la cara, la paranoia comenzaría a consumirlo en cualquier momento.

—¿Timba? —de nuevo, de nuevo aquella melodiosa voz retumbó en sus oídos. Se dio la vuelta y el carro ya no estaba, en su lugar vio a Rius, sentado en el asfalto de la carretera, mirándolo con sorpresa.

Quiso acercarse, pero no pudo. Apenas dio un paso, el suelo de su al rededor comenzó a desmoronarse, el cielo azul se tornó negro y las montañas desérticas en vacío. Él y Rius parecían estar bajo la luz de dos potentes reflectores, sobre dos plataformas flotantes.

—¡Rius! —gritó con la caída del suelo, no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba ocurriendo. Por el contrario, Rius no se alarmó. Su semblante tranquilo pero interrogante se tornó el uno lleno de alegría, se puso de pie sin dificultad y volvió a llamar al otro.

—¡Timba! —esta vez con una exclamación. Comenzó a correr hacia él y el peli azul le gritó que debía detenerse o caería. Abrió los brazos para recibir a Rius, quien había saltado para alcanzarlo.

Sin embargo, no ocurrió lo que esperaba, sino algo totalmente diferente. Fue atravesado por el albino, quien aún tenía los brazos estirados y la boca formando una sonrisa. Se dio la vuelta tan rápido como pudo y se vio a él mismo meses... No, días atrás.

Estaba ahí, de pie, con los brazos cruzados y la mirada evitando a Rius a toda costa, incluso sabiendo que caería el pobre pollo. Quiso alcanzarlo, pero de nuevo lo atravesó, y su otro yo ni se inmutó cuando el semblante de Rius cambio de nuevo.

Estaba aterrado, pues caía. —¡¡Timba!! —ahora fue un alarido, se lanzó al vacío sin seguro alguno, confiando en que Timba haría algo por él, pero no lo hizo.

En aquel momento Timba uno aborrecía a Timba dos, estaba a punto que romper en llanto, frustrado por no poder hacer nada por su pollo. Entonces se asomó al vacío y vio como alguien lo había salvado, alguien que también había caído por otra fuerza.

De nuevo hecho un vistazo a su al rededor. Detrás de Timba dos estaba Mayo, con la misma postura... Debajo, en una plataforma medio derruida estaba Víctor sosteniendo a Rius, porque él no lo había hecho.

Y arriba, más que él mismo, vio 2 plataformas vacías y tres más con ocupantes. En una de ellas estaba Acenix, satisfecho consigo mismo, pero observando a Víctor, incluso podría decirse que cuidándolo desde donde estaba. En las otras 2 había parejas. Mike estaba justo frente a Trolli, sonriendo como un niño mientras Trollino lo veía enamorado. Sparta, se encontraba sobre los hombros de Raptor, ambos posando para una foto juntos.

Todos se habían paralizado y él se dio cuenta de la oportunidad que habían perdido el y Mayo. Que tontos habían sido.

Cuando volvió a mirar abajo, vio como Víctor ya había subido a Rius a su plataforma defectuosa. Ellos se abrazaban, pero no con algún tipo de pasión o cariño como el que irradiaban el Spartor y el Mikellino. Ellos parecían consolarse el uno al otro y nada más... Y, lentamente, su plataforma comenzaba a repararse y subir con discreción.

Por su puesto, incluso si en ese momento era un simple consuelo para ambos, un distractor, tarde o temprano surgiría el amor. Y cuando eso pasase, entonces sí habría perdido a Rius para siempre.

Pero los sueños acaban y ese no fue la excepción. Abrió los ojos y, efectivamente estaba en carretera, pero no en una desértica y anormalmente larga, solo. Estaba en una más normal, y a su al rededor, sus amigos reían y bromeaban.

Vio a Víctor en el asiento del conductor y a Rius como copiloto. Mayo estaba sentado a su derecha y Acenix a su izquierda, esta vez como humano. Todo era prácticamente igual que el día anterior.

Se relajó, respiró hondo y se unió a la animada conversación. Más tarde tendría tiempo para pensar que hacer con su estúpido enamoramiento por Rius.

El Riumba Is RialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora